1. Si no quiere, no me haga caso.

2. Pero considere que hay una gran diferencia entre manejar por primera vez entre Tapachula y Tijuana por la libre —sin mapa, sin celular, sin saber dónde están las gasolineras, sin conocer los paraderos para comer algo, sin llanta de refacción, sin indicaciones en el camino–, y otra, irse por pura superautopista de cuota, con todo el viento a favor. Eso sí: de todos modos va a chutarse 10 horas diarias tras el volante y quizá realice el transcurso en 40 horas y llegue sano y salvo. Si se va por la libre es perfectamente válido y las aventuras serán otras, pero casi le aseguro que no va a llegar a Tijuana sino que se quedará en cualquier punto intermedio y pensará que esto no es lo suyo (aunque pudo serlo más que el de muchos).

3. Hoy es día 2 de enero, de modo que si tiene una historia por contar, un hecho que le parezca interesante para los demás, sea completamente ficticio o tenga partes de realidad y de imaginación, alberga entre manos el más luminoso proyecto de la vida: escribir una novela como propósito de Año Nuevo.

4. Ha de seguir algunos pasos además de saber que sólo usted tiene una idea o una historia que nadie más conoce. Y tiene todo enero (suenan las fanfarrias que sólo usted puede escuchar) para tomar un cuaderno de muchísimas hojas y ponerse a dibujar un plano de su novela. Nada complicado: basta un apunte, un bosquejo, un borrador. No le va a salir a la primera, para qué le miento, pero poco a poco, a lo largo del mes, irá aprendiendo a depurar el plano sobre el que descansa cualquier buena novela. Tal vez para la mitad de enero tenga clara parte del plano, que puede ser como un caminito: en el primer capítulo pasa esto; en el segundo, esto otro; en el tercero, lo de más allá… Una vez que sepa a dónde quiere llegar, hará que avance la trama, la historia, la aventura, la novela. Use dibujitos para tener en claro un buen punto, y si no sabe dibujar, recorte de por ahí una imagen que diga lo que usted quiere incluir con palabras en su obra: lo mismo la fotografía de una persona que le guste o el grabado de un castillo o una foto de marsopas y delfines.

5. Ya tuvo todo un mes para la arquitectura de su ciudad o poblado o edificio o casa de una recámara donde todo sucede. Pero nos falta algo extraordinario: los personajes. En efecto, usted sabe lo que pasa, pero eso que pasa lo tiene que vivir el lector y eso se logra sólo a través de los personajes. Le puede ahorrar mucho trabajo al lector si toma usted la voz narrativa y lo va contando todo, pero lo que uno quiere al leer un libro no es escuchar un monólogo telefónico, sino ver las peripecias, tocar con las manos de los personajes aquello a lo que se enfrentan y escucharlos con su propia entonación. Para ello tiene todo febrero, cuatro semanotas. Un personaje es como una persona: tiene una cierta voz, una manera de vestir y caminar, unos vicios y unas virtudes, y un papel (otra vez las fanfarrias) dentro de su obra. Póngales un nombre que vaya de acuerdo con lo que hacen, llene todas las páginas necesarias en describir cómo son, conózcalos, pelee con ellos si es necesario, dialogue hasta llegar a un mutuo acuerdo: son sus personajes, no sus títeres.

6. Y entonces sí, tiene 10 meses para escribir una página al día, una paginita nomás —un sujeto promedio escribe páginas y páginas al día tan sólo en mensajitos de redes sociales—, y completar 10 capítulos en 10 meses. A final de 2018 tendrá una obra. Una novela de 300 páginas que, créame, no es poco, es toda una vida.

7. No piense en el “éxito literario”. Su trabajo ya es mucho: crear. Y que los publicistas y equipos de prensa se ocupen de “mover” su obra. Usted ya cumplió uno de los más galanos propósitos. Y considere, si gusta, que un año se va rápido, y en menos de lo que se lo digo ya estará usted otra vez en enero (de 2019) para emprender otro viaje, otra vida, otro libro.

8. Si quiere, hágame caso. Si no, tampoco pasa nada y tan amigos como siempre.

@cesarguemes

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