Los gestos inútiles poseen sentido en el arte porque es posible que esa aparente inutilidad sea la fortaleza de aquellas obras que aun continuamos llamando “artísticas”. También lo tienen si el gesticulador ha tramado una amistad o relación profunda con su soledad o aversión hacia el mundo que lo contiene. Pero en cuestiones de opinión y saber sucede lo contrario: el gesto gratuito pierde gravedad y destruye en todas direcciones ya que sólo causa confusión, dispersión, rencores y batallas perdidas de antemano. Los jóvenes no tendrían por qué heredar las reyertas de los viejos, ni mucho menos creer que una publicación, ya sea un suplemento cultural, un periódico, una revista o un fanzine poseen en sí alguna clase de moral sin grietas o una guía incontrovertible. Tal ha sido una de las lecciones aprendidas a lo largo de mi estadía en este pantano o ciénaga humana donde el azar me ha venido a tirar.

Hace unos días le sugerí a un joven veinteañero que leyera el número reciente de la revista Nexos dedicado a hurgar en el proceso que han sufrido los gobiernos de nueve países latinoamericanos y que han tomado la alternativa socialista o de izquierda en algunos periodos de las últimas décadas. Los nueve ensayos forman en sí un libro que no puede pasar inadvertido para quien desee conversar y saber (o dudar) acerca de la reciente historia de los acontecimientos políticos que sobrevinieron al malestar social, a las malas (o buenas) administraciones públicas, a las economías agrietadas, a las tiranías y, sobre todo, a la pobreza y al desamparo educativo. No puedo detenerme con precisión en el contenido ni en todos los autores, mas puedo decir que Alberto Fernández, Carlos Ominami, Sergio Ramírez, Cassio Luiselli y Rafael Rojas han retratado con afán comprensivo y bien escrito los casos de Argentina, Chile, Nicaragua, Uruguay y Venezuela respectivamente. La escritura propia del ensayo político lleva en su médula la intención intrínseca de provocar el disentimiento. Lo contrario (imponer verdades a los indefensos, aun con el señuelo de un supuesto ánimo crítico), es semejante a practicar el catequismo.

A cambio del consejo, mi joven amigo me obsequió el fanzine de comic Licuado Mental (acompañado de un librito cuyo título es Actrices Porno Admirando Arte, el cual viene envuelto en papel periódico), además del ejemplar 2 de El Molúsculo (comics gluten free), y un libro de Graffitis en papel para colorear realizado por el artista Gato Bantone. Dos días después este amigo había leído completo el número de Nexos y me hizo comentarios no sólo del contenido central, sino acerca de los artículos de José Woldenberg y de Arnoldo Kraus: el primero sobre Joseph Roth, Nabokov y la URSS; y el segundo, más que perturbador, acerca del suicidio de parejas y la resistencia de las legislaciones a permitir que una pareja decida suicidarse con ayuda o asistencia de los médicos y de la tecnología necesaria.

Cuando yo apenas rebasaba los 20 años leía las revistas Vuelta (hoy Letras Libres), Nexos, y el suplemento sábado de unomásuno, pero no sólo estas publicaciones, sino todo lo que caía en mis manos; después descubrí La Regla Rota, el Gallito Inglés, Intolerancia, y comenzó mi afición por los fanzines nacida a partir de mis aventurados viajes a España. Así, tomando frutos de distintos árboles, es como uno se robustece e intenta destruir su inclinación tiránica o miope, y ello sin dejar de mantener opiniones firmes, sufrir los impulsos estéticos genuinos, el temperamento en el estilo y la caída en el ser uno mismo. Hoy esa curiosidad no ha disminuido, pese a que el entusiasmo decrece y el horizonte me abofetea con su oscuridad. La revista Nexos cumple 40 años bajo la dirección de Héctor Aguilar Camín —de quien tuve noticias cuando leí Morir en el golfo, y posteriormente La guerra de Galio— y el auxilio de Héctor de Mauleón, Kathya Millares, además de un grupo de jóvenes puestos en línea. Es tal el sinsentido histórico y el erial reflexivo, consecuencia de las escasas lecturas de buenos libros por parte de los dizque ciudadanos que, por lo tanto, los suplementos culturales, las revistas y las publicaciones en internet alejadas del rebuzno vuelven a tomar peso e influencia más allá de los centros de saber especializado o de las universidades.

En 1937, Stefan Zweig le escribió a Joseph Roth, quien moriría dos años después, rogándole que aceptara la invitación que le hacían entonces para venir a México. “Tenemos todos en la nariz el olor a podrido de Europa”, le decía Zweig. Hitler avanzaba en su escalada fascista y Roth sospechaba ya en que terminaría aquella locura. Estaba enfermo y temeroso del porvenir. En Ser amigo mío es funesto (la correspondencia entre ambos escritores; Acantilado, 2014) se hace evidente la zozobra y el agobio de la locura política. Haciendo una forzada analogía diré que el fascismo y la dictadura no están a la vuelta de la esquina en Latinoamérica; Maduro y Jair Bolsonaro están allí y el olor a podrido en América (al sumar a Trump) comienza a expandirse y a causar estragos en la noción de una democracia venturosa y confiable.

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