¿Usted había oído o sabido de un político mexicano que reconociera la comisión de un error, porque casi siempre invariablemente tienen una disculpa por lo que hicieron y otra por lo que no hicieron… Por lo general, culpan a las “fuerzas del mercado de ser las causantes del desastre” o “grupos perversos internos nos saquearon y no nos volverán a saquear”, o “no nos dejaremos vencer por los emisarios del pasado”, entre otros tantos ejemplos inoportunos en el contexto de esta breve columna. Sin embargo, cuando la semana pasada, el ex presidente Ernesto Zedillo aceptó haberse equivocado en la estrategia de combate en contra del narcotráfico, no voy a confesar el inicio de un proceso de reconciliación con la política mexicana, una auténtica “coprocracia”, por donde ésta se analice, pero sí admito la presencia digna de un líder que siempre estuvo, además, a la altura de las circunstancias. ¿Ejemplo? En el primer año de gobierno de Zedillo, el PIB se desplomó a un —6.3% a raíz de la crisis del año 1994, pero durante el último año de su mandato, México creció, mejor dicho detonó, a un 7.5%, un porcentaje de crecimiento económico que no hemos vuelto a ver ni mucho menos a disfrutar.

¿Qué tal cuando Zedillo afirmó recientemente que México debería regular las drogas  para bajar los índices de corrupción y violencia, e hizo un llamado a favor de la eliminación de la prohibición? Acto seguido dejó constancia en el informe Regulación: El control responsable de las drogas: “las políticas que tenemos en Estados Unidos y México han sido consecuencia de posiciones ideológicas, de conveniencias políticas de coyuntura y han estado inspiradas en la discriminación y en el desprecio a la salud pública y los derechos humanos”. ¿Más? Sí: “Estas políticas han fracasado rotundamente y prácticamente en todos los lugares en los que se han aplicado”.

Cuando Roosevelt decidió acabar con la famosa prohibición, Estados Unidos no se convirtió en un país de ebrios. Se construyeron hospitales para atender a los adictos, en lugar de más cuarteles de policía. Se acabó la violencia. Ese el camino al día de hoy o perderemos la batalla…

El sanguinario y devastador tráfico de estupefacientes no es un conflicto mexicano, lo es de carácter global y como tal debe ser atendido. ¿De qué nos servirá aprehender a los grandes capos, recluirlos en cárceles de altísima seguridad, expatriarlos a cárceles extranjeras, colaborar en la lucha antinarcóticos con la ayuda económica, policíaca y militar del Tío Sam, recibir sofisticados helicópteros, dólares, aviones equipados con complejos sistemas de radar, cubrir con barcos y acorazados nuestros mares patrimoniales, trabajar en concierto con policías internacionales, emplear lo más selecto y honorable del Ejército Mexicano y de la Marina, para perseguir a poderosos delincuentes, quienes en su conjunto pueden contar con un poder económico y de fuego en ocasiones superior al de nuestras Fuerzas Armadas? ¿En qué nos beneficiará la instauración de la pena de muerte para quien trafique con enervantes o legislar para impedir el lavado de dinero, si el kilo de heroína vale en México 5 pesos, (un precio a título solo explicativo) y en la calles de Washington, de Nueva York o San Francisco se vende en una cantidad superior a los 100 dólares? Conclusión: Estados Unidos debe participar en el proceso de regulación y acabar con la prohibición como lo hiciera, en su momento, en los años treinta, el presidente Roosevelt. Pero, oh, sorpresa!, Estados Unidos sabe que el mercado de narcóticos vale en su territorio 300 mil millones de dólares anuales, dinero negro de gran influencia y poder en su economía, por lo que no solo se negarán a la regulación, sino que se opondrán al control de los opiáceos de gran poder destructivo de la salud. Los capitales, vengan de donde vengan, son los capitales y ellos tienen la palabra, por más que en la Unión Americana, próximamente, se podrá comprar la marihuana por medio de las compañías de mensajería.

Nunca escuchamos que se aseste un rudo golpe al narcotráfico en Estados Unidos, tal y como se asesta, sin duda, en México, en forma por demás recurrente. Nunca vemos fotografías de capos estadounidenses arrestados y enfundados en sus chamarras azules del FBI con las manos y pies esposados, chalecos y cascos antibala, además de una numerosa escolta policíaca para evitar cualquier atentado en contra de sus vidas que impidiera la delación de la identidad de sus socios y movimientos...

¡Ya sé! En EU las drogas se trafican “solitas”. Los enervantes son dejados en las fronteras estadounidenses por camellos mexicanos o latinos y llegan “solitos”, como por arte de magia, a las manos de los consumidores. Sucede que la marihuana se siembra solita, se corta solita, se distribuye solita y el dinero obtenido se lava solito...

¿Usted conoce el nombre de un sólo capo estadounidense de nuestros tiempos? Por supuesto no me refiero a los famosos gangsters de los años de la prohibición alcohólica en Estados Unidos, como sin duda los fueron Capone, Dillinger y Frank Nitti, entre otros tantos personajes del bajo mundo que encontraron en nuestro vecino del norte el caldo de cultivo necesario para desarrollarse hasta alcanzar “prestigio” internacional…

Estados Unidos va a luchar con todo su poder económico, diplomático y militar con tal que México no logre la despenalización de ciertos narcóticos. Hay mucho dinero en juego, de ahí que las declaraciones del presidente Zedillo tengan tanta actualidad y valentía civil: “las políticas que tenemos en Estados Unidos y México han sido consecuencia de posiciones ideológicas, conveniencia política de coyuntura y han estado inspiradas en la discriminación y en el  desprecio a la salud pública  y los derechos humanos”.

Por elemental congruencia ideológica me declaro a favor de la posición asumida por López Obrador y por Olga Sánchez Cordero, quienes se han mostrado a favor de la regulación y en contra de la prohibición, con sus consecuentes límites.

¡Otro bravo al presidente Zedillo!

Twitter: @fmartinmoreno

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