Los recientes atentados registrados en Rusia y Suecia añaden a la lucha contra el fundamentalismo en el Viejo Continente una amenaza potencial adicional, el terrorismo procedente de Asia Central.

La policía de Suecia detuvo a un individuo de nacionalidad uzbeka y simpatizante del Estado Islámico (EI) por su conexión con el ataque en autobús registrado en el centro de Estocolmo el 7 de abril, mientras que la policía rusa identificó a Akbarzhón Dzhalílov, nacido en Kirguistán, como el suicida responsable de aterrorizar el metro de San Petersburgo el 3 de abril.

Detrás de la masacre perpetrada en Año Nuevo en el centro nocturno Reina, en Estambul, también estuvieron involucrados extremistas de Uzbekistán y Kirguistán, según reportes de las autoridades turcas.

Estos acontecimientos suponen una preocupación adicional para los servicios de seguridad. Con excepción de la capital sueca, los ataques registrados en urbes de la Unión Europea (UE) habían sido perpetrados por musulmanes nacidos en Europa o procedentes de Irak, Marruecos, Argelia y Túnez.

De acuerdo con un informe del Departamento de Políticas Exteriores del Parlamento Europeo, Asia Central representa una zona estratégica en materia de seguridad para la UE, al estar ubicada entre China, Rusia, Irán y Afganistán, y formada por un mosaico político y de desarrollo diverso, marcado por una fuerte identidad musulmana, mayoritariamente sunita.

A pesar de su déficit democrático —es gobernada desde 1991 por Nursultán Nazarbáyev—, Kazajistán se percibe como una historia de éxito regional. Concentra gran parte del comercio e inversión de la región y es vista como punta de lanza en la modernización de la llamada ruta de la seda.

Por su parte, Uzbekistán alberga casi la mitad de la población de la región y, como única nación que comparte frontera con todos los países, incluyendo Afganistán, constituye una pieza clave de estabilidad regional.

Turkmenistán es uno de los países más ricos en recursos energéticos, alberga una de las mayores reservas de gas en el planeta y es controlado por “un régimen muy cerrado, estrictamente adherido a los principios de neutralidad y desconexión regional”.

Kirguistán y Tayikistán son las naciones más pequeñas y menos desarrolladas. Entre sus distintivos destaca su dependencia de la ayuda internacional y la “falta de instrumentos diplomáticos” para ejercer peso regional.

A pesar de sus diferencias en tamaño y desarrollo, las cinco repúblicas comparten un mismo problema: el aumento de la radicalización y la creciente presencia de grupos fundamentalistas islámicos.

“Asia Central es una plataforma en crecimiento para el extremismo y la radicalización y por su proximidad a países vulnerables como Afganistán, intensifica la importancia de ésta cuestión. Las fronteras porosas y la inseguridad socioeconómica hacen de este un punto vulnerable para el reclutamiento de terroristas”, alertaron Sebastiano Mori y Leonardo Taccetti, expertos del Instituto Europeo de Estudios Asiáticos (EIAS) en un estudio publicado el año pasado en el que abordaron la amenaza del extremismo.

International Crisis Group, un centro especializado en gestión de crisis y con sede en Bruselas, estimó en 2015 que entre 2 mil y 4 mil de los 25 mil combatientes extranjeros que reforzaron las filas del Estado Islámico para combatir en Irak y Siria llegaron de Asia Central.

Aunque grupos terroristas tradicionales como Al-Qaeda no están públicamente activos en la región, todos los territorios padecen la presencia de movimientos extremistas religiosos, que suponen una amenaza interna para China, Paquistán y otros países. Entre los más violentos se encuentra el Movimiento Islámico de Uzbekistán (Islamskoe Dvijeniie Uzbekistana, en ruso), que ha perpetrado diversos ataques terroristas anhelando imponer un Estado islámico.

De esta organización emergieron dos sucursales para operar en naciones vecinas a partir de 2004, el Movimiento Islámico de Turquestán, que aspira al establecimiento del califato, y la Unión Yihadista Islámica, grupo con nexos con los Talibán, Al-Qaeda y el EI.

Otras asociaciones fichadas como terroristas por diversas autoridades son el Movimiento Islámico del Este de Turquestán y el Partido Islámico de Turquestán (TIP), este último encabezado por Abdullah Mansour, quien explícitamente ha señalado a China como uno de los principales enemigos de la comunidad musulmana debido al “empleo de métodos represivos”.

Los expertos del EIAS sostienen que para combatir la radicalización hay que invertir en la educación de las generaciones jóvenes para crear ambientes prósperos y pacíficos y así alejarlas de las redes de reclutamiento.

También Estados Unidos, la UE, Rusia, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa y la Organización del Tratado del Atlántico Norte deberían involucrarse más, a través de una “estrategia balanceada” que incluya políticas vinculantes, así como inversión en capital humano y desarrollo económico.

Malika Hamidi, directora de la Red Musulmana Europea, organización con sede en Bruselas, afirma que los ambientes de las comunidades son uno de los puntos clave para lograr una sociedad inclusiva y luchar contra la radicalización.

Google News

Noticias según tus intereses