Al coreano Bong Joon-Ho sólo le bastan los primeros diez minutos de Okja, su más reciente cinta, para que entendamos el nivel y la importancia de la amistad que sostiene la pequeña Mija (Ahn Seo-Hyun) con su extravagante mascota, la gigantesca “super cerdito” del título. Con tan solo algunas escenas, casi silentes, en medio de aquellas paradisíacas montañas de Seúl, nos queda claro que la relación entre ambos va más allá del simple dueño-mascota: los dos se entienden, se comunican, son cómplices, y darían la vida el uno por el otro. En solo diez minutos  Bong Joon-Ho ya nos tiene conmovidos con la relación de una niña con su mascota gigante de CGI.

Huérfana de padre y madre, Mija vive con su abuelo y con Okja en las montañas de algún pueblo alejado de Seúl. El excéntrico animal (que parece una mezcla entre perro, hipopótamo y manatí) forma parte de un experimento de marketing de la corporación Mirando, quienes encontraron en Chile a este tipo de criaturas y ahora los han enviado a granjeros de todo el mundo buscando criar la mejor especie posible.

Lo que Mija no sabe es que el enorme animal no es de su propiedad. Luego de diez años, la empresa llega al lugar para llevarse a Okja y mostrarla al mundo como un milagro de la ciencia y un triunfo de la corporación Mirando. Mija, con los casi nulos recursos a su alcance (un chanchito alcancía lleno con algunas cuantas monedas), no dudará en perseguir a aquellos que se llevan a Okja. Y es que a los ojos de Mija, lo que le arrebatan no es a su mascota sino a su familia.

El sexto largometraje del coreano Bong Joon-Ho es una mezcla de temas y estilos que van desde el cine de Spielberg (E.T., 1982), Gilliam (12 Monkeys, 1995), Miller (Babe, 1995) e incluso un poco de Miyazaki (Mi Vecino Totoro, 1988). Es una cinta que va de lo ingenuo, lo dulce, lo emocionante y hasta lo terrible con una facilidad impresionante. El director posee una habilidad asombrosa para reimaginar y mezclar los elementos más familiares de las cintas anteriormente nombradas en un producto que no obstante es original, inteligente y conmovedor hasta las lágrimas.

El periplo de Eliot tratando de rescatar a E.T., la desquiciada banda ecologista de Doce Monos, el viaje increíble de Babe hacia la ciudad, la amistad entre Satsuki, Mei y el gran Totoro; todo eso está presente en Okja y va de la ternura, a la risa, a la acción y de nuevo al drama en un cuádruple salto mortal que en manos de algún otro director sería sinónimo de desastre pero que con Bong Joon-Ho resulta grácil y hasta natural.

También hay mucho de caricatura. Tilda Swinton interpreta a la malvada (pero a su vez insegura) líder de la empresa Mirando con un dejo fársico similar al que interpretó para el mismo director en Snowpiercer (con todo y doble papel incluído). En esta crítica hacia las corporaciones, Bong Joon-Ho no sólo se burla de sus directivos sino también de sus métodos: aquellos planes de marketing que intentan hacer de una crisis un relato de triunfo, así como el uso de “influencers” para promocionarlo todo: Jake Gyllenhaal en uno de sus papeles más divertidos y absurdos como un supuesto “experto en animales” completamente vendido a los deseos de la corporación.

Con fotogramas siempre llenos de color, el legendario cinefotógrafo Darius Khondji (que ha trabajado con Haneke, Allen, Fincher, entre otros) presume de una cámara siempre dinámica, que inunda los planos de personajes (¡ese uso de la profundidad de campo!, ¡esas escenas de persecución!) y que incluso no duda en hacer homenaje a algunas tomas clásicas del cine de Ozu.

El filme es un flujo constante de humor, aventura y humanismo. Pero el director va más allá. Su crítica hacia las corporaciones de la industria cárnica y sobre el abuso animal los inserta en notas muy oscuras, de brocha gorda, que nos remiten no sólo a los sangrientos documentales sobre el tema (Sacrifice, Le sang des bêtes) sino que incluso hace ligero guiño a los campos de concentración de Schindler's List.

Pero no se confundan. La cinta no es un panfleto a favor del vegetarianismo ni mucho menos. Si bien el guión no evade la brutalidad inherente en la industria de la carne, la forma infernal en como tratan a los animales y la ceguera inhumana de esas corporaciones que sólo entienden el lenguaje del dinero; el mensaje que perdura y se queda con nosotros es uno solo: el de la amistad y el amor indestructibles entre una niña y su fantástica super cerdita llamada Okja.

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