Una vez alguien me dijo que las relaciones amistosas, cuando se trata de hombres y mujeres heterosexuales, comienzan porque a alguno le gustó el otro. En ocasiones la friendzone se vuelve tan familiar que se convierte en el mejor y el único lugar donde podrías estar con una persona. Entonces escuchas la voz: Felicidades, haz encontrado a tu mejor amigo.

Mi mejor amigo es uno de los hombres más mujeriegos que conozco, de esos que han cumplido todas sus fantasías sexuales, nunca se quedan solos en las fiestas, y se le lanzan prácticamente a todo lo que se mueva.

Nos conocimos en los lavaderos de nuestra vecindad. Hablamos de música, pasatiempos, de la mala señal de internet en los departamentos. Semanas más tarde, ya hacíamos todo juntos: comer, ir al gimnasio, hacer el súper. Nos peleábamos mucho, pero la pasábamos muy bien.

Una de nuestras tareas habituales como mejores amigos era escuchar nuestros pasados amorosos y las tormentas actuales con nuestros peoresnada. Una tarde llegué a casa muy triste porque el chico con quien salía me plantó. Le mandé mensaje a mi mejor amigo y me invitó a ver una película con él. Era demasiado tarde para volver a casa (ajá, sólo  había que subir unos cuantos pisos). Nos besamos, después de todo, siempre nos gustamos. El 28% de las personas dicen que no entrarían a una relación así por temor a perder la amistad, unos besos después ya había superado esos miedos.

Además, los expertos aseguran que el sexo no arruina la amistad, cuando no funciona es porque la amistad previa  no era tan sólida como parecía; de acuerdo con un estudio de Journal of Archives of Sexual Behavior publicado en 2009. Sólo el 31% de las parejas que terminaron una relación así, terminaron con el sexo y la amistad.

La relación nunca prosperó a más que amigos con derechos. Aún así, nos hicimos sufrir lo suficiente: nos enamoramos, nos celamos, nos odiamos y volvíamos siempre a ese espacio donde se necesita un amante o un amigo, y ¿por qué no? Ambas cosas.

El estudio demostró que de quienes querían ser amigos con derechos y luego volver a ser sólo amigos, el 60% lo consiguió. De 191 personas de alrededor de 30 años que estaban en una relación de amigos con derechos, luego de un año de relación: 26% seguían en las mismas, 15% estaban ya en una relación romántica y 28% habían vuelto a ser sólo amigos.

Un día, después de que le hice a Antonio, mi mejor amigo, una monumental escena de celos cuando vi a su exnovia, decidimos terminar con los derechos. Sólo amigos, otra vez. Nos distanciamos por un rato, pero luego recobramos nuestra amistad y quedó sellada por un lazo muy íntimo y extraño. En el estudio, 50% de las personas reportó sentirse tan cercano o más cercano en amistad que antes de haber sido amigos con derechos.

Cuando me ascendieron en el trabajo, hice una fiesta con mis amigos para celebrar. Regresé a casa con Antonio, mi mejor amigo. Hablamos del estrés, del poco tiempo libre que nos quedaba. De los meses que había pasado sin tener sexo desde que corté con Omar. “Si lo que quieres es un masaje, o alguien para relajarte, yo te puedo ayudar”, ofreció Antonio. Y ahí estábamos, una vez más, como amigos con derechos en mi departamento. Ya sin ningún lazo, sin ninguna pretensión, sin ninguna aspiración que la buena intención de ayudar a un amigo.


Por Isis M. García Martínez
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. 
@IsisConVelo

Ilustrador. Elihu Shark-o Galaviz 
@elihumuro

ponteyolo@gmail.com

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