Barcelona es una de las capitales editoriales del mundo hispánico. Es sede de proyectos tan disímbolos como Anagrama, Seix Barral y Acantilado, mismos que han dado vida a una comunidad lectora ambiciosa y versátil.

Este año, Anagrama celebra su 50 aniversario. En palabras de Jorge Herralde, quien fuera su fundador y director: “Editar me permite: explorar, descubrir, apostar; compartir placeres y entusiasmos, practicar una variada gimnasia mental; subirme de vez en cuando a las montañas rusas y otras atracciones, seguir desde el principio la excitante metamorfosis que conduce al libro. Y durante el trayecto, ‘escribir’ una particular novela-río; el catálogo de Anagrama”.

A la visión cosmopolita con la que se concibió su línea de trabajo debemos la aparición en el horizonte castellano y latinoamericano de escritores que van convirtiéndose en clásicos contemporáneos, como Alessandro Baricco, Michel Houellebecq, Richard Ford, A. M. Homes, Yasmina Reza o Emmanuel Carrère. El famoso dream team de las letras británicas, integrado por Martin Amis, Julian Barnes, Kazuo Ishiguro, Hanif Kureishi e Ian McEwan, fue otro de los hallazgos que llegó a nuestra lengua gracias a Anagrama. En el mismo sentido fue el sello que logró la más amplia distribución de sus traducciones —no siempre afortunadas para el lector del continente americano— de Vladimir Nabokov, John Kennedy Toole o Kenzaburo Oé, por solo citar a tres autores de su colección más exitosa, Panorama de narrativas, la cual recientemente alcanzó el millar de títulos.

El desafío asumido por Herralde ha sido el de confrontar la concepción de un canon y expandir sus límites atendiendo a un criterio capaz de vincular las particularidades intelectuales y estéticas de un texto con las oportunidades de mercado. Harold Bloom explicó, en El canon occidental —libro que también fue editado por Anagrama—, los peligros que entraña ese objetivo: “El canon, una palabra religiosa en su origen, se ha convertido en una elección entre textos que compiten para sobrevivir, ya se interprete esa elección realizada por grupos sociales dominantes, instituciones educativas, tradiciones críticas o (…) por autores de aparición posterior que se sienten elegidos por figuras anteriores concretas. Algunos partidarios actuales de lo que se denomina a sí mismo radicalismo académico llegan a sugerir que las obras entran a formar parte en el canon debido a fructíferas campañas de publicidad y propaganda”.

Pese a los riesgos que conlleva la influencia de la mercadotecnia, ha habido casos muy afortunados. El de Roberto Bolaño es uno de los más llamativos. Consciente de los altos estándares del escritor chileno con respecto a su obra y la literatura, Herralde decidió convertirlo en uno de los emblemas de su casa editorial. En sus memorias aludió a una de las últimas charlas que tuvo con Bolaño antes de que ingresara al Hospital del Valle de Hebrón: “Habló largo rato de 2666, su gran novela, que había ido creciendo, no de forma incontrolada pero sí con un tonelaje alarmante, de cada vez más difícil manejo editorial. Primero se había tratado de un libro de más de mil páginas, y seguía creciendo. Luego decidió partirlo en dos volúmenes muy extensos. Y ese día me comunicó la decisión final; sería ahora una pentalogía (…) que podía leerse de forma independiente. Las cuatro primeras estaban ya absolutamente terminadas, la quinta en fase de redacción. Su gran temor a dejar su obra inconclusa quedaba, pues, en gran parte, conjurado. Ya había demostrado cumplidamente en Los detectives salvajes que era un maestro del mas refinado ensamblaje”. La pasión por redondear el trabajo mancomunado con los escritores es un artificio que ha dado excelentes dividendos y ha llevado a otros grandes de las letras latinoamericanas a trabajar con Anagrama, misma que festejó el comienzo de sus colaboraciones con Ricardo Piglia, de quien se publicaron en principio sus tres novelas fundamentales: Respiración artificial, La ciudad ausente y Plata quemada.

Luego de cinco décadas de existencia, Anagrama enfrenta nuevos desafíos, uno de los más importantes ha sido la sucesión de Jorge Herralde en la Dirección Editorial, con los respectivos cambios de orientación crítica y comercial que ello supone, así como su integración al nuevo propietario, Gruppo Feltrinelli, el cual ha priorizado la literatura italiana. En México hemos resentido esas modificaciones principalmente en los criterios de distribución, los ejemplares cada día están más dispersos y tienen menos presencia en librerías. Si la supervivencia del cuidado editorial está amenazada por la competitividad, estos indicios no hacen sino acrecentar la incertidumbre sobre su futuro.

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