James B. Comey fue despedido hoy como director del FBI por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El hombre que potencialmente ayudó a Trump a llegar a la Casa Blanca al reabrir la investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton a pocos días de la elección presidencial en noviembre pasado, representaba ahora un riesgo para el mandato del magnate, pues investigaba los presuntos nexos del equipo de campaña de Trump con el gobierno de Rusia.

Su despido parece sorpresivo, pero el episodio guarda similitud con la llamada “Masacre de sábado por la noche”, llevada a cabo por el ex mandatario norteamericano Richard Nixon en medio del escandaloso caso Watergate.

El 20 de octubre de 1973, Nixon ordenó a su fiscal General, Elliot L. Richardson,- y cuando este se negó, a su fiscal General Adjunto, William D. Ruckelshaus, que también se negó- a despedir al fiscal especial que investigaba el caso Watergate, Archibald Cox.

Finalmente, el procurador general Robert Bork despidió a Cox. Nixon también abolió la oficina del Fiscal Especial y entregó al Departamento de Justicia toda la responsabilidad de investigar y procesar a los sospechosos y acusados ​​en Watergate y casos relacionados, pero Nixon nunca recuperó su equilibrio para hacer frente al escándalo que terminó con su presidencia nueve meses después.

En la carta en la que informó sobre el despido de Comey, Trump señaló que el ahora ex director del FBI le aseguró que no lo estaba investigando, pero Comey dijo públicamente que el Buro de Investigaciones investiga la intromisión de Rusia en las elecciones presidenciales del año pasado y la presunta relación de algunos miembros de la campaña del magnate con Moscú.

El presidente de EU dijo que actuó siguiendo la recomendación de su fiscal General, Jeff Sessions. "Mientras que aprecio ampliamente que usted me informara en tres distintas ocasiones que no estoy bajo investigación, de todas maneras coincido con la apreciación del Departamento de Justicia que usted no está en condiciones de liderar eficazmente el Buró", señaló Trump en la carta en la que informó del despido de Comey.

Sin embargo, hace sólo unos días Trump reveló lo que podrían ser sus sentimientos personales hacia el ex director del FBI o a su investigación sobre Rusia. "Comey fue lo mejor que le pasó a Hillary Clinton, porque le dio pase libre por muchas malas acciones", tuiteó Trump.

LAS CONSECUENCIAS DE DESPEDIR AL DIRECTOR DEL FBI

Desde Watergate, los presidentes han sido reacios a tomar acciones contra los directivos del FBI, en especial cuando estos llevaban investigaciones relacionadas con sus gobiernos o contra ellos mismos. La única excepción fue el presidente Bill Clinton, quien destituyó a William S. Sessions en 1993 por presuntos conflictos éticos y políticos. El sucesor de Sessions, Louis J. Freeh, se convirtió en un dolor de cabeza aún mayor para Clinton, pero el mandatario nunca se arriesgó a despedirlo.

Durante la administración de George W. Bush, Robert S. Mueller III -junto con el entonces procurador General James B. Comey- amenazó en marzo de 2004 con renunciar como director del FBI si la Casa Blanca rechazaba un dictamen del Departamento de Justicia que declaraba inconstitucional un programa de escuchas telefónicas internas realizado sin orden judicial. En lugar de arriesgarse, Bush retrocedió para no enfrentar el escándalo que se habría producido de haber confrontado públicamente a Mueller.

Timothy Naftali, ex director de la biblioteca presidencial de Nixon, dijo a The New York Times que el despido de Comey a manos de Trump no es precisamente igual a la llamada “Masacre de la noche del sábado” porque Comey no fue designado específicamente para investigar la campaña presidencial de 2016.

"Con o sin Comey, el FBI seguirá investigando la intervención rusa en la campaña presidencial. Este es otro tipo de error. A menos que el fiscal General Sessions pueda demostrar negligencia o negligencia grave por parte de Comey, su despido profundiza aún más las sospechas de que el presidente Trump está cubriendo algo”, dijo Naftali al New York Times.

COMEY, UNA FIGURA DE HIERRO SOBRE UN PISO DE CRISTAL

A Comey se lo creía inamovible, protegido por sus redes de poder y todos los secretos recogidos por años de servicios policiales. Oficialmente, este hombre de dos metros de estatura fue destituido con efecto inmediato por los errores cometidos en su investigación sobre los correos electrónicos de Clinton - lo cual le ganó el odio de los demócratas- pero la realidad es que se había convertido en un personaje molesto para la administración.

El exfiscal federal y exsubsecretario de Justicia ocupaba de hecho una silla eyectable, principalmente desde que recayó en el FBI la investigación sobre la presunta injerencia rusa en la elección presidencial de 2016.

Luego del explosivo caso de los emails de Clinton y del más sensible sobre Rusia, las acusaciones de Trump a su antecesor Barack Obama de haber ordenado espiar sus teléfonos en la Torre Trump durante la campaña, pusieron a Comey, de 56 años, en el centro de la controversia, con la misión imposible de evitar los roces con la Casa Blanca.

El director del FBI se permitió sin embargo sacar algunas tarjetas amarillas, a veces duras, como cuando contradijo categóricamente a Trump sobre la veracidad de las presuntas escuchas telefónicas. Y lo hizo sin apartarse de la calma que caracteriza a este hombre experto en audiencias ante comités del Congreso.

Concentrado, con el ceño fruncido, el jefe de la Policía Federal se destacó en esa tarea, logrando proyectar una imagen de fiel servidor de la ley, a pesar de ser un zorro de la política.

Trump recibió el mensaje: las palabras del jefe del FBI, fortalecidas por el carácter oficial de las investigaciones que él supervisaba, no se borran fácilmente y el efecto se notó en la precepción pública sobre su gobierno.

Comey navegaba desde hace tres décadas en los altos círculos político-judiciales, forjándose una coraza gracias a la cual a menudo enfurecía a las autoridades judiciales e incluso a la Casa Blanca.

EL CASO WATERGATE

El caso Watergate fue un gran escándalo que sacudió la política de EU en la década de 1970.

Todo inició al destaparse un robo de documentos de la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata en el complejo de oficinas Watergate, en Washington DC y el posterior intento de Nixon y su administración de proteger a los responsables. Cuando la conspiración se destapó – a manos de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein- el Congreso de EU inició una investigación y la resistencia de la administración Nixon llevó a una crisis política al país.

El caso abarcaba una larga lista de actividades ilegales en las que estuvieron involucradas personalidades del gobierno de Nixon. La investigación reveló el acoso a opositores políticos y a funcionarios, grupos de activistas y figuras políticas consideradas peligrosas, utilizando organizaciones policiales o servicios de inteligencia, como el FBI, la CIA e incluso la Oficina de Recaudación de Impuestos.

Además se descubrieron múltiples abusos de poder por parte del gobierno de Nixon y el caso culminó con la dimisión de este como presidente de EU en agosto de 1974.

*Con información de agencias

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