Pese su éxito en la reducción de las desigualdades sociales en Brasil a través de la lucha contra la extrema pobreza y de mejorar los niveles de educación, el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) es ahora también uno de peor evaluados en la historia del país. La izquierda en Brasil, capitaneada por el PT, logró un gran apoyo popular hasta mediados de 2013, justo antes de las manifestaciones que han atraído a los votantes en defensa de la democracia y del derecho a manifestarse. Hoy en día, las calles siguen tomadas: por una parte, por los brasileños insatisfechos con los escándalos de corrupción que plagan el proyecto PT, y por otra por los que acusan a la oposición de promover un golpe de estado.

Esta división se refleja en las redes sociales, donde el polarizado debate sobre el proceso de juicio político de [la presidenta Dilma] Rousseff se traduce en memes de Internet y [publicaciones] compartidas.

Pero en el mundo político, la división alcanza de pleno a los aliados de la presidente en el Congreso, lo cual pone en riesgo su mandato porque enfrenta un proceso de impugnación. El PMDB, el mayor partido de la coalición de la presidente y el cual dirige la Cámara de Representantes y el Senado, debe decidir esta semana dejar la alianza de gobierno. El presidente de la leyenda es Michel Temer, que también es vicepresidente de la República y asumirá la silla del presidente, en caso de que Dilma sea destituida por el Congreso.

Otros partidos aliados, sin embargo, también se dividen y pueden decidir abandonar la alianza gobernante. Incluso el PT ha demostrado en las últimas semanas irritación con la presidente por haber propuesto una agenda que es contraria a las ideas económicas del partido.

El futuro del PT, por cierto, es tan incierto como el de la presidente. Desