Dagoberto Valdés Hernández ya está cansado de tener que opinar sobre la muerte de Fidel Castro, su impacto en el futuro inmediato de Cuba, la posibilidad de que cambien las condiciones políticas, económicas y sociales de la isla, y la esperanza de que mejore la vida cotidiana de unos 11 millones de cubanos, luego de casi 58 años de revolución y, desde 1965, bajo el exclusivo alero del Partido Comunista, sin elecciones libres ni pluralismo ni multipartidismo.

Este opositor cubano, formador cívico, laico católico, ex miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano, ingeniero agrónomo y director de Convivencia, revista digital de un sitio de internet de España, es una de las más influyentes voces de la disidencia interna en Cuba y una de las personas más buscadas por la prensa internacional para que opine sobre la muerte de Castro.

Por decisión de Convivencia, Valdés, oriundo de la occidental zona de Pinar del Río, de 61 años, casado y con tres hijos, ahora sólo opinará de muchos otros aspectos de la situación cubana, sin seguir atrapado en la desaparición física de Castro.

Asediado por cuestionar al régimen comunista que prevalece en este país, donde la disidencia es ilegal y opera a veces en la clandestinidad, Valdés alerta del riesgo de que la situación entre Cuba y EU retorne a las épocas de inmovilismo y se paralice el proceso de deshielo de los nexos bilaterales entre Washington y La Habana, iniciado en diciembre de 2014.

Mientras que en Cuba se solidifica el sistema de partido único, el magnate republicano Donald Trump asumirá en EU en enero próximo, con la repetida advertencia de que su gobierno se opondrá a flexibilizar, normalizar o resolver las disputas con la isla que marcaron los vínculos Wa
shington-La Habana desde el triunfo de la revolución, en 1959.

Valdés, quien en octubre pasado publicó en un editorial en su revista, en el que se aduce que la palabra convivencia está censurada en Cuba, al igual que los términos democracia y derechos humanos, concedió una entrevista a EL UNIVERSAL.

¿Cree que existe la posibilidad de un regreso al inmovilismo entre Cuba y EU?

—Estoy a favor de que cese el embargo (impuesto por EU en 1962) y de que sigan las negociaciones, el diálogo, entre Cuba y EU, con la condición de que ambas partes correspondan, de manera simétrica, a los requerimientos del pueblo cubano. Hay que esperar a que el señor Trump tome posesión para ver cuál va a ser su política, porque hasta hoy unas veces dice unas cosas y otras veces dice otras.

Mi deseo y mis expectativas son que ya no haya un regreso o un paso hacia atrás sino que se adelante en el tema de derechos humanos en Cuba, de las libertades civiles, políticas, económicas y sociales y que esto contribuya a que avance la negociación para normalizar la relación entre Cuba y EU.

¿Cómo impactará la administración Trump?

—En las condiciones esenciales de mejoramiento de los derechos del ciudadano. En Cuba pues, evidentemente, no se podrá avanzar, sea quien sea el presidente de EU.

Con partido único en Cuba y gobierno radical en EU, ¿la posibilidad de al menos flexibilizar parece lejana?

—Eso es lo que tenemos hasta ahora. Pero avizoro un año 2017 con muchas necesidades de cambio, tanto por la situación económica y política que se ha dado en Cuba, como por la situación que hay en EU.

¿Por qué?

—Para EU, evidentemente, Cuba no es un tema prioritario. Pero para los cubanos en Cuba, sí es un tema puntual y el mejoramiento de las condiciones de vida de nosotros los cubanos es nuestra prioridad.

¿Quiere decir que deberá suceder algo en los lazos que existen entre los dos países?

—En las nuevas circunstancias, y en esta nueva etapa que se abre para los dos países, los cubanos deberíamos asumir nuestra responsabilidad de trabajar por un verdadero cambio hacia el progreso y la felicidad del pueblo cubano, lo que supone el respeto de los derechos humanos y de las libertades. Nos toca a nosotros los cubanos resolver nuestros propios problemas.

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