No todas las victorias están acompañadas de un trofeo; incluso, a veces se puede ganar sin haber convencido en el campo, sin haber cumplido con las expectativas, sin alcanzar el rendimiento exigido y sin haber logrado el objetivo trazado. No todos los triunfos se apuntan en el palmarés, hay algunos que son de índole intangible.

No estuvo a la altura, quizá fue su peor torneo y aún así vivió el mejor verano de su carrera. Como siempre, parecía obligado a ganar. A priori, ninguna otra cosa servía. Pero ya con el silbatazo final, salió fortalecido, a pesar de —por enésima ocasión— no haber conseguido lo que el planeta futbol le pedía a gritos y lo que su patria le demandaba de manera furiosa. No ganó, pero sí ganó.

Algo cambió, él cambió, y por ello no fue destrozado por la crítica, a pesar de haber tenido sólo chispazos a cuentagotas en seis partidos. Nadie le dijo “pecho frío”, nadie le pidió que renunciara, nadie lo señaló como el villano que maneja los hilos de la selección a su antojo. Cuando perdió finales fue destazado; hoy que ni siquiera alcanzó el partido definitivo, logró convencer al sector de la prensa de su país que parecía detestarlo y también a los aficionados que lo miraban de reojo.

¿Cómo logró eso jugando tan mal y sin festejar un campeonato?

La respuesta es simple: Lionel Messi “jugó” su mejor certamen fuera de la cancha. La Pulga dio la cara por primera vez. Tras la derrota ante Colombia, rompió con su costumbre de quedarse callado ante la adversidad y habló. Así lo hizo después de cada partido. Asumió el rol de líder que, desde hace años, se suponía tenía por llevar la cinta de capitán y se convirtió en la voz del grupo.

Pero Messi redobló la apuesta. Contra Venezuela, en los cuartos de final, sucedió lo impensado Leo cantó a todo pulmón el himno argentino. Un simple gesto que le significó echarse al bolsillo al resto de sus detractores. En el momento bravo levantó la mano desde lo afectivo y en el resto de la Copa América siempre se le vio entonar su himno nacional con gran fervor.

Contra Brasil se confirmó este nuevo vínculo con su gente. El ‘10’ mejoró en la cancha, pero eso no fue lo relevante. Lionel se disfrazó de Maradona ante los micrófonos y, con una lengua tan hábil como su zurda, se quejó del mal trabajo arbitral. El no salir por la medalla de tercer lugar y acusar de corrupta a la Conmebol fue simplemente la cereza del pastel.

Paradojas de la vida: cuando peor jugó, mejor le fue. Messi no fue Messi en la cancha. Messi fue Maradona fuera de ésta y de esta manera consumó su amor de verano con la Albiceleste y toda una nación. Y quizá ésta sea la victoria que más atesora.

Adendum. Dicen que el karma siempre se regresa, y así fue para Jonathan dos Santos. El menor de la dinastía siempre quiso estar. Aunque le pidieran que dejara una concentración en pleno aeropuerto o lo cortaran a pocos días de iniciar Sudáfrica 2010, él siguió luchando por defender la camiseta mexicana. El domingo, con su gol, el destino le sonrió al mediocampista

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