El gusto por realizar sus actividades laborales desapareció desde hace semanas. Está fastidiada. Siente mucho miedo. No desaparece esa sensación extraña en el estómago. Cree que le va a ocurrir algo a ella o a su familia. Está desganada. No sabe cuál es el motivo. Sólo quiere dormir. Se cansó de escuchar la frecuencia del equipo de radiocomunicación de la policía capitalina.

En sus oídos, durante las 24 horas continuas que labora, sólo entran malas noticias: un pequeño de siete años fue atropellado por la zona de Tlatelolco; un padre violó a sus hijos; se perdieron niños que quizá nunca aparezcan.

Pero hay algo más que la angustia en extremo. Uno de sus compañeros recibió un disparo de arma de fuego y murió.

No le parece normal lo que siente. Entra a internet para buscar una explicación que responda a sus síntomas y se encuentra con algo que no le gusta nada: son signos de depresión. La idea de acudir a solicitar atención del servicio médico al que está afiliada (ISSSTE) queda descartada porque piensa que tendrá que hacer muchos trámites burocráticos.

Prefiere ir con un siquiatra particular, quien le confirma que está en medio de una crisis depresiva, y de su mano comienza un tratamiento sicológico.

El caso de Mariela Reyes —quien omite su nombre real por temor a despido o alguna otra represalia por parte de sus superiores— es sólo uno de los mil 935 que figuran en la lista de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México (SSPCDMX) a quienes se les diagnosticó depresión entre enero de 2013 a agosto de 2016.

En ese lapso, las cifras aumentaron: 2013 presentó 417; 2014, con 483; 2015, con 581 y 2016, con 306 casos de elementos de la Policía Preventiva (PP) y la Policía Auxiliar (PA).

Un registro que incluye 883 mujeres y 904 hombres de ambas corporaciones.

En tanto, en la Policía Bancaria e Industrial (PBI) el recuento oficial señala la siguientes cifras: 2013, con 33; 2014, con 43; 2015, con 48 y 2016, con 24 (se desconoce el sexo), de acuerdo con oficios obtenidos vía transparencia en poder de EL UNIVERSAL.

Los policías también lloran
Los policías también lloran

En total, 3 mil 238 policías capitalinos han sido diagnosticados con depresión o ansiedad, es decir, 3.7%. Algunos de los factores que intervienen para que los policías de la entidad gobernada por Miguel Ángel Mancera padezcan depresión son: estrés laboral, largas jornadas de trabajo (de 24 por 48 horas, 12 por 36 y 24 por 72 horas), deterioro de la vida familiar y sentimiento frecuente de vulnerabilidad de riesgo, entre otros, señala el doctor Guillermo Zepeda Lecuona, experto en temas sobre desarrollo institucional, reforma judicial, seguridad ciudadana y justicia penal.

Además de la presión de lidiar con delincuentes, ellos “tienen que tolerar a los directivos que generalmente les exigen resultados sin darles todos los insumos para desarrollar su labor adecuadamente, y la sociedad, que no siempre aprecia su trabajo”, agrega el también investigador de El Colegio de Jalisco.

La depresión es una enfermedad caracterizada principalmente por sentimientos de tristeza, apatía, agobio, irritabilidad. Se deja de sentir y disfrutar actividades como leer, ir al cine, platicar, bailar, etc. Son muy agobiantes.

Hay cansancio, dolores de cabeza, desgano. Se altera el sueño y el apetito —aumentan o disminuyen—, explica el doctor Francisco Shimasaki Martínez, siquiatra adscrito al Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez.

Shimasaki expone que los policías primero padecen el síndrome de Burnout o “síndrome del trabajador quemado”, que consiste en un desgaste laboral que apareció a inicio de los años 70. “Eran las personas que presentaban estrés, se tornaban irritables, atendían mal a la ciudadanía, no cumplían con sus funciones. Se ausentaban. Es el preámbulo que conlleva a un cuadro depresivo”, señala.

La policía capitalina cuenta con alrededor de 88 mil elementos, los que padecen depresión representan cerca de 3%. Y aunque pareciera una cifra baja, Zepeda Lecuona afirma que no lo es. Sobre todo en una institución altamente jerarquizada “va a ser difícil que alguien reconozca [que tiene] depresión, es un porcentaje significativo y consideremos que todavía puede haber muchas irregularidades de subregistro con muchas personas […], puede ser una cifra aún más inquietante”.

Atención y medicamentos

Van tres años desde que Mariela Reyes vive con miedo a morir, a andar sola en la calle y en el transporte público. Sufre de agorafobia.

A casi todos lados va con su esposo, quien también es policía preventivo. Las crisis de angustia por estrés laboral iniciaron en 2013, cuando acudió por primera vez al siquiatra y le recetaron haldol, clonazepam y sertralina de 50 miligramos durante tres meses.

No hubo mejora, así que acudió a otro hospital privado, pero tampoco obtuvo resultados. Dejó el tratamiento, no porque se sintiera mejor, sino porque los síntomas no desaparecían.

De los mil 787 policías preventivos y auxiliares a los que se les diagnosticó depresión, sólo hubo 556 consultas de “primera vez” para recibir terapia sicológica: 129 en 2013; 137 en 2014; 218 en 2015, y 72 en 2016.

A su vez, no se cuenta con registro de que hayan recibido tratamiento médico y antidepresivos, “toda vez que el manejo de trastornos depresivos es un padecimiento atendido en segundo nivel de atención médica por un especialista en psiquiatría, y la Dirección de Servicios Médicos sólo proporciona atención médica de primer nivel y no cuenta con expertos en el tema”, refiere la información proporcionada por la SSP capitalina a EL UNIVERSAL.

En cuanto a los 148 elementos de la Policía Bancaria e Industrial, éstos “recibieron orientación sicológica por parte del área de Psicología Preventiva de la Subdirección de Servicios Médicos Integrales, sin ser sometidos a terapias sicológicas”. De éstos, 103 obtuvieron tratamiento médico y antidepresivos: 24 en 2013; 29 en 2014; 29 en 2015, y 21 en 2016.

Los medicamentos recetados fueron escitalopram, fluoxetina, paroxetina, sertralina, duloxetina, venlafaxina, amitriptilina, imipramina, mirtazapina y atomoxetina, oficialmente.

Ansiedad, otro lado oscuro

Su ritmo cardiaco se acelera a más de 100 latidos por minuto. Acaba de volver del trabajo a su hogar. Está desvelada por las 24 horas continuas de labores y aun así no puede dormir. Su esposo no está en casa, tuvo que trabajar y la desesperación la invade. Cree que va a morir. Quiere aventarse por la ventana, pero intenta calmarse y le llama a uno de sus familiares para que vaya a cuidarla. Sabe que esa noche de enero de 2016 no es apta para atender a sus hijos.

Al día siguiente, busca apoyo en una siquiatra, quien le dice que tuvo una crisis de ansiedad. A partir de ahí, Mariela acude cada mes a su cita, está en tratamiento, tomará sertralina y clonazepam en gotas hasta que se reduzcan los síntomas de “depresión moderada” que presenta.

La ansiedad y la depresión van relacionadas. “Es difícil imaginarlas solas. Pero la ansiedad agrava y complica una depresión. La ansiedad implica sensaciones como la desesperación, el miedo de perder el control, una sensación de muerte inminente. Hay muchos otros síntomas como pueden ser taquicardia, dificultad para respirar, tensión muscular, dificultad para relajarse. No hay apetito, incluso puede haber hasta evacuaciones diarreicas por el simple hecho de tener mucha ansiedad”, explica Shimasaki.

Sobre la ansiedad, cifras obtenidas a través de InfoCDMX muestran un total de mil 303 policías capitalinos (mil 219 de la PP y 84 de la PBI) con ese diagnóstico: 2013, con 336; 2014, 371; 2015, con 362, y 2016 con 234 casos.

Estos dos padecimientos también pueden traer a largo plazo otros males en el sistema inmunológico, como ser más propensos a las infecciones. El sistema digestivo se altera, hay colitis, gastritis, mala absorción de nutrientes. También se pueden presentar alteraciones cardiacas, aumento de la presión arterial, y en personas susceptibles incluso puede haber infartos, explica el médico siquiatra.

Mariela Reyes apenas rebasa los 30 años de edad. Dice que ha aprendido a vivir con los males que la aquejan porque no ve ninguna mejora; sus síntomas persisten.

Su doctora le ha dicho que por el momento no se curará debido a que sigue en un estrés completo. Le recomienda que haga un cambio de actividades, pero ella lo ve difícil pues, dice, no puede dejar su trabajo como policía el cual inició desde hace más de 10 años.

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