Desde 1953 los vecinos del norte tenían disponible la opción de mejor capacidad dinámica de sus fabricantes, pero ésta no pasaba a nuestra frontera sino hasta 1991 que llegaría el Corvette a México, ofreciendo desempeño que sólo exóticos importados vía mercado gris podían entregar en este país.

La propuesta de Corvette que viera la luz en 1953 fue fruto de Harley Earl, jefe de diseño de General Motors , bajo la batuta de Ed Cole, ingeniero en jefe de la empresa. Este producto de Detroit se presentaría en una de las catedrales del lujo estadounidense: Los veteranos de la Segunda Guerra que regresaron de Europa buscaban opciones para disfrutar la vida tras arriesgarla en el frente, y algunos habían conocido el estilo que fabricantes como Jaguar o MG proponían en el Viejo Continente.

Ante la falta de opciones semejantes, General Motors lanzó su propuesta como convertible, transmisión automática e impulsado por un V6, el cual contaba con tres carburadores. La construcción de fibra de vidrio sobre chasis lo hacía ligero, pero aún faltaban algunos cambios para volverlo legendario.

Por qué amamos al Corvette
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La presión que la inmediata respuesta de Ford daría con el lanzamiento de Thunderbird impulsaría su carrera, pues las ventas fueron magras en el inicio: 300 unidades en 1953, 3,640 en 54 y para el tercer año escasos 700 ejemplares. General Motors no se dejaría derrotar por la tiendita de enfrente, por lo que le adaptaron un V8 y a partir de ahí repuntarían las ventas. De la mano de Zora Arkus-Duntov, ingeniero que en ocasiones es denominado “padre del Corvette ” elevaría la propuesta del vehículo. Irónicamente Arkus-Duntov no fue el padre del Corvette, sino que el atractivo de este producto en su exhibición inicial llevaría a Zora pedir empleo en GM .

Para 1957 la motorización contaría con una novedad: Fuel Injection, lo que ayudaría a duplicar las ventas. El producto no solamente se veía deportivo. Mucho antes que Ford y Ferrari pelearan en LeMans, Corvette generación 1 triunfaba en la categoría GT, en 1960.

La segunda generación , de 1963 al 67 se caracterizaría por una consolidación del volumen de ventas y el dominio en las pistas. El famoso Split window de 1963, con sus faros retráctiles, suspensión trasera independiente y medallón dividido sigue atrayendo la atención de coleccionistas en subastas. Motores de 396 y 427 pulgadas cúbicas alimentados tanto por inyección como por carburadores estaban disponibles como opción.

Por qué amamos al Corvette
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La curvilínea silueta de la tercera generación, vigente de 1968 a 1982 vería la transformación mundial pasando de la era del músculo, a la debacle de los setenta, más la era de oscuridad también marcaría su año de mayor volumen: 1979 con 53 mil unidades.

Con más de 517 mil unidades producidas, la tercera generación es la más prolífica, para luego evolucionar e instalarse en la adoración tecnológica de los ochenta.

En el cambio a la cuarta generación no hubo un modelo 1983, pero la llegada de la nueva instancia de Corvette en 1984 daría el segundo mejor año con 51 mil unidades, caracterizadas por tablero de instrumentos basado en cristal líquido y un chasis de arquitectura totalmente modernizada. El empresarial espíritu de los ambiciosos 80 vería nacer modificadores como Callaway, quienes buscaban sacarle más jugo al excelente modelo base. Ésta fue la generación que marcara la llegada oficial al mercado mexicano, en los noventa.

Por qué amamos al Corvette
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La quinta instancia de Corvette correría de 1997 a 2004, con la digitalización y la invasión de las .com mientras competidores de todo origen se incorporaban a la categoría de performance. Alemanes, asiáticos y su némesis temporal, el Dodge Viper acompañarían al Corvette en su oferta de desempeño y valor añadido. El ciclo de producto de sexta generación de 2005 a 2013 vería una propuesta con más poder y sofisticación, para cerrar con la séptima de 2014 al presente. La más reciente instancia de Corvette llega a cumplir un antiguo anhelo: el motor central.

Conceptuales fueron y vinieron, pero 2020 verá llegar en producción un motor en medio, con una carrocería tan escultórica que los aficionados contemplaban el modelo de preproducción exhibido en Los Ángeles con una expresión de arrebato similar a los visitantes que observan el David de Miguel Ángel. Corvette no tiene la mirada hacia Roma, como el florentino, sino un ojo al gato y otro al garabato pues sus contricantes llegan lo mismo de Stuttgart o Múnich que de Seúl, Yokohama, Detroit y Fremont, sumándose al gusto por la potencia tecnificada.

Por qué amamos al Corvette
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