Las palomas han tenido diferentes significados para el ser humano, desde símbolos de paz hasta la figura de Astarté, diosa del amor y la fecundidad, pero una de las atribuciones más específicas que se les ha dado es el de llevar información, situación por la que se les conoce como mensajeras. Este tipo de aves descienden de la paloma salvaje denominada columba livia. En México se clasifican por colores, las más comunes son el “azul rodado”, bronceado, “azul empedrado” y el “grisli”.

Estas aves han jugado un papel importante en la historia. Existen registros de que las antiguas civilizaciones comenzaron a utilizarlas como medio de comunicación, entre la que se encontraba la griega, quienes anunciaban a los ganadores olímpicos a través de palomas mensajeras. Los recados eran llevados en un pergamino atado a una de sus patas.

En los conflictos bélicos fueron decisivas, sobre todo en las dos guerras mundiales. En ellas se enviaban los posicionamientos del enemigo e informaciones falsas para confundirlos.

También han cumplido como comisionadas de noticias. El primero en utilizarlas para ello fue Paul Julius Reuter, fundador de la agencia de noticias Reuters. Combinaba la telegrafía con las palomas, puesto que había puntos en los que este servicio no podía llegar y se servía de ellas para llevar la información.

Al paso del tiempo, las tecnologías evolucionaron y las palomas fueron relegadas de la función de llevar mensajes. Así que su actividad cambió de mensajeras a deportistas. En 1818 se fundó en Bélgica la primera sociedad dedicada a la colombofilia, lo que consiste en la técnica o afición de la cría y adiestramiento de las palomas mensajeras. En nuestro país se atribuye a Enrique Salcedo la introducción de esa actividad que, en 1928, forma la primer Asociación de Colombófilos de México.

EL UNIVERSAL entrevistó a seis diferentes colombófilos que nos compartieron todas sus experiencias al ejercer este peculiar deporte.

Pero, hay algo que recalcar, las palomas no entregan mensajes en las ventanas de las personas: “Es un mito que una paloma mensajera viaje de un lugar determinado a otro. Ellas sólo llegan al lugar donde nacieron, a su palomar. Antes lo que se hacía es que se intercambiaban las palomas para llevar los mensajes [entre una persona y otra]”, dice en entrevista Eduardo Castro, colombófilo, y añade: “En las guerras mundiales tenían palomares móviles”.

Los palomares son las instalaciones en donde nacen y se crían las palomas. “A mi palomar le caben alrededor de 50 palomas, que es más o menos el promedio. Deben tener ciertas especificidades; por ejemplo, una temperatura de alrededor de 27 grados centígrados. Para conservarlos, el techo es de unicel. Para tener uno se necesita un espacio muy grande, de preferencia en una casa, porque en una unidad habitacional es casi imposible”, detalla Ismael Granados, otro aficionado a esta actividad.

Mauricio Farfán, otro colombófilo, quien asegura ser de los pocos en la capital en tener un palomar con capacidad para 400 palomas y de importarlas desde Europa, explica que “la mayoría de nosotros buscamos meter un sólido y después un temblante, una madera o un cartón, para que la temperatura no varié. Yo encontré un material que es enchapado de poliuretano, que al fin mantiene la misma lógica”.

Una pasión que se vive

La clase obrera fue la que popularizó este deporte. Empezaron a organizar carreras de palomas con apuestas monetarias. Al principio se resolvían a la vista, es decir, ganaba la paloma que primero se posaba en su palomar. Pero hubo la necesidad de obtener de forma más fiel a la ganadora. Para esto se inventó el “reloj constatador”, una especie de checador al cual se le introduce el rossor, un anillo que se coloca en la pata de la paloma. En cuanto ésta llega del lugar de inicio de la carrera a su palomar, el rossor registra la hora de llegada y la imprime.

La ganadora de la carrera se obtiene por la velocidad promedio de cada ave participante. Ésta se calcula dividiendo la distancia recorrida, en kilómetros, entre el tiempo recorrido, en minutos. La paloma con el mayor número de metros recorridos por minuto es la vencedora.

