El Estado Islámico anunció en enero de 2015 su establecimiento en Afganistán y sus alrededores. Tiempo después tenía ya presencia en cinco provincias afganas: Helmand, Zabul, Farah, Logar y Nangarhar.

De inmediato se convirtió en un enemigo más a combatir para las fuerzas afganas y para las estadounidenses apostadas en el país, pero también para el dominio talibán.

Convirtió Nangarhar prácticamente en su sede, pero al EI le costó granjearse apoyo en otras zonas del país, y del sur y del oeste afgano el grupo yihadista fue prácticamente eliminado por las fuerzas locales, de los aliados y por los propios talibanes. En un principio intentó atraer a las fuerzas de Al-Qaeda, cosa que tampoco consiguió.

Recientemente, el general estadounidense John Nicholson estimó en entre mil y mil 500 efectivos la presencia del EI en Afganistán, aunque otras fuentes hablan de 3 mil, principalmente en Nangarhar y Kunar, donde entrena a sus combatientes. Ambas provincias han sido blanco de ataques aéreos constantes por parte de las tropas de la coalición.

Estados Unidos mantiene en Afganistán a unos 8 mil 400 soldados, de los cuales alrededor de 2 mil son parte de la misión antiterrorista y el resto están integrados en la misión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que asiste y capacita a las tropas afganas.

En julio del año pasado, el presidente estadounidense Barack Obama anunció su decisión de retrasar el retiro de tropas de Afganistán, reconociendo que la seguridad en aquel país era débil, pero también la preocupación, por un lado, por la reagrupación de Al-Qaeda en suelo afgano y, por el otro, el EI.

Aunque su presencia no es dominante, las fuerzas occidentales temen que el EI intente convertir Afganistán en su nuevo bastión, al verse obligados los yihadistas a huir de Irak y de Siria. Justo este tema será abordado hoy en la conferencia sobre Afganistán que se realizará en Moscú.

El EI ha reivindicado algunos de los ataques recientes más mortales en Afganistán, el más reciente de ellos en marzo contra un hospital militar en Kabul, con saldo de 35 muertos y 53 heridos. En julio de 2016, un ataque suicida del EI en Kabul dejó unos 80 muertos.

La bomba de ayer es un mensaje para todas las fuerzas rebeldes afganas y para países como Norcorea o Siria. “Espero que los adversarios de EU estén viendo y entiendan que hay un nuevo sheriff en el pueblo”, tuiteó el senador republicano Lindsey Graham tras la operación.

Con información de agencias y BBC

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