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El papa Francisco invitó a los mexicanos a involucrarse en todas las iniciativas que hagan de México una tierra de oportunidad, en la que no se tenga que llorar por quienes son destruidos por los “traficantes de la muerte”.

Durante la misa que celebró en el municipio más poblado de América Latina, marcado por la inseguridad, la violencia y la pobreza, instó a la sociedad a participar en la construcción de un país “donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos”.

En la ceremonia que se celebró en un predio de 45 hectáreas localizado en la zona de El Caracol, en el fraccionamiento Las Américas, a la que convocó a aproximadamente 320 mil personas, según el conteo del gobierno del Estado de México —que será la que más asistentes reunirá durante su estancia en el país—, el jerarca católico pidió a todos los habitantes que “estén en primera línea”, a “primerear” todas las propuestas, que permitan tener “una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte”.

En la homilía que dirigió a católicos que caminaron alrededor de 12 kilómetros para ir y venir a la celebración, que soportaron temperaturas en la madrugada de dos grados centígrados y de 25 durante el acto litúrgico, y a quienes llegaron en camionetas de lujo e ingresaron por un acceso sin mucho esperar, expuso que esta tierra tiene un sabor guadalupano.

“La que siempre es Madre se nos adelantó en el amor, y digámosle desde el corazón: Virgen Santa, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz”, expresó.

Demostrar la solidaridad. El Obispo de Roma hizo suyas las palabras que había dirigido el beato Paulo VI al pueblo mexicano.

“Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable, no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones”, expuso Francisco.

El beato Paulo VI había invitado al pueblo mexicano a estar en primera línea en todos los esfuerzos. “Para mejorar la situación de los que sufren necesidad, a ver en cada hombre un hermano y, en cada hermano a Cristo”, recordó.

Ataviado con una casulla morada, Francisco, quien estuvo acompañado por más de 150 arzobispos y obispos de México, externó que “Cuaresma es tiempo de conversión, porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos”, dijo.

La Cuaresma, afirmó, es tiempo para desenmascarar a las tres tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar: la riqueza, la vanidad y el orgullo.

La tentación de la riqueza es adueñarse de bienes que han sido dados para todos, “es tener el pan a base del sudor del otro o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta, ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos”. Mientras que la vanidad es “la búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la de los demás y va dando paso al orgullo, al sentirse superior al otro.

Pidió que los fieles entiendan que “no se puede dialogar con el Diablo”, porque siempre se pierde.

Al final de la misa pidió a los católicos mexicanos que recen por él.

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