En su oficina se gestaron el logotipo, la imagen y el diseño que dio identidad a los Juegos Olímpicos de 1968. Y en su oficina actual me recibe Beatrice Trueblood, poco antes de que un equipo del Comité Olímpico Internacional llegue desde Europa a filmar su testimonio. Le piden a la editora, quien encabezó la Dirección de Publicaciones del Comité Organizador de la XIX Olimpiada, que cuente la historia y aclare la confusión en torno a la autoría del emblemático diseño México68. Asegura: “Yo vi a Pedro Ramírez Vázquez garabatear el 68 con los aros integrados a los números, fue su idea. Y si resultó una obra maestra es porque se desarrolló en equipo”.

Su testimonio será parte de una exposición en el Museo Olímpico de Lausanne, Suiza, a inaugurarse en marzo de 2018, para conmemorar el 50 aniversario de México68. Además, Trueblood prepara un blog y escribe un libro donde cuenta todo alrededor de ese programa cultural irrepetible. Y rompe el silencio: “Lance Wyman ha mentido todos estos años”.

Cónsul honorario de Letonia, donde nació, Trueblood es reconocida en México como gran editora de libros de arte. Estudió Historia en EU y trabajaba en una editorial cuando conoció al arquitecto Eduardo Terrazas y, por él, a Ramírez Vázquez, mientras ellos montaban el pabellón de México para la Feria Mundial de Nueva York, 1964. En 1965, don Pedro la invitó a realizar el libro del entonces nuevo Museo Nacional de Antropología e Historia. Llegó, tenía 26 años y se enamoró del país y su cultura. Ella y Terrazas fueron, un año después, los primeros integrantes del equipo del arquitecto. Y tenían dos años para demostrarle al mundo que México era capaz de realizar los Juegos.

Fuerza, simpleza y elegancia eran las palabras clave para el diseño de la imagen (“cómo nos vemos”) y la identidad (“quiénes somos”) ante el mundo, a través de publicaciones en múltiples formatos. Faltaba un logo. Trueblood dice que su creación fue casi orgánica. Lance llegó de NY a trabajar, a modo de prueba, con ella y con Terrazas, quien era coordinador de Diseño Urbano, en una oficina de 20 metros cuadrados en el despacho de R. Vázquez, ubicado en Avenida de las Fuentes 170, en el Pedregal. “La idea de integrar los aros olímpicos al 68 fue del arquitecto. Era un hombre brillante, de gran inteligencia, y también maquiavélico. En un garabato integró lugar, fecha y evento. Lance, quien era callado e introvertido, seguía bien las instrucciones. Implementó la idea sobre el papel. Aunque no era culto, sí tenía gran destreza para dibujar. Estábamos contentos con él”. Luego, narra, vino el diseño del famoso cartel. Las líneas paralelas que a ella daban idea de una radiación, desde México hacia los cinco continentes. Y la tabla huichol, con una serpiente de estambre de colores enroscada que Terrazas puso frente a Lance. Y los círculos concéntricos que el joven diseñador dibujaba. Su contratación y el viaje a NY para renunciar a su trabajo allá, mientras Terrazas terminaba el dibujo que él comenzó…

Continúa: “En 67, a Lance lo contrata Ricardo Legorreta para el logo del Camino Real y es su asistente, José Luis Ortiz, quien prácticamente hace su trabajo en el Pedregal”. Aunque advierte la editora que Wyman sí realiza el diseño de los timbres emblemáticos, y plasma las ideas de Terrazas en los símbolos deportivos, el problema es que empieza a proclamarse autor de la imagen del 68… “Nos abandonó y nos traicionó”, dice Trueblood sin tapujos. Menciona uno a uno el nombre de brillantes diseñadores, escritores y fotógrafos que se sumaron a su equipo, que llegó a tener 250 personas.

“El diseño fue resultado de un esfuerzo de grupo en el que nadie pudo haber hecho nada sin el otro”, pero Pedro Ramírez Vázquez “fue siempre el cerebro detrás de todo”, asegura.

Parafraseando a Lope de Vega, si preguntamos “¿Quién fue el diseñador?”, parece haber un coro que asegura: “Avenida de las Fuentes, señor”.

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