Misión cumplida. Los franceses hicieron los deberes, eligieron en las urnas al ex banquero Emmanuel Macron como próximo presidente y asestaron una rotunda derrota a la máxima exponente de la extrema derecha europea, Marine Le Pen.

En la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas, el líder del movimiento En Marcha! triunfó con 65.8% de los votos, contra 34.2% de la candidata del Frente Nacional, de acuerdo con los resultados preliminares del Ministerio del Interior.

El índice de abstención se ubicaba en 25.3% y casi 12% fueron blancos o nulos, en ambos casos, niveles no vistos desde hace décadas.

El próximo jefe de Estado francés aseguró que trabajará para escribir una nueva página “de esperanza y confianza” y agregó que utilizará su gobierno para “combatir con fuerza la división que atenta contra Francia”.

Con el triunfo electoral de En Marcha!, Marcon se convertirá en el presidente más joven de la V República, fundada en 1958 por el general de Gaulle.

Tiene un mandato de cinco años para solucionar, en coordinación con la Unión Europea (UE), a las fuentes del populismo: el estancamiento económico, el desempleo y la erosión del estado de bienestar.

Los analistas sostienen que la economía francesa no despega por falta de competitividad, el desempleo alcanza 9.5%, por encima de la media europea de 8.2%, casi tres veces más que Alemania, con 3.9%. El paro juvenil es mucho más acentuado, 25.9% en Francia, frente a 6.6% en Alemania.

Estas elecciones marcan, además, otra derrota para la extrema derecha, que prometía levantar en las urnas tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y el voto británico a favor del Brexit. Para ser más precisos, es el tercer descalabro en fila para el extremismo, previamente fracasó en Austria y Holanda. La final se jugará en septiembre en Alemania, con la canciller Angela Merkel, y el socialista, Martin Schulz, pintando como favoritos.

Sin embargo, a pesar de la derrota, el resultado de Le Pen no puede desatenderse. Nunca antes tantos franceses habían apoyado un partido que lleva el fascismo en su ADN político.

Marine Le Pen superó por mucho el resultado alcanzado por su padre Jean-Marie en los comicios de 2002, cuando obtuvo menos de 18% ante Jacques Chirac.

La líder del Frente Nacional reaccionó ante el triunfo de Macron anunciando la transformación profunda del partido.

Afirmó que construirá una nueva fuerza política, basada en una “estrategia de alianzas entre patriotas” y tomando como punto de partida el hecho de que se ha convertido en “la primera fuerza de oposición”.

Para Le Pen, este resultado evidenció la descomposición del sistema político tradicional, así como la división entre “los patriotas” y “los globalistas”.

“El triunfo de Emmanuel Macron es una oportunidad para revivir el proyecto europeo, y para colocar a Francia, potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, en el círculo de las potencias influyentes”, dijo a EL UNIVERSAL Barthélémy Courmont, director de investigaciones del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de Francia.

“El contexto es favorable: Brexit, la pérdida de influencia de Estados Unidos por la elección de Trump, el aislamiento de Rusia y China”, continuó.

Por su parte, Yves Sintomer, politólogo de la Universidad de París VIII, afirmó a este diario que el triunfo de Macron no salva a Francia de la xenofobia y el autoritarismo. “El mensaje es ambiguo, hay esperanza, pero también, si no cambia nada, la situación va a empeorar. Los franceses están lanzando un ultimátum”, indicó.

El desafío inmediato para el liberal son las elecciones legislativas de junio, cuando deberá utilizar la inercia que lo ha llevado al Elíseo para obtener suficiente influencia en un hemiciclo de 557 escaños. La tarea pinta titánica para un movimiento que nació hace un año y que competirá ante rivales mucho más experimentados.

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