Sara mira la película Museo en busca de respuestas acerca de Ramón Sardina, su gran amigo, con el que se iba de pinta, con quien cultivó una profunda relación desde niños en el club deportivo al que sus familias acudían y luego en la adolescencia cuando formaban parte del mismo grupo. A quien escuchó advertir: “Yo voy a pasar a la historia” y al que perdió de vista cuando él se esfumó luego de cometer el llamado “robo del siglo” durante la navidad de 1985.

Desde que supo del estreno de la película que dirige Alfonso Ruizpalacios y protagonizan Gael García Bernal (“Juan”) y Leonardo Ortizgris (“Benjamín”), Sara corrió al cine, con sus compañeros del doctorado, ansiosa de ver si se enteraba del paradero de su querido amigo. Sabe que vive, solo eso, pero desconoce en dónde. Sin embargo, asegura, “el personaje en pantalla (Benjamín) nada tiene que ver con Ramón”. Me cuenta: “Lo conocí en el club, desde muy chiquitos, nuestros padres fueron amigos, era una persona brillante, fanático de la música y el rock, inteligente, creativo, observador, solía hacerse preguntas filosóficas, muy noble, excelente amigo, de los mejores que he tenido. Porque lo sigo queriendo mucho. Nos íbamos de pinta juntos, a los Go-Kartz de Cuautitlán Izcalli”.

“Yo voy a pasar a la historia”, le decía Ramón. Y ella pensaba que un día quizá lo vería de rockero en un escenario. “Pero, si pasas a la historia como uno de Kiss, te niego güey”, le advertía Sara. Lo perdió de vista unos tres años antes de aquella Nochebuena de 1985 cuando, junto con Carlos Perches, Sardina se introdujo al Museo Nacional de Antropología. Y robaron más de cien piezas de valor incalculable como: la máscara de jade y el ajuar funerario de Pakal y múltiples piezas de oro procedentes del cenote sagrado de Chichen Itzá, de la sala Maya; la vasija de obsidiana en forma de mono, de la sala Mexica; la Máscara del Dios Murciélago y orfebrería mixteca procedente de la Tumba 7, de la sala Monte Albán, además de pendientes y collares de oro de la región mixteca, discos de madera recubiertos con mosaico de turquesa, el Chimalli de Yanhuitlán … Habían estudiado el acervo del recinto, sabían muy bien lo que se llevaban.

De pronto, un día el padre de Sara veía la televisión, cuando la llamó: “¡Mira hija, lo que hizo Ramón, pobres de sus papás!”. Porque su cuate (“Benjamín”, en la película) tenía papá y mamá, y era el mayor de tres hermanos. Vivían en Satélite. “Me quedé helada. Y pensé pinche Ramón, dijiste que pasarías a la historia, pero cómo, ¿robando un museo? ¡¿el de Antropología?!”. Todavía se pregunta por qué lo hizo: “¿Un desafío?”.

“No, no, en la película lo ponen como un pendejo. No se parece ni físicamente, él era flaquito y con el pelo largo, noble pero muy inteligente, no se iba a dejar mangonear así, el personaje me pareció ajeno. Hay escenas en las que lo identifico más con el otro, con ‘Juan’. Yo llegué a pensar en aquellos años que el genio creativo había sido Ramón, pero la noticia de que participó en el robo fue muy dura, para su familia que era muy trabajadora, doloroso. Su papá era un tipazo, no estaba enfermo.” Dice Sara que ya pensaba escribirle una carta a los productores hasta que vio el final de la cinta donde dicen “que Perches y él se prometieron nunca contar la verdad”, es decir, que Museo se basa en hechos reales, pero es ficción. Eso “me tranquilizó, estaba indignada”.

En 1989 cuando la PGR detuvo a Carlos Perches (un narcotraficante dio la pista), al primer lote de piezas recuperado el 10 de junio siguió uno más, de 19 objetos, que una semana después entregó a la PGR Antonieta Pons Mercado. Perches le había dado a guardar una caja de herramientas que ella conservó, sin saber su contenido, en un clóset de su casa en la colonia Florida de Naucalpan.

Por su parte, Ramón Sardina desapareció. Pero no de la memoria de Sara que retuvo su frase “Voy a pasar a la historia”.

adriana.neneka@gmail.com

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