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Guadalajara.— Cerca de un millar de policías de prácticamente todas las corporaciones que operan en la metrópoli tomaron la mañana de ayer miércoles la catedral de Guadalajara, pero esta vez no los convocó ninguna emergencia, sino una necesidad: la de congregarse para orar por sus compañeros caídos y pedir por todos los policías que arriesgan su vida cada día al salir a patrullar las calles.
Antes de iniciar, los agentes se organizaron por pelotones para ir entrando a la catedral y ocupar los lugares destinados a cada corporación; así, agentes de la Fuerza Única, de la Policía Vial y de las policías municipales de Guadalajara, Zapopan, Tlajomulco, Tlaquepaque y Tonalá llenaron las bancas de la iglesia.
Antes de que el cardenal tapatío Francisco Robles Ortega iniciara la ceremonia, postergada desde enero pasado como parte de la celebración del Día del Policía, una monja leyó el recuento de los más recientes agravios:
Cinco elementos de la Gendarmería Nacional caídos el 19 de marzo durante un enfrentamiento en Ocotlán; 15 elementos de la Fuerza Única de Jalisco abatidos el 6 de abril en una emboscada en el municipio de San Sebastián del Oeste, mientras transitaban por la carretera que lleva de Mascota a Puerto Vallarta; el jefe de policía de Zacoalco de Torres, asesinado ese mismo 6 de abril; un agente investigador de la fiscalía caído en Autlán durante los enfrentamientos registrados el viernes pasado, y seis militares muertos en el municipio de Villa Purificación tras el ataque a un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Esta misa, explicó más tarde el director de la Policía de Guadalajara, José Ángel Campa Molina, se realiza año con año para los integrantes de todas las corporaciones, pero en esta ocasión también se decidió ofrendarla en memoria de los agentes caídos durante los distintos hechos violentos que han sacudido al estado.
Desde el altar, el cardenal tapatío Francisco Robles Ortega se dirigió a los uniformados para hacerlos reflexionar sobre la labor social que tienen y lo que representan para la seguridad de una comunidad, los convocó a no dejar la lucha por la justicia, a no claudicar... en silencio, muchos reflexionaban.
El fiscal central Rafael Castellanos subió al púlpito para leer uno de los pasajes bíblicos de la ceremonia, y desde los pelotones congregados se fueron desprendiendo algunos uniformados que se dirigieron a los confesionarios para dejar ahí algunas de sus cargas. De pronto, una figura se separó de la tropa, era el fiscal general del estado, Luis Carlos Nájera, quien se dirigió a un confesionario y se arrodilló.
Durante el sermón, el cardenal Robles habló del perdón y convocó a los policías a no sólo orar por sus compañeros —vivos o muertos— sino también a rezar por “aquellos que causan mal y muerte” para que recapaciten y dejen el camino de la delincuencia.
Tras la bendición, los policías volvieron a sus formaciones para ir saliendo y reunirse en la Plaza de Amas, donde cada grupo esperó la llegada del vehículo que lo regresaría a sus actividades cotidianas.
Al final, el fiscal Nájera dijo que este tipo de ceremonias son significativas para todos los policías y agradeció la solidaridad mostrada por el cardenal durante la celebración.
“Es importante para nosotros; toda la gente que tiene una fe, yo creo que se fortalece al ver que somos más los buenos y los que queremos que esto cambie y mejore”, dijo, mientras los uniformados se iban dispersando por la ciudad.