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Ángel y Raquel llegaron a Playa del Carmen hace más de 10 años. Desde entonces quedaron prensados de la belleza natural del Caribe Mexicano, la calidez y la tranquilidad y seguridad que aún encuentran en el corazón de la Riviera Maya.

Junto con Emiliano e Ixchel —sus hijos de 19 y 11 años— conforman una familia que no checa con el estereotipo gringo. Ellos buscan enriquecerse de la cultura mexicana, sus colores, sabores, su música y su historia.

Raquel asegura que gran parte de los estadounidenses que viven aquí son comunidades muy cerradas: sólo hablan inglés, llevan a sus hijos a ciertas escuelas y se desarrollan en una especie de colonias que replican los hábitos del país del norte.

“Muchos de ellos ni siquiera hablan español [...] Yo no vine aquí para vivir como en los Estados Unidos”, asegura.

Lo primero que Raquel expresa cuando se le pregunta sobre el presidente Donald Trump es: “Not my president”. Ángel se niega incluso a mencionarlo. “Ama a tu vecino como a ti mismo. Cerrarle la puerta al vecino va contra todo lo que aprendí en Estados Unidos”.

Esta pareja conoció de cerca lo que es vivir con el peso de los estigmas y de la discriminación en su propio país. Ángel nació en Puerto Rico y a los siete años se mudó a Nueva York con su familia. Raquel, nació en California, pero es hija de mexicanos. Los dos lidiaron con difíciles situaciones desde pequeños.

“Nómadas y libres”, como ellos se definen, no han decidido si México será su hogar para siempre. “Con eso tomo una responsabilidad de contribuir como se pueda”, dice Raquel.

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