La primera incursión militar de Estados Unidos contra el régimen del presidente sirio Bashar al-Assad ha marcado un giro inesperado de la política exterior de la administración Trump.

Con el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk contra la base aérea Al-Shayrat, el mandatario de la “América primero” ha terminado por convertirse en lo que tanto quería evitar: ser “el presidente del planeta”.

“El ataque marcó un giro radical de la posición del gobierno estadounidense, quien en días previos había condonado las acciones del presidente Al-Assad, asegurando que era una realidad política y América no intervendría en asuntos internos”, dice a EL UNIVERSAL Ko Colijn, experto del Instituto holandés de Relaciones Exteriores Clingendael.

El drástico cambio de estrategia implica varios riesgos, el inmediato es que no hay vuelta atrás sin consecuencias. Colijn sostiene que a partir de ahora ninguna provocación de Al-Assad puede pasar por alto en EU. El uso de químicos contra la población civil o la obstrucción para que la Organización para la Prohibición de Armas Químicas investigue los hechos en torno al uso de gas sarín contra civiles el pasado 4 de abril, ameritará una respuesta de Washington.

La política de castigo ha llevado en el pasado a EU a involucrarse más de lo previsto en conflictos.

Por ejemplo, en 1998 la operación Desert Fox inició como una operación de cuatro días, en los que se lanzaron 400 misiles, para castigar al entonces dictador Saddam Hussein por obstruir el trabajo de los inspectores de la ONU. La operación derivó en una campaña de tres años que continuó con la invasión estadounidense de 2003.

La acción en Siria también ha puesto en entredicho la cooperación con Rusia, no sólo en Siria en donde cada uno libra su propia campaña contra el Estado Islámico, también en otras regiones como Libia.

El presidente ruso, Vladimir Putin, calificó el ataque aéreo como una violación al derecho internacional, mientras que su primer ministro, Dimitri Medvedev, dijo que las relaciones se habían arruinado completamente.

El secretario de Estado de EU, Rex Tillerson, tiene previsto visitar esta semana Moscú para reunirse con su homólogo ruso Sergei Lavrov y otros altos funcionarios.

Su visita a la capital rusa, la más importante realizada al extranjero por un funcionario estadounidense en lo que va de la administración Trump, tendrá a Siria como centro.

Colijn no prevé que la situación escale más allá. “Existe la posibilidad de que a pesar de la indignación pública, las partes se reúnan y traten de presionar a Al-Assad para que no vuelva a usar armas químicas”, sostiene.

“Trump ha demostrado que es capaz de usar la fuerza, aunque sigue siendo un actor impredecible. Esto, en sí mismo, podría ocasionar que muchos estados eviten acciones agresivas contrarias al aceptable comportamiento normativo internacional”, sostiene Peter Roberts, director de ciencias militares del Royal United Services Institute.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses