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“Cuatro Ciénegas, Coahuila, El paraíso perdido”, es una ciudad que ha sobrevivido miles de millones de años, y ha sido testigo de cinco extinciones masivas, además de diversas eras glaciales, que busca mantener su diversidad ante la presión por la disponibilidad del agua para cultivos en la zona, afirman investigadores.

En sus pozas, que parecen grandes charcos, se conservan los secretos del origen de la vida en el planeta.

Este ha sido el motivo por el que un grupo de investigadores conformado por la bióloga Valeria Souza y su esposo, el científico Luis Eguiarte, se interesaron en esta zona del desierto chihuahuense desde hace 15 años.

Al evento, en el Club de Industriales, asistió Richard Lenski, miembro de la Academia Nacional de Ciencia, quien participó con la presentación de la conferencia “Time travel un experimental Evolution”, en la que Valeria Souza y su esposo se inspiraron para salvar la zona de Cuatro Ciénegas.

Lenski aseguró que Darwin estaba equivocado porque pensaba que la evoluación no se produce en pasos tan lentos y en cambios que no pueden ser observados a simple vista. Por el contrario, las bacterias se pueden multiplicar hasta por 59 mil generaciones, aseguró ante empresarios, académicos y estudiantes de diversas instituciones.

El científico de la National Academy of Science, explicó que a través de su estudio observó la evolución de las bacterias en una forma real. Constató que en sus experimentos las bacterias se multiplicaban de tamaño, mutaban con rapidez y eran más eficientes en el uso de la glucosa en las solución en donde logró que se cultivaran.

En su intervención, Valeria Souza, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) refirió que con sus estudios pretenden comprender la complejidad de la naturaleza, “saber qué pasa allá afuera” y lamentó que todas las bacterias que han sobrevivido por millones de años, “que incluso han sobrevivido a extinciones, pero no a nosotros”.

Valeria Souza invitó a la sociedad a salvar esta reserva natural y añadió: “Sólo la educación podrá salvar este paraíso”. Junto a su esposo investiga sobre este ecosistema paradigmático, donde realizaron un proyecto de la NASA dirigido al estudio de bacterias.

Cuando los científicos descubrieron que los ranchos alfareros y su extracción indiscriminada de agua lo habían devastado, decidieron investigar para resolver los misterios científicos del sitio y tratar de transformar conciencias para proteger el ecosistema.

Por ello, pretenden comprar a los ejidatarios las tierras, que además no les dan beneficio, puesto que la siembra cada vez es más pobre y les deja menos recursos de ganancia.

Valeria Souza precisó que la única forma de acelerar el proceso de protección es a través de la compra de los terrenos y que el gobierno federal no puede cederlos ni tomar una decisión sobre ellos, porque “es propiedad privada”.

Agregó que la percepción de sus pobladores es encontrar el vínculo entre sus aspiraciones de desarrollo humano y, al mismo tiempo, de la conservación del sitio, incluso han propuesto alternativas productivas en el campo como el cultivo de nopal en lugar de la alfalfa.

Detalló que por cada kilo que producen de nopal, los ejidatarios tienen un ahorro de 100% de agua, lo que abarata los costos.

La bióloga expresó que el proceso para generar conciencia de la zona de Cuatro Ciénegas está dando un valor distinto a su naturaleza y va por el camino correcto.

Aseguró que la gente se dio cuenta de que tratar de secar esta zona y sus mantos, es una historia desagradable que no se debe repetir.

Un problema constante entre los habitantes más longevos de esta reserva de flora y fauna, es que a lo largo de su vida han tenido la creencia de que el agua de estos pozos no se va a terminar nunca y que por ello no importa si la gastan en actividades como el cultivo de alfalfa en lugar de preservar el ecosistema. Los lugareños dicen que al querer proteger sus tierras, se atenta contra su forma de subsistencia que se basa en cultivos, puesto que requieren mucha agua en medio del desierto.

“La mayoría de la gente entiende que tiene que cambiar sus prácticas agrícolas y quieren vender sus tierras porque sacan poco dinero a esa alfalfa, además de que están conscientes de que no pueden acabar con el ecosistema”, dijo.

A su vez, el fotógrafo David Jaramillo agradeció a los investigadores por la oportunidad de participar en este proyecto de imagen, y recordó que llegó a Cuatro Ciénegas gracias a un taller de educación ambiental.

Detalló que su trabajo gráfico, además del documental que ha realizado sobre la zona tiene un escenario científico y una belleza biológica, que busca encontrar un conductor sociológico.

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