Comienza un año más y los propósitos van en aumento. Las lecturas que nos dejó el 2018 permanecerán con nosotros dispuestas a complementarse con las que nos depare el futuro. Como no siempre podemos fiarnos de la espontaneidad, continúo con el listado de sugerencias que publiqué en mi última entrega del año pasado.

Fernanda Solórzano recomendó Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, por su uso del lenguaje, “capaz que generar imágenes potentes y perturbadoras”. Otro de sus elegidos fue La perra, de Pilar Quintana, puesto que su prosa prescinde del sentimentalismo para narrar un relato profundamente desolador.

El libro centroamericano de los muertos, poemario de Balam Rodrigo, fue seleccionado por Sandra Lorenzano, entre otras razones, porque aborda el periplo de los migrantes centroamericanos en nuestro país, además de que fue escrito con una “enorme profundidad y compromiso ético y estético”.

Alberto Chimal registró tres novedades: Pequeñas labores, de Rivka Galchen, un volumen “experimental y a la vez enormemente entrañable y revelador sobre la maternidad”; Habla María, de Bernardo Fernández, una novela gráfica sobre el autismo, “dura y hermosa, que renueva el subgénero de la autoficción”; y Micropedia, de Ignacio Padilla, la reunión de todos sus libros de cuentos, “su obra maestra”.

Antonio Ortuño mencionó No contar todo, de Emiliano Monge, y Oficio de la venganza, de Luis Muñoz Oliveira, como las dos novelas que le parecieron mejor logradas. Eduardo Huchín escogió Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, de Diógenes Laercio, “quizás uno de los libros más divertidos que he leído. Es en realidad un compendio de chismes que va de los presocráticos a Epicuro, y en donde la sabiduría nunca está alejada de los actos cotidianos, como dejar un debate para ir a comprar pescado”. Aludió también a SPQR, de Mary Beard, una historia de la antigua Roma que indaga en las complejidades de su crecimiento, su relación con los pueblos conquistados y la idea que los romanos tenían de sí mismos.

Francisco Hinojosa refirió que Opisanie świata, de la brasileña Verónica Stigger, es un texto “que se lee de principio a fin como una especie de viaje a Ítaca que narra la travesía de un polaco, Opalka, que va en busca de su hijo al Amazonas. Novela experimental, con un gran sentido del humor y un final insospechado”. Con el mismo entusiasmo me habló de Tierra Oceana, una obra de teatro del canadiense Daniel Danis aún no publicada en español. “El director de teatro Boris Schoemann me invitó a actuar en ella sin ser actor. Fue tal la impresión que me causó que acepté interpretar algunos de los personajes. Se trata de la ayuda que dos adultos le dan a un niño de diez años con cáncer terminal hacia la muerte. Es una obra llena de poesía y con un humor muy fino, difícil de encontrar en un tema tan fuerte”.

Paulette Jonguitud coincidió con Ortuño en su preferencia por No contar todo, obra en la que Monge “aborda la masculinidad y el abandono en tres generaciones de los hombres de su familia”. Otro de los que más llamaron tu atención fue Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez, “es el libro que he soñado con escribir”. Por último, mencionó Lincoln en el Bardo, de George Saunders, novela “oscura y melodiosa, como la Novena de Beethoven entonada por un coro de murmullos”.

Mauricio Tenorio fue otro de los lectores que quedaron impactados por Temporada de huracanes. Su lista está integrada también por Examen de ingenios, de José Manuel Caballero Bonald, Los hermanos Ashkenazi, de Israel Yehoshua Singer, los peculiares aforismos contenidos en los Escolios a un texto implícito, de Nicolás Gómez Dávila y el estupendo libro de Jordi Amat sobre la situación política de Cataluña, Largo proceso, amargo sueño.

Cierro mi primera colaboración de 2019 con la esperanza de que alguno de los títulos que aquí figuran pase a ocupar un sitio en la imaginación de los lectores de este espacio.

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