Washington.— A una semana de ganar las elecciones, el presidente electo Donald Trump, se ha echado encima a la prensa estadounidense.

Desde su campaña, el magnate tildó a los medios (principalmente los que son críticos con él, que son la mayoría) de ser “deshonestos”, “repugnantes” y una “basura”.

Dos días después de su triunfo, el magnate acusó a los periodistas de alentar las protestas de miles contra el resultado electoral.

Posteriormente, en su primera entrevista televisiva como mandatario electo con la periodista Lesley Stahl, de la cadena CBS, Trump dijo: “Creo que la prensa ha demostrado que es mucho más débil de lo que piensa la gente. Nadie ha sido jamás golpeado por la prensa como yo. Y aquí estoy".

El diario The New York Times se ha convertido en un blanco constante de sus críticas. Ayer, el magnate arremetió de nuevo en Twitter contra el diario, al que acusó de publicar noticias “totalmente falsas” sobre el proceso de transición a la Casa Blanca.

The New York Times está realmente molesto por parecer tonto en la cobertura que hace de mí”, agregó el magnate, quien el pasado domingo tuiteó que el periódico perdía “miles de suscriptores” por su “cobertura muy pobre e inexacta del fenómeno Trump”.

Sin embargo, lo que tiene a todos molestos es que Trump ha violado una tradición arraigada en Estados Unidos, según la cual un pool de reporteros acompaña en sus viajes tanto al presidente como al mandatario electo, a fin de que los ciudadanos conozcan el paradero del jefe del Estado.

“Eso es inaceptable. Tienen que arreglarlo”, aseveró Wolf Blitzer, ex corresponsal de la Casa Blanca.

El presidente de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, Jeff Mason, reprochó que “esa decisión podría dejar a los estadounidenses ciegos sobre su paradero y bienestar en el caso de una crisis nacional”.

Incluso, ocho días después de las elecciones, Trump tampoco ha ofrecido una rueda de prensa para dar explicaciones de cuestiones como el polémico nombramiento de Steve Ba-
nnon como el estratega principal de su gobierno, y quien es criticado por sus comentarios racistas y misóginos.

Además, el equipo de transición del empresario tampoco facilita su agenda diaria a la prensa —como sí sucedió en anteriores traspasos presidenciales—, para desazón del pequeño grupo de periodistas que intenta cubrir lo que sucede en la Torre Trump.

De momento, la gota que derramó el vaso fue la salida de Trump y su familia a una cena la noche del martes en el exclusivo restaurante 21 Club. Los reporteros se enteraron cuando vieron pasar la caravana de automóviles.

Ante las críticas, Hope Hicks, portavoz de Trump, emitió un comunicado en el que señala que el equipo de transición espera “operar un pool tradicional en un futuro próximo”.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses