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No es boxeador, pero se declara hijo del barrio. En su cierre de campaña, aquel que dijo “no” al líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, tocó el bajo eléctrico con la banda roquera Tex-Tex. El impulsor de una alianza despreciada se declara hijo de barrio.

Es Juan Zepeda Hernández, ex alcalde de Nezahualcóyotl, el mismo que la noche del 4 de junio convalida la información del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM): “Traíamos los mismos datos.”

Demócrata para unos, villano para otros, Juan Zepeda es la revelación de la elección mexiquense.

“Los demócratas defienden el resultado, independientemente del ganador”, dice al cierre de la jornada electoral. Y acentúa la índole de ese PRD que, asegura, cosechó más de un millón de votos mexiquenses: “Somos una izquierda liberal, una izquierda progresista”, asegura.

Por la tarde, antes del desenlace, EL UNIVERSAL pregunta a la presidenta nacional del PRD, Alejandra Barrales: ¿República amorosa o república a secas?

—Necesitamos una república democrática y nada más.

Caguamas. Son las 10:05 de la mañana. Por fin. Ahí viene Juan Zepeda, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a gobernador del Estado de México, entre un enjambre de reporteros, partidarios, colaboradores y vecinos. Un grupo similar lo espera desde las 8:30 horas en la casilla 3263 en la esquina de la Calle 15 con la Séptima Avenida de Nezahualcóyotl, lo que el perredista llama “su barrio”.

Un súbito mitin se forma por la avenida, unos 150 vecinos lo siguen: “¡Esta será la cuna del nuevo gobernador!”, grita un hombre maduro, genuinamente eufórico. “¡Vamos Juanito!”, se escucha entre el alto rumor de la muchedumbre. “¡Vas a ser gobernador!”, grita alguien más.

El perredista se distingue entre todos por su estatura, su expresión jubilosa y sus largas zancadas. Tiene 48 años, nació el 10 de noviembre de 1968. Su esbelta estampa retiene cierta cualidad juvenil.

Zepeda ha elegido vestir de negro para ir a votar; fuera de su camisa blanca, lleva zapatos, pantalones y una delgada chamarra ceñida, todo en negro profundo. No es que vaya de luto. Es más bien un Nick Fury que se apresta al combate, el jefe del proyecto vengadores en la historia de Marvel, de la que el perredista se dice admirador. Tanto, que insiste en lo que contestó a un mensaje de Facebook hacia el cierre de campaña: “Si los vengadores estuvieran en su jurisdicción, como gobernador les mandaría de apoyo a la policía estatal mexiquense”.

Avanza hacia la casilla entre manos que se extienden hacia él, entre vivas, entre porras. “Aquí en la tienda de El Pingüino venía a echarme mis caguamas”, explica con su hablar directo, al pasar por una esquina de la Calle 14.

Su apego al barrio no es impostura, lo confirma para EL UNIVERSAL don Jorge Meza Frías, vecino de la Calle 14, en cuya tienda trabajó Juanito Zepeda cuando tenía entre nueve y 10 años de edad. “La tienda de Don Meza, así nos conocen”, precisa don Jorge.

El septuagenario detalla: “No, El Pingüino murió hace muchos años, pero Juan trabajó aquí, conmigo, acomodando refrescos... ¡Muy trabajador desde chiquillo! Aquí la calle era de terracería y en tiempo de lluvias los muchachos andaban todos llenos del lodo salpicando a la gente. Ahí andaba Juan. Yo les fui a emparejar un baldío, ahí donde ahora está la escuela, para que se fueran a jugar para allá...”.

Dice que todos los hijos de don Juan Zepeda padre, de oficio mecánico, y de doña Refugio Hernández, eran “buenos muchachos”. El hermano mayor del candidato perredista, Amado Zepeda —ya fallecido—, fue quien insistió al abanderado perredista para que regresará de los Estados Unidos, donde había ido muy jovencito tras el “sueño americano”. También fue Amado el que inició a Juan en la política.

Pero la familia no escapó de las tragedias del barrio. “Había dos bandas rivales —cuenta don Jorge—, y una de ellas mató a Ángel, otro de los hermanos de Juan”. Reitera: “Pero Juan siempre fue muy trabajador, mucho, y cuando estaba en la presidencia municipal siempre ayudaba a la gente, que el predial, que cualquier otra cosa, él ayudaba a todos... ¡Ya ve usted ahora hasta dónde ha llegado!”.

El candidato perredista alcanza al fin la casilla. Después de votar, atiende una improvisada sesión de preguntas de la prensa, la cual se prolonga media hora sobre el pavimento ardiente y bajo el sol de las 10:30 horas de la mañana.

Mientras, los grupos de prosélitos se congregan en derredor, parecen complacidos. Un grupo de mujeres mayores especulan sobre el estado civil del candidato. Una de ellas, de bastón y delantal, dice: “¡Yo me lo quedo...!”; “¿Será casado?”, pregunta una de sus contemporáneas. Para salir de dudas, le consultamos a Alejandra Barrales: “Ni casado ni viudo”, confirmó la lideresa perredista.

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