Luego de una cerrada votación (306-325) Theresa May, primera ministra del Reino Unido, logró mantener la confianza del Parlamento para continuar en el cargo. Nimia victoria frente al desafío que se presenta ahora para destrabar este entuerto que empezó hace más de dos años como resultado de un referéndum mal calculado.

Es verdad que era muy difícil que el gobierno encabezado por May cayera luego del rechazo parlamentario al acuerdo acordado con Bruselas para concluir la salida del Reino Unido de la Unión Europea. A pesar de la contundencia de la votación a principios de esta semana (432 en contra y 202 a favor) se preveía muy difícil que su propio partido abandonara a May al grado de hacer caer a su gobierno. Recordemos además, que las elecciones anticipadas luego de una censura no garantizan que quienes hoy ocupan un espacio parlamentario puedan volver a ocuparlo.

Pero el escenario, lejos de aclararse, sigue enturbiándose.

Ahora May se enfrenta al reto de presentar un plan alternativo al rechazado en tan sólo tres días. Debe volver a Bruselas a negociar las pocas concesiones que le puedan ofrecer y presentarse una vez más ante el Parlamento que podrá, nuevamente, rechazar el acuerdo dejando abierta la puerta al peor escenario posible: un Brexit sin acuerdo que ponga en riesgo la economía del país.

Una salida desordenada, sin tiempos de transición, sin ajustes para los derechos de los ciudadanos, con tarifas arancelarias regidas por normas OMC y sin determinar lo que sucederá con Irlanda y las fronteras, sería caótico para los británicos.

Por el momento, la casilla siguiente parece que será solicitar una prórroga a la fecha fatal del Brexit, el 29 de marzo. Luego de la votación del martes, parlamentarios de distintos partidos se manifestaron a favor de apoyar dicha solicitud, amparados en el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea.

La prórroga, por supuesto, no es una solución final sino únicamente un aplazamiento en aras de buscar un mejor acuerdo con Bruselas. Con todo, la propia Theresa May se ha manifestado en contra de solicitar un cambio en la fecha del Brexit, quizá porque piensa que si en dos años y medio no ha podido negociarse nada mejor, en unos meses será todavía más difícil.

Muchos en su propio partido no piensan igual. Recordemos que una buena parte de ellos hicieron campaña incluso para permanecer en la Unión. Por tanto, para muchos de ellos su mejor escenario sería un nuevo referéndum y por tanto necesitarían el aplazamiento.

Esa sería la respuesta a por qué algunos de su partido y aliados votaron en contra del plan pero a favor de May en la moción de la censura. Si aquellos partidarios del Brexit siguen presionando por salir pero sin votar un plan de salida, se perfila el peor escenario y puede ser el pretexto perfecto para conseguir un segundo referéndum que pudiera darle la vuelta a aquel de 2016, cuando se dijo SÍ al Brexit.

La opción del nuevo referéndum sería apoyada por una mayoría laborista pro Unionista. Con todo, no existe claridad en torno a que los ciudadanos británicos pudieran llegar a votar distinto ahora de como lo hicieron en 2016. Sin embargo, la posibilidad de mantenerse en la Unión Europea se mantendría aunque a un costo muy alto.

Quizá para Theresa May, primera ministra del Reino Unido, lo mejor que hubiera podido pasarle habría sido la censura. La debilidad de su gobierno es ahora evidente y se antoja difícil que lo que presente el próximo lunes sea mejor recibido por el Parlamento.

Internacionalista

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