A los cuestionamientos por la premura con que se escribió y publicó el nuevo reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que el lunes 21 de septiembre apareció en el Diario Oficial de la Federación, y por qué no hubo acuerdos con la comunidad científica para su redacción, se suma la exclusión de la biotecnología, que antes estaba en las áreas que integran comisiones dictaminadoras del Sistema.

La biotecnología aparecía junto con las ciencias agropecuarias, y en el nuevo reglamento esta ciencia, que en diversas oportunidades ha cuestionado María Elena Álvarez-Buylla, directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), no forma parte ahora de las disciplinas incluidas. No hubo explicación alguna para esa exclusión.

“Llama la atención que un área del conocimiento que no le gusta a la directora del Conacyt sea la primera que, en otra de las aristas que tiene este reglamento, ahora desaparece. No deja de dar la impresión que hay un componente ideológico”, dice en entrevista el doctor Enrique Rudiño, científico investigador y secretario académico del Instituto de Biotecnología de la UNAM, con sede en Cuernavaca.

El Instituto de Biotecnología de la UNAM tiene 60 grupos de investigación, y alrededor de mil 300 personas que laboran en él; ha sido muy activo en medio de la pandemia por Covid-19, con trabajos sobre el proceso de diagnóstico basado en la técnica RT-PCR, modificaciones a ese método de diagnóstico para llevarlo a una versión que sólo necesita 5 mililitros de saliva, desarrollos para proponer las primeras etapas para generar una vacuna, así como análisis de la información de salud.

El doctor Rudiño dice: “La biotecnología está jugando un papel real, se trabaja en labores fundamentales: desarrollo de vacunas, caracterización genómica de los virus circulantes en México, desarrollo y modificaciones a las pruebas diagnósticas. Y suena anticlimático que en este momento en que está teniendo estas labores, decidan que ya no será un área importante. Podría ser que se le incorpore ahora en otras áreas, pero lo que pasará es que se va a dividir el grupo”.

El científico recuerda que Elena Álvarez-Buylla, antes incluso de ser directora del Conacyt, había hecho cuestionamientos sobre la biotecnología: “Fuimos los primeros en recibir comentarios de ella sobre ‘vender a transnacionales el conocimiento’. Y yo no digo que cualquier área del conocimiento sea pura, prístina. Pero creo que hay una cuestión ideológica”.

La biotecnología, sustenta el investigador de la UNAM, es uno de los campos más importantes de la ciencia en el país: “Hoy debe haber aproximadamente 9 mil profesionales activos que trabajan biotecnología en México, es la tercera parte de los investigadores a nivel nacional. En el país se ofrecen 614 programas de estudio a nivel licenciatura en áreas relativas a la biotecnología, y hay 320 posgrados a nivel nacional con más de 7 mil inscritos, en los que la línea de trabajo es la biotecnología, la llamen o no así; hay 500 empresas biotecnológicas que tienen sede en México, de las cuales 33% son de salud; 19%, industria en general; 14, alimentos, y 13%, medio ambiente”.

Pero la ausencia de la biotecnología no es el único problema que advierte el investigador en el reglamento:

“Cuando uno lo revisa encuentra algunas cosas que son avances, por ejemplo, que no se evalúe como miembro si se tiene permiso por maternidad. Pero los avances se pierden cuando uno advierte que no hay consenso o que es uno de esos documentos que sacaron al vapor; por ejemplo, el artículo 66 describe las causales para retirar a un integrante el estímulo, y dice en la fracción 3 que se le quitará si no se cumple con las fracciones 1, 2, 3 y 4 del artículo 67, y si revisas el 67, te llevas la sorpresa de que no tiene fracciones. No revisaron lo suficiente, y así como estaba lo publicaron en el Diario de la Federación. Y como éste hay varios errores”.

Enrique Rudiño compara la situación con un juego donde se cambian las reglas a la mitad. Advierte que más allá de que la percepción general es que el reglamento lo sacaron al vapor, también tiene que ver con decisiones que la administración de la doctora Álvarez-Buylla ha tomado, y que la comunidad científica no ha aceptado:

“Estamos a la mitad de evaluación del proceso, basado en el reglamento anterior. Bueno, hubo comentarios muy fuertes por la no invitación de algunos integrantes de las comisiones dictaminadoras a los procesos, y ha habido juicios, donde los jueces dieron la razón a los representantes de esos integrantes. Parece entonces que la reacción del Conacyt es ‘cambiemos las reglas sobre la marcha para que no haya problema’”, concluye el doctor Enrique Rudiño.

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