Los partidos de izquierda han logrado, juntos, entre 20% y 25% de los escaños en la Cámara de Representantes. La izquierda dirige el país desde hace 13 años porque hizo una coalición con las fuerzas de centro y centro-derecha.

Sin embargo, a decir del politólogo Jairo Nicolau, experto en sistemas electorales, esta alianza parece haber acabado. Y pase lo que pase hoy, los partidos políticos brasileños saldrán debilitados, unos más que otros, complicando la solución de los graves problemas que encara el país y que han sido dejados del lado en medio del proceso con miras a destituir a la presidenta Dilma Rousseff.

En caso de impeachment, ¿el PMDB es capaz de dirigir un gobierno de unidad nacional?

—No me hago ilusiones respecto a lo que pasará al día siguiente de la votación sobre la solicitud de juicio político en la Cámara. Los desafíos son gigantescos. Centramos una enorme energía en los debates sobre cómo frenar a la presidenta y dejamos pasar los temas principales de la agenda. Tenemos un contexto marcado por una economía destruida y con condiciones de vida de la población empeorando.

No creo que ninguna de las fuerzas políticas esté en condiciones de promover un gobierno de unidad nacional... Un eventual gobierno de [el actual vicepresidente Michel] Temer tendrá una oposición de izquierda mucho más consistente en la Legislatura, y afuera, dirigida por [el ex presidente Luiz Inacio] Lula [da Silva] y Dilma. La movilización contra el juicio político no va a parar, al menos hasta que haya una decisión del Senado. Eso, sin mencionar las investigaciones de la operación Lava Jato, que están lejos de terminar y varios dirigentes del PMDB [al que pertenece Temer] son investigados por el Tribunal Supremo.

Si no se aprueba el impeachment, ¿cuál será el futuro del PMDB?

—El PMDB nunca ha estado íntegramente en el gobierno. Siempre tuvo espacio para que los liderazgos individuales y las direcciones estatales no participaran, e incluso fueron oposición. Pero después de esta polarización, creo que los sectores importantes del partido no tiene cómo volver al gobierno.

¿Con qué coalición puede contar Dilma para poder mantenerse en el poder?

—La base de la coalición que estamos viendo para bloquear el juicio político: el PT, el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), el Partido Democrático Laborista (PDT), pequeñas partes de los sectores de centro-derecha del PMDB. El gobierno recurre a las negociaciones individuales, a las políticas en corto y a las promesas de una futura participación en el gobierno, para sobrevivir. Al hacerlo, se ha separado de su base de centro, más tradicional, y ha tenido que anclar en sectores más pragmáticos de la derecha. Un pésimo intercambio.

¿Esta base es suficiente para sostener al gobierno?

—Esos partidos, añadidos a los de la izquierda, dan al gobierno entre 150 y 200 votos en la Cámara de Diputados, lo que garantiza la aprobación de la legislación ordinaria. Pero no podemos olvidar que, desde mediados de 2014, el gobierno no ha podido pasar ninguna propuesta relevante en el Congreso. Para empeorar las cosas, el diputado Eduardo Cunha ha logrado sobrevivir y, si no se le remueve, podría ser un factor desestabilizador.

¿El parlamentarismo sería una buena solución para el país?

—No creo que sea hora de traer este asunto a discusión. Ya tuvimos una pésima experiencia en 1961, de buscar un nuevo sistema de gobierno para solucionar una crisis política. El parlamentarismo también tiene problemas. A Bélgica le tomaron más de un año las negociaciones parlamentarias para formar un gobierno.

¿Adelantar las elecciones para octubre sería una buena solución?

—Una elección presidencial sólo sería posible si el Tribunal Supremo anula las elecciones de 2014. La otra alternativa, la renuncia simultánea de Rousseff y Temer, parece una quimera. No veo base política o jurídica para acortar el mandato a través de una enmienda constitucional.

La presidenta siempre ha sido criticada por su aislamiento. ¿Le faltó hacer política?

—Esta característica se ha agravado por el hecho de no tener un operador político, un ministro de la Casa Civil, que negociara con el Congreso.

Haciendo un análisis del funcionamiento de las instituciones, incluso en medio de la crisis, hablamos de una señal de madurez del país. ¿Está de acuerdo?

—Sólo después de pasar esta tormenta podremos hacer una evaluación de las instituciones brasileñas. Coincido en que están trabajando, pero algunas cuestiones me preocupan.

La primera es el creciente divorcio entre el sistema representativo y la sociedad brasileña. Síntoma de ello es... el rechazo a los partidos políticos. El segundo es el poder discrecional de algunas figuras individuales sobre las instituciones. Por ejemplo: lo que Cunha ha hecho para retrasar el trabajo del Comité de Ética para decidir sobre el impeachment y algunas decisiones solitarias de los ministros del Tribunal Supremo sobre cuestiones como la toma de posesión de [el ex presidente] Lula como jefe del gabinete.

¿Hay condiciones para reparar los puentes entre el gobierno y la oposición, sea cual sea el resultado del proceso de juicio político?

—El clima político no está para eso y la votación en el pleno tenderá a enconar aún más las relaciones. La tendencia es que los efectos de la crisis durarán mucho.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses