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A Inés, de ocho años, su abuela la vistió de china poblana, le puso unas pestañas tricolores y la peinó de trenzas. Sentada en la plancha del Zócalo, exclama: “¡Mira, la bandera!”, cuando se enciende Palacio Nacional.

Son los minutos previos a la conmemoración del 205 aniversario de la Independencia de México, en que miles de ciudadanos tuvieron que entrar al primer cuadro a cuentagotas debido a los arcos de seguridad instalados en las calles de Madero, 5 de Mayo, 16 de Septiembre, Pino Suárez y 20 de Noviembre.

Mientras, los empleados del gobierno federal y del Estado de México entraron por las calles de Pino Suárez y Corregidora, para quedar justo debajo del balcón presidencial.

Alrededor del Zócalo fueron vistos camiones que trajeron desde el Estado de México a decenas para atestiguar el tercer Grito del presidente Peña Nieto, esta vez sin cena posterior, por la austeridad.

“Vengo desde hace más 50 años, me traía mi madre desde la edad de Inés”, asegura la abuela de Inés, María Alejandra Galicia, cuya niñez la vivió en Pino Suárez número 56.

“Mi madre nos traía, aquí vivíamos; ahora traigo a mi nieta y a mis hijas. Para mí venir es un orgullo, todavía habemos muchos que nos nace venir a festejar el Grito”, dice la señora Galicia, quien llegó desde las seis de la tarde para estar lo más cerca posible del balcón presidencial.

Ella, como otros miles que acudieron a la verbena popular, pasó por tres filtros de seguridad, donde elementos de la Policía Federal y del Estado Mayor Presidencial revisaban bolsas, mochilas y chamarras para detectar objetos como cuchillos, navajas o armas.

Todas las personas fueron sujetas a esta rigurosa revisión, en la que incluso se prohibió el acceso con paraguas. Los palos de banderas también fueron retirados para evitar así posibles agresiones.

En total, los asistentes a la fiesta de Independencia tuvieron que esperar 10 minutos, desde el primer filtro en las calles aledañas, como Bolívar; el perímetro del primer cuadro fue resguardado por policías capitalinos, equipo antimotines y fuerzas federales.

Al dejar atrás los filtros de seguridad, el ambiente fue de fiesta. En el asta bandera se instaló un escenario donde se presentaron artistas como Los Recoditos, Moderatto y La Arrolladora Banda El Limón, esta última que puso a bailar y cantar a hombres y mujeres al ritmo de La Suata o Ya es muy tarde.

Los mexicanos aquí no repararon y usaron pelucas y sombreros tricolores, así como playeras estampadas con trajes de charro y bigotes negros de revolucionarios.

Pero quienes más disfrutaron la verbena fueron los niños, quienes se pintaron el rostro con la bandera nacional y corrían sonrientes tras los globos en forma de lápiz que se podían comprar por 10 pesos.

Por la noche, la amenaza de lluvia estaba presente, pero ni siquiera el clima pudo mermar el ánimo de miles de ciudadanos.

La música suena a todo volumen, la gente baila, celebra y arenga sin consignas políticas o partidistas; el símbolo nacional que une a todos es la Bandera.

A las 11 de noche, tras el repicar de la campana de Palacio, un grito une a las almas reunidas en el corazón político de la nación. “¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”, se escucha en la plancha donde hoy volverán a juntarse más almas para cerrar una fiesta más, la fiesta de México.

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