Actualmente, las competiciones abarcan cinco etapas. Cada una consiste en una carrera semanal, en la que las palomas recorren un cierto kilometraje en un mismo día. Conforme avanzan las semanas, el kilometraje aumenta. La etapa uno comienza por los 200 kilómetros y la última puede llegar hasta los 600. Las palomas registradas deben volar en todas las etapas. La que registre mejor tiempo en cada etapa es la ganadora del Derby, el título del galardón. Aquí en la Ciudad de México las competencias y los entrenamientos se hacen en otoño, entre octubre y noviembre.

“La premiación es más que nada simbólica, el premio no es proporcional a lo que le invertimos a las palomas, pero lo que nos mueve es el ego de sabernos el mejor entrenador y que nuestra ave fue la mejor”, dice Mauricio.

Pero, ¿cómo es que las palomas mensajeras se orientan y saben cómo llegar? Según Ismael, “hay muchas hipótesis, pero la más aceptada hasta el momento indica que las palomas tienen unas magnetitas, que serían como un sexto sentido que les permite reaccionar al campo magnético de la tierra; entonces uno las puede llevar a cualquier lado, pero el ave buscará retornar a su palomar por ese ‘don con el que están dotadas’. Digamos que van guardando referencias del camino, lo que ayuda al retorno. Otras teorías dicen que es el sol o el olfato”.

Ismael explica que hay ciertas limitaciones para las competencias. “Nosotros sólo podemos volar palomas del norte hacia la Ciudad de México, no podemos volar en los cuatro puntos cardinales por las condiciones geográficas que hacen dificultosos los vuelos, pues nos encontramos entre las Sierras Madre y las palomas suelen perderse. Hay otros sitios en donde no se tiene ese problema, tal es el cado de Guadalajara, ahí pueden volar para todas direcciones”.

Dice que hay diferentes tipos de carreras a las cuales se pueden inscribir a estas aves. “Aquí existen palomas velocistas, de medio fondo, fondo y de gran fondo. Las primeras son explosivas y muy rápidas, pero nada más soportan 350 km de distancia. Las segundas, las de medio fondo, se caracterizan por volar de 350 a 500 km; las terceras, de fondo, soportan distancias de 550 km a 700 km, y las cuartas, de gran fondo, vuelan de 800 km en adelante, estos son vuelos más difíciles y representan mayor desgastante porque el vuelo es en una sola exhibición”.

“Este deporte requiere mucha disciplina, constancia y compromiso. Para entrenarlas lo primero que hago es dejarlas en el asoleadero unos días, un espacio enrejado fuera del palomar, para que reconozcan su entorno. Después las voy soltando poco a poco, primero en casa y luego a distancias cortas. Para llamarlas uso un silbato y les ofrezco comida cuando llegan. Todas las mañanas las saco a volar un rato y dejo que se den su vuelta”, narra Ismael.

En cuanto a qué edad la paloma empieza a ser apta para competir, Eduardo detalla que : “Las palomas empiezan a competir cuando tienen entre ocho y nueve meses de edad. En esta etapa son todavía pichones. La mayoría de los campeonatos son enfocados a las palomas de esta edad. Al año cumplido son adultas y para ellas hay otro tipo de competencias o, en todo caso, se vuelven reproductoras. Las palomas se comienzan a preparar desde los tres meses de nacidas y necesitan al menos cinco meses de entrenamiento para poder competir”.

Actualmente, la colombofilia es un deporte que se practica, principalmente, en Europa. En sus últimas estadísticas, de 2015, la International Colombophile Federation (FCI, por sus siglas en francés), que agrupa 65 países de cuatro continentes, cuenta con más de 230 mil miembros. Mientras que México registra mil 550 asociados países como Polonia, que posee el mayor número de afiliados, existen 43 mil.

En nuestro país, la colombofilia tiene su principal punto en Guadalajara. “Ahí están los gruesos de los colombófilos, compiten de 30 mil hasta 45 mil palomas. Allá es un poco más sencillo porque ciertas cosas son más baratas como el alimento”, considera Ignacio Vázquez, miembro de la Asociación Colombófila La Villa A. C. Por su parte, Ismael precisa que “a cada paloma se le ha de invertir como 550 a 600 pesos en el lapso de un año.

“Aquí en la ciudad la colombofilia ha perdido su auge, porque es una actividad cara, porque los alimentos son costosos, las vitaminas son de importación. Allá en Guadalajara es un poco más barato. Además allá son como 300 colombófilos y aquí hay 150”, asegura Ignacio.

Eduardo Castro, por su parte, expone que antes era más difícil acceder a este deporte, porque la gente era mucho más cerrada. “Si uno se acercaba a pedir consejos no nos los daban. Ahora es muy distinto, incluso me han regalado palomas para comenzar”.

Más que un estilo de vida

“Yo empecé por casualidad a tenerlas porque me llegaron unas a mi casa; llevo 30 años en esto. Alguna vez me quise retirar, pero es tanta la pasión que regresé. Para nosotros llegar a ver volar una paloma es adrenalina, nos ponemos nerviosos. Si una llega herida nos da tristeza, porque luego son los cazadores y los halcones, en especial los peregrinos, los que las atacan”, relata Ignacio sobre cómo se inició en la práctica de este deporte.

Además, externa que existe mucha gente longeva en la colombofilia. “Hay colombófilos que tienen 55 años ejerciendo el deporte, por ejemplo, Lalo Buenrostro, quien fue el fundador del primer club llamado LACA, que es uno de los clubes más importantes de la ciudad. Ya hay muchos más fuertes como La Villa, Satélite, ya no es como antes, que sólo había un solo club y nada más”.

Por su parte, Arturo Mejía, otro aficionado a este deporte, relata que comenzó desde pequeño. Sus abuelos tenían palomas corrientes y le gustaban mucho. “Es algo que se trae en la sangre, es una pasión muy fuerte. Luego me vine a Iztapalapa y vi a unas palomas volando y pregunté por ellas, me las vendieron y así empecé. Llevo unos 35 años en esto”.

Uno de los grandes temores de los colombófilos son los depredadores naturales y los cazadores, que ubican la temporada de campeonatos y salen a la caza de palomas. Ignacio comenta que “muchas veces llegan las palomas abiertas o desechas de las alas o simplemente no llegan. Además, nos preocupa el clima, porque es un factor bien importante para que la paloma llegue y vuele bien”.

Arturo con un gran entusiasmo expresa que quienes tienen palomas son entrenadores y hasta veterinarios, porque cuando llega una paloma herida ellos la curan.

“Si nos fuéramos a guerra en este momento, la Sedena se apropiaría de nuestras palomas, ya que saben que es un medio de comunicación eficiente. Es una especie de trato que tenemos con ellos”, explica Ignacio.

En cuanto a las anécdotas con sus aves son variadas. Van desde la satisfacción de verlas colocarse como las vencedoras hasta verlas llegar heridas por algún obstáculo o por maltrato. “Yo crié una paloma roja, son aquellas que sus plumas son de un tono carmesí, y la vendí. El que me la compró le cortó las plumas de las alas y la paloma llegó a mi casa a los tres días, él llegó a reclamármela. Le dije que no se la iba a regresar y en tono de broma me contestó que de seguro la paloma regresó brincando de azotea por azotea porque no tenía cómo volar. Imagínate el esfuerzo que hizo esa paloma para llegar a su casa, eran como 30 km de distancia”.

Por su parte, Ismael relata que la experiencia más bonita que tuvo fue que una paloma lo hizo ganar el Derby, una de las competencias más importantes del ramo. “Imagínate si es satisfactorio verlas llegar, cuando tienes el diploma es otra cosa. Por otro lado, una de mis palomas llegó abierta casi por la mitad, pensé que debía de ‘dormirla’, pero me sorprendió que, a pesar del estado en que estaba, hubiera llegado, así que la curé y todavía anda por ahí. Es sorprendente el amor que le tienen a su palomar”.

Así las palomas mensajeras pasaron de ser comunicadoras a deportistas de alto rendimiento. “Nos toca a nosotros preservar este deporte que nos enseña que el amor por el lugar de nacimiento tiene más peso que cualquier otra cosa en el mundo”, afirma Ismael.

Google News

Noticias según tus intereses