Este sábado, en Chimaltitán, un municipio del norte de Jalisco, colindante con Zacatecas, se armó una balacera de aquellas. Seis cadáveres aparecieron regados en una carretera, algunos en una camioneta volteada, todos con heridas producidas por arma larga. Un individuo sobrevivió al enfrentamiento y, en su cama de hospital, confesó (según las autoridades) pertenecer al Cártel de Jalisco Nueva Generación. Sus agresores, dicen que dijo, eran del Cártel del Golfo.

Unos días antes, al menos cuatro hombres armados entraron a un restaurante de Tlaquepaque, en plena zona metropolitana de Guadalajara, y acribillaron a seis comensales.

Esas son solo dos muestras de un patrón general. En los primeros diez días de febrero, fueron asesinadas 62 personas en Jalisco. En lo que va de 2018, se han acumulado 174 víctimas, de acuerdo a la Fiscalía del estado. Y en los últimos dos meses de 2017, fueron asesinadas, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), 303 personas.

Esta oleada de violencia es similar a la experimentada en otros estados, pero tiene en Jalisco algunas características particulares. En primer lugar, se ha registrado un número importante de asesinatos múltiples. Van algunos ejemplos:

El 3 de febrero, 7 hombres fueron asesinados en dos ataques distintos en una misma colonia del municipio de Tonalá.

El 21 de enero, fueron encontrados tres cadáveres a espaldas de una plaza comercial en Tlaquepaque.

El 10 de enero, tres personas fueron ejecutadas en un mismo incidente en la colonia Toluquilla en Tlaquepaque.

En segundo lugar, la violencia en Jalisco en estos meses ha sido fundamentalmente urbana. Casi 90% de los homicidios cometidos en los primeros días de febrero se registraron en la zona metropolitana de Guadalajara, particularmente en los municipios de Tlaquepaque, Tonalá y Tlajomulco.

¿Qué hay detrás de este fenómeno? No está claro. Las autoridades del estado han dado la explicación habitual: se trata de un reajuste dentro de las bandas criminales. Del CJNG, en particular. Según la versión oficial, un individuo conocido como El Argentino, presunto cabecilla del CJNG, fue detenido el 31 de enero en Zapopan. Tras ese hecho, las células de sicarios que controlaba entraron en conflicto interno por el control de la venta de drogas al menudeo.

Eso explicaría febrero, pero no la violencia de semanas y meses previos. Allí es todavía más oscura la explicación. Habría, según algunas fuentes oficiales, una disputa entre el CJNG y un grupo “disidente”, liderado por un sujeto conocido como José Antonio Yepez Ramírez, alias El Marro, vinculado al robo de combustible en Guanajuato y que habría empezado a operar en Jalisco en meses recientes. Ese arribo explicaría algunas de las ejecuciones de finales de 2017 y principios de 2018.

No sé si esas versiones son correctas. Pero si contienen algún grado de verdad, apuntarían en varias direcciones interesantes. En primer lugar, sugeriría que el Cártel de Jalisco no es monolítico, no cuenta con una estructura jerárquica muy bien definida y es vulnerable al proceso de fragmentación que ha demolido a otros grupos criminales. Segundo, en el entorno actual, las grandes organizaciones criminales pueden ser retadas exitosamente por grupos regionales.

Y si eso es cierto, las horas del CJNG probablemente estén contadas. Si y cuando sea detenido Nemesio Oseguera, alias El Mencho, la fragmentación del grupo puede ser muy rápida. Pero aún si no cae, es probable que esa banda se vea acosada, incluso en su zona de máxima influencia.

¿El resultado para Jalisco? Probablemente muchos meses más como febrero.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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