No ha pasado ni un mes desde que el 2017 comenzó y ya nos hemos enterado de una serie de sucesos en México, que visibilizan la violencia, inseguridad y las víctimas que está cobrando el crimen diariamente, pero sobre todo la falta de fortaleza en nuestras instituciones, la ilegalidad que fomentamos día a día y que debilita a nuestro Estado de Derecho.

Es lamentable que informalidad y crimen, sean características que retratan a la realidad mexicana, consolidando el circuito de ilegalidad en nuestro país, que en muchas ocasiones da la sensación de estabilidad, o por lo menos muchos mexicanos así lo refieren, de construir comunidad, por ese pacto no escrito entre las personas, por agradecimiento, solidaridad, retribución. La ilegalidad les ha permitido “salir a delante”, lo cual lo retribuyen reproduciendo la ilegalidad y volviéndola parte fundamental de la vida cotidiana y convivencia.

No todos los mexicanos son ilegales, pero sí casi todos pasamos por alto lo que creemos no “afectará a nadie”, “que tanto es tantito”, “las mordidas solo tienen repercusión si son en gran escala”, “la corrupción nos hace la vida más simple”…

Desde la visión de Julia Eslava (2014) la diferencia entre la legalidad/ilegalidad es absolutamente simple: legal es lo apegado a la ley, ilegal es aquello que no lo es, legal es aquello que es permitido o requerido a los individuos, ilegal es aquello que no está permitido o que está prohibido hacer. El asunto radica en cómo ambos conceptos pueden existir culturalmente en México, cómo se mezclan y cómo sirven para que las personas puedan construir lazos sociales, relacionarse, conducirse frente a los ámbitos en que se desarrolla y como estas acciones se traducen en abono para que el Estado de Derecho sea débil o fuerte en un país.

Por ejemplo, la llamada guerra contra las drogas en México, iniciada ya varios años atrás y la continuación de ella, bajo diferentes nombres (dependiendo del líder de “la estrategía”) “ha generado la concentración, desarrollo y expansión del circuito ilegal hasta niveles nunca antes vistos”. Sin embargo, los resultados no podrían ser estos si el Estado cumpliera con su papel de regulación y aplicación efectiva del marco legal. En México, hoy no hay los incentivos suficientes para vivir en una cultura de la legalidad, ni de la población, ni del propio Estado materializado en gobierno ¿cómo en un país con ex gobernadores como Javier Duarte? ¿cómo con cómplices en todos los niveles del gobierno?

El concepto de cultura de la ilegalidad, no existe en términos teóricos, pero es mucho más comprendido en la vida cotidiana y en la convivencia que la propia cultura de la legalidad, pues es una expresión de que “la sociedad paradójicamente favorece caminos que ella misma ha clasificado como contrarios a la ley o a la norma moral para obtener lo que es apetecible o deseable”. Es, en alguna medida, anomía, es decir, hay falta de normas para la conducta humana, pero contradictoriamente muy normalizado en el día a día de los mexicanos, pues sería difícil entender a la sociedad sin este elemento.

En una investigación realizada por Fernando Duque (2013) esperaba que al hacer su análisis, la cultura de la ilegalidad estuviera asociada directamente con el grupo de actitudes de legitimación de la violencia, y que la cultura de la legalidad lo estuviera inversamente. Sin embargo en México, los hallazgos demostraron que la ilegalidad y legalidad son elementos que culturalmente pueden coexistir y que no son rechazados o aceptados por completo en la sociedad. “Grande fue nuestra sorpresa cuando hallamos que la cultura de la legalidad es el factor con el mayor grado de correlación con las pautas de educación y crianza”.

Es decir el arraigo está en lo cultural y lo que se reproduce en el día a día, la ilegalidad es mucho más fácil de asimilar, si se creció con ella, así como el apego a los marcos normativos. ¿Y qué estamos haciendo con la educación y la crianza de las nuevas generaciones?

Sin duda, la responsabilidad es nuestra. Estor convencida que en México podemos lograr que la cultura de la legalidad fortalezca nuestro Estado de Derecho, pero necesitamos trabajar diariamente, en lo mínimo, incluso donde creemos que no es importante, como aquel “pequeño acto de corrupción”.

No podemos tener más víctimas de la ilegalidad en México.

Vania Pérez
@vaniadelbien @obsnalciudadano

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