El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, anunció ayer la detención de ocho sospechosos por su relación con el atentado de la Nochevieja en el club Reina de Estambul, donde murieron 39 personas.

El autor aún no ha sido detenido, pero la policía turca asegura que está cerca de atrapar al terrorista que el 31 de diciembre disparó contra los 500 asistentes a una fiesta en una exclusiva discoteca del Bósforo. Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran el rostro de un joven de unos 25 años.

El Estado Islámico (EI) reivindicó ayer el ataque con un comunicado: “Continuando las sagradas operaciones que el Estado Islámico realiza contra Turquía, protectora de la cruz cristiana, un heroico soldado del califato golpeó uno de los clubes donde los cristianos celebran su festivo apóstata”.

Esta masacre supone un nuevo golpe para un país víctima de una ola de violencia desconocida desde los años 90, los peores años del terrorismo kurdo. Más de 300 personas murieron en atentados durante 2016.

Según el Global Terrorism Database (GDT) de la Universidad de Maryland y el Departamento de Estado de EU, no había tantas víctimas en Turquía desde que en 1992 fallecieron mil 233 personas.

En un mes se han sucedido tres golpes de repercusión internacional: al de Nochevieja se le suman el asesinato del embajador ruso a manos de un policía, y la explosión de dos terroristas kurdos, que el 10 de diciembre mataron a 38 personas en el estadio de fútbol del Besitkas.

Turquía tiene varios frentes militares abiertos al sur, a ambos lados de la frontera turco-siria. Esta belicosidad ha convertido al país en uno de los objetivos del Estado Islámico. Sin embargo, los yihadistas son responsables sólo de un tercio de los atentados. El gran foco de violencia es el conflicto con milicias kurdas, como revelan los datos del GDT.

Una de las razones de Ankara para involucrarse en la guerra siria es evitar que los diferentes cantones kurdos creen una entidad autónoma.

Los críticos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguran que él ha radicalizado a las bases kurdas, al encarcelar a decenas de líderes del partido kurdo moderado, el HDP.

Hace un año esta formación era la gran oposición parlamentaria a Erdogan pero, tras repetir éste las elecciones, fue eliminada del parlamento y su líder, el carismático Selahattin Demirtas, fue encarcelado.

Al aumento de tensiones contribuyó el fallido golpe de Estado de julio, que Erdogan aprovechó para deshacerse de sus enemigos. Las purgas han alcanzado tal intensidad que Turquía se convirtió en el país con más periodistas encarcelados, con 81.

La represión ha alcanzado a militantes de izquierda sin relación con el golpe. Tras la ilegalización de muchos movimientos, cientos de jóvenes turcos se han integrado en grupos violentos. En unos meses, los atentados de baja intensidad se multiplicaron, por lo que se teme que los ataques con terminen pronto.

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