En una votación dramática, los senadores republicanos consiguieron resucitar de entre los muertos su plan para derogar la reforma sanitaria del ex presidente Barack Obama, conocida como Obamacare.

Por la mínima, de forma agónica, en una victoria pírrica, el Senado acordó poner a debate una contrarreforma del sistema sanitario del país.

Los senadores votaban un simple trámite burocrático que, en el contexto político que vive actualmente Estados Unidos, se había convertido en una importante batalla en el Congreso. Una simple votación para permitir el inicio del debate de una propuesta de ley se transformó en uno de los momentos más agónicos del mandato de Donald Trump, que lleva poco más de seis meses en el cargo.

Llegar hasta el día de ayer había sido un suplicio para los republicanos y para el presidente de EU. La promesa eterna de acabar de forma rápida con Obamacare encallaba a la mínima que encontraba un obstáculo, y las versiones del texto se acumulaban sin obtener el respaldo necesario.

Trump, ansioso por un triunfo legislativo, presionó y amenazó a los republicanos. Los líderes de la Cámara Alta, para contentar a su patrón, pusieron todo el esfuerzo para conseguir una victoria mínima. Lo hicieron gracias al voto de calidad y desempate del vicepresidente del país, Mike Pence, quien tuvo que ir hacia el Capitolio para romper la igualdad. Fue una sesión llena de tensión e incluso intriga. Antes de empezar nadie sabía quién iba a votar qué, ni qué texto era puesto a consideración. Las protestas, habituales en todo el país y a las puertas de las oficinas de los senadores, se trasladaron a la sala de votación.

Una veintena de manifestantes fueron desalojados por gritar “muerte a la ley” y “vergüenza” a unos senadores republicanos que no podían perder ninguno de los suyos para seguir adelante con su proyecto. Dos senadoras, Susan Collins (Maine) y Lisa Murkowski (Alaska) ya habían confirmado su deserción de la línea del partido.

Los demócratas apostaron por el “no” en bloque. El voto fue tan ajustado que el veterano John McCain (Arizona), recientemente diagnosticado con cáncer cerebral —y quien fue recibido con una gran ovación al llegar al recinto—, tuvo que viajar de urgencia a Washington para ayudar a los republicanos a conseguir el triunfo.

“Es un gran paso”, se felicitó desde la Casa Blanca el presidente Trump. “Ahora toca sentarnos e intentar conseguir algo realmente espectacular”, afirmó.

Nadie sabe qué va a pasar de ahora en adelante. El texto existente de la propuesta conocida como Trumpcare no tiene futuro y cada día que pasa pierde apoyo, mientras la actual Obamacare es más popular. Los análisis del impacto del proyecto republicano, estiman que entre 22 millones y 32 millones de estadounidenses podrían perder su actual seguro de salud, lo cual no es buen augurio para el éxito.

“Voté por la moción para proceder al debate, continuar y ofrecer enmiendas. No votaré por la ley tal y como está”, advirtió ayer McCain.

McCain, uno de los senadores más respetados, aprovechó el momento para dar una charla aleccionadora a sus colegas, instando a la necesidad de todos los legisladores a trabajar de forma conjunta. “Volvamos a la normalidad”, imploró, confesando su desacuerdo con cómo se ha llevado el tema hasta ahora: a escondidas, sin audiencias públicas y ninguna voluntad de diálogo.

“Hemos conseguido hacer más popular una política que no era nada popular”, dijo el senador.

Afuera, en las escaleras del Senado, una decena de senadores demócratas, altavoz en mano, prometían seguir luchando para frenar el plan republicano de derogar la Obamacare. La batalla acaba de empezar.

Por la noche la cadena CNN informó que el Senado rechazó una propuesta republicana para revocar y reemplazar la Obamacare. La votación seguirá hoy.

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