Era noviembre de 1989 y el mundo vivía oleadas de aire renovado, de alegría y esperanza. La caída del Muro de Berlín ponía fin a una de las épocas de mayor tensión latente en el mundo, la guerra fría terminaría para dar paso a la esperanza de un futuro sin la amenaza nuclear.

Dos años antes, en diciembre de 1987 se firmaba el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF). Ronald Reagan hombro con hombro con Mikhail Gorbachov, un momento igual de histórico aunque menos recordado. El despliegue sobre Europa de un misil de la entonces URSS, un SS-20 capaz de almacenar 3 ojivas nucleares fue la gota que orilló a las naciones a firmar el INF.

La llamada “Opción Cero” (Zero Option en inglés) fue la propuesta impulsada por Reagan para lograr la eliminación total de los misiles de rango intermedio, primero de Europa y luego ampliada a todo el mundo. Desde la Casa Blanca, aquel 8 de diciembre, Reagan subrayó la importancia de un tratado que buscaba algo más allá que codificar “el status quo” o a controlar la carrera armamentista. “Por primera vez en la historia -señaló Reagan- el lenguaje de control de armas fue reemplazado por reducción de armas; en este caso, la eliminación completa de toda una clase de misiles nucleares soviéticos y estadounidenses”.

Desde octubre del año pasado, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, anunció la intención de abandonar el tratado aduciendo violaciones al mismo por parte de Rusia. La línea más dura del equipo de Trump ganó la batalla interna en el gobierno y empezando el mes de febrero se anunciaba formalmente la salida del país del INF.

Los efectos de esta decisión ya reverberan. Desde el momento del anuncio en octubre Rusia puso sobre la mesa la “necesidad de balance” que implicaría desarrollar nuevos armamentos y a una nueva carrera armamentista. Más aún, estos días, el presidente ruso advirtió que tomará represalias en caso de que Estados Unidos despliegue nuevos misiles en Europa.

Ante los integrantes de la Asamblea General de su país, las advertencias de Putin se leen más encendidas. Ahora las armas podrían apuntarse a los centros de toma de decisiones, ha dicho el presidente ruso, en clara alusión a Estados Unidos. El ataque sería asimétrico ha dicho también. Recordemos a manera de ejemplo, la “presentación” en diciembre pasado de su misil hipersónico capaz de viajar a una velocidad de 1000 kilómetros.

El mundo de hoy no es el de la Guerra Fría. La cantidad de ojivas nucleares que existen hoy, unas 15,000 no tiene comparativo con las 70,000 que llegaron a existir en la época de la Opción Cero. Sin embargo, no hacen falta 70,000 ojivas para poner en tensión a la humanidad entera. Uno de los principales motivos de Donald Trump para abandonar el tratado es su intención de reconstruir sus reservas de armas de rango intermedio. Un paso en falso hacia la carrera armamentista.

"Solo podemos esperar que este acuerdo histórico no sea un fin en sí mismo, sino el comienzo de una relación de trabajo que nos permita abordar los otros problemas urgentes que tenemos ante nosotros: las armas nucleares estratégicas ofensivas, el equilibrio de las fuerzas convencionales en Europa. Los conflictos regionales destructivos y trágicos que acosan a muchas partes de nuestro mundo, y el respeto por los derechos humanos y naturales que Dios ha otorgado a todos los hombres” concluía Reagan en 1987. Treinta y dos años después ese noble fin parece escurrirse entre nuestros dedos.

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