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Venezuela busca líder. No lo hay ni en el oficialismo ni en la oposición y los venezolanos miran a izquierda y derecha sin saber qué rumbo tomar.

El carisma no se hereda, e invocar a Hugo Chávez no le basta ya a un presidente Nicolás Maduro cuya popularidad, según el sondeo difundido en marzo por Datanálisis, es menor a 20%. Pese a haber llegado al poder vía elecciones, Maduro nunca logró tener la conexión de su antecesor con las bases populares. “Chávez tenía una conexión con la historia de Venezuela, con el pueblo, con el presente y con el futuro. La conexión [del pueblo] con [el Libertador Simón] Bolívar lo fortaleció Chávez”, señalaba desde 2014 la socióloga Maryclen Stelling en el programa José Vicente Hoy, cuando apenas había pasado un año de la muerte del “comandante”.

“Un hombre fuerte en una crisis necesita carisma. Y Nicolás Maduro no tiene ninguno”, señaló The Economist en un artículo publicado en septiembre de 2016.

Chávez tuvo la ventaja de disfrutar de una buena época para los precios petroleros, fundamentales para la economía venezolana. También recurrió a los programas sociales para granjearse la lealtad de los sectores venezolanos más pobres. Maduro ha mantenido esos programas; sin embargo, le tocó la época de “vacas flacas” en materia petrolera.

Sus discursos no han logrado atraer a las bases; ni siquiera aludir al “imperio enemigo”, como hacía Chávez, le ha valido para lograr un cierre de filas. La situación económica, la inflación, son factores que han incidido en ello, pero también la debilidad de un presidente que no pudo separarse —mucho menos superar— la sombra de su mentor, al grado de que hoy muchos chavistas se han tornado en críticos de Maduro y de su pequeño grupo, el “Madurismo”, que la analista Gisela Kozak Rovero ha descrito en distintos medios como “chavismo sin gente”.

Falta de liderazgo, el dilema
Falta de liderazgo, el dilema

El problema no sólo es Maduro. Entre el oficialismo no hay ninguna figura con la popularidad o el liderazgo suficientes como para sustituirlo. Está el polémico diputado Diosdado Cabello, a quien muchos veían como mejor opción que Maduro para dirigir Venezuela, pero quien enfrenta una serie de acusaciones en Estados Unidos relacionadas con narcotráfico. El ministro de Defensa Vladimir Padrino es otro cercano a Maduro, no afectado hasta el momento por denuncias, pero que tampoco “conecta” con los venezolanos.

Del lado de la oposición, la división ha impedido el surgimiento de un liderazgo unificado en torno al cual pudiera producirse un cierre de filas. No es sólo la opinión de analistas, sino de una mayoría de venezolanos (72%) que, de acuerdo con una encuesta de Datos, difundida en febrero pasado, se mostraba preocupada por el “vacío de liderazgo”. “Ese sentimiento es peligroso, porque está acompañado de la antipolítica”, alertó Luis Maturén, gerente general de esa encuestadora.

La oposición ha tenido al menos dos oportunidades visibles de mostrar unidad. La primera, tras las elecciones de diciembre de 2015 en las que los venezolanos le dieron un voto de confianza y el control de la Asamblea Nacional (Parlamento).

La segunda oportunidad vino cuando la figura más visible de la oposición, Leopoldo López, ex alcalde de Chacao y fundador del partido Voluntad Popular, fue enviado a casa el pasado 8 de julio, tras serle conmutada la sentencia de casi 14 años de prisión a régimen de arresto domiciliario.

Pero fuera de algunos mensajes vía Twitter, no hubo muestras de unidad de parte de líderes como el gobernador de Miranda Henrique Capriles, la ex diputada Corina Machado o el ex presidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup, quienes pese a repetir hasta el cansancio que están “unidos”, revelan en los hechos una importante fractura. Y como señalara el año pasado en una conferencia en Carabobo el analista político Rafael Céspedes, “el pueblo está harto de la peleadera”.

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