The Big Short es una película que pareciera tener todos los elementos para ser un desastre: un tema complejo y en apariencia aburrido (la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos), una multitud de personajes que entran y salen de escena todo el tiempo, un alud de datos, cifras y términos financieros que estoy seguro que el 99% del público no entendemos, un guión que de tan ambicioso hasta parece arrogante y todo ello enmarcado en un frenesí tal que por momentos da la impresión que -desde el director, el editor, el operador de la cámara y los actores- están haciendo esto en drogas (Scorsese mira de lejos y sonríe).

Lo grandioso es que, no obstante, el truco funciona. No me pregunten cómo, pero funciona.

Probablemente el secreto está en la estructura. Cual si estuviéramos frente a una muñeca rusa (matrioska), la película en su superficie se presenta como una comedia disparatada que dentro de sí esconde una película de denuncia, una heist movie, un documental didáctico y -en más de una forma- una película de terror financiero. Todo en el mismo paquete.

El resultado no deja de sorprender, The Big Short es un film divertidísimo sobre un tema sumamente serio: un crimen financiero que afectó a todo el mundo.

La película es un microscopio que nos muestra a detalle los entretelones de la crisis del mercado inmobiliario en Estados Unidos, misma que provocara el colapso financiero de 2008 donde millones de personas perdieron su patrimonio y su empleo. El tema es que en este tipo de crisis el dinero no se desvanece, sólo cambia de manos, ¿quienes entonces fueron los ganadores en esta debacle?

Basado en el libro homónimo escrito por Michael Lewis, The Big Short cuenta la historia de un grupo de marginales que hizo lo que pocos hacen en el juego de la economía: observar y ser pacientes. Así, el excéntrico analista financiero Michael Burry (Christian Bale) se da cuenta que el mercado de la vivienda en EU (un mercado que presumía de solidez absoluta) está por colapsar y comienza a apostar en su contra invirtiendo fuertes sumas de dinero esperando que suceda lo que parece imposible: que el mercado más estable de todos se derrumbe.

La osadía no pasa desapercibida por otros observadores. Tenemos a Jared Vennet (Ryan Gosling, dueño de los mejores diálogos de todo el filme) un tiburón a quién no le importa nada sino ganar a como dé lugar, y la cara opuesta, el inversionista Mark Baum (Steve Carell en vía directa a otra nominación a mejor actor), centro moral de la cinta que plantea la pregunta más pertinente: ¿es válido apostar contra la economía para darle una lección a un sistema financiero corrupto aunque ello signifique dejar en la ruina a millones?

La película no es sutil, nos ahoga en todo momento con datos y cifras, los diálogos están plagados de terminología financiera que seguramente no es comprensible por la gran mayoría (me incluyo) y ante ello, la cinta rompe consigo misma y encuentra siempre la manera de salirse por la tangente de una forma por demás novedosa. ¿No entienden que son las hipotecas de alto riesgo, los CDO o los swaps?, no hay problema, aquí tenemos a Margot Robbie para explicarnos el asunto desde su tina, o al chef Bourdain para hacernos una analogía económica con los sobrantes de pescado que se usan para hacer sopa.

Lo anterior no es más que un hilarante truco. Una forma que tiene la película para reírse de sí misma. Al final no podemos presumir que ya sabemos que son los CDO, pero nos queda claro que son una gran transa, y con eso, amablemente, podemos seguir con la trama.

The Big Short es tan disfrutable que a veces pareciera que resulta contraproducente. La indignación llega, por supuesto, pero probablemente nunca de manera tan contundente como en Inside Job (Ferguson, 2010) el aterrador documental sobre la misma crisis, ni tan elegante como en Margin Call (Chandor, 2011) donde quedaba clara la estupidez de los grandes hombres de traje que manejan la economía.

Pero supongo que ese no era el objetivo de su director, Adam McKay. Como es de esperarse dado su currículum (un puñado de cintas slapstick con Will Ferrell), lo primero en su agenda es el humor, y lo consigue de maneras por demás novedosas e inteligentes, haciendo uso y abuso de diálogos punzantes, edición frenética, cortes abruptos, cameos, excelentes actuaciones y un ritmo que siempre apuesta por notas desenfrenadas.

Toda una experiencia por sí misma, el filme tal vez falle en su apuesta por indignarnos, pero nunca una crisis se nos había explicado con tal ritmo, humor y vehemencia. Una película divertida, ingeniosa e inteligente que debiera ser un serio contendiente para los Oscars de este año.

Twitter: @elsalonrojo

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