Rebeca Gutiérrez lleva más de 20 años en Nueva York. Nunca ha dejado de mandar dinero a su familia en la Sierra de Puebla, por lo que está pendiente del tipo de cambio.

En los últimos meses ha tenido que transferir más dinero para cubrir los gastos médicos de sus padres, explica. En promedio, enviaba 500 dólares a la quincena, pero la paridad reciente la obligó a aumentar la remesa en 50 dólares.

“Simplemente, ya no alcanza. Todo está caro y la única forma es mandar más dólares, aunque cueste más trabajo. Cuando el dólar estaba caro, convenía pues podían ahorrar, y ahora apenas alcanza para los gastos básicos”, señala.

Subir la cantidad de remesas que envía cada mes se complica porque en Estados Unidos también hay presiones inflacionarias. Si bien el trabajo de limpieza ha estado muy estable, e incluso aumentó con el regreso a actividades presenciales, 50 dólares extras implica un ajuste de gastos.

“Pensaba que, como en otras ocasiones, el dólar barato iba a pasar rápido. Estaba acostumbrada a que era uno o dos días, pero esto ya duró mucho y parece que tendré que estar mandando un poco más de dinero a mi familia”, afirma.

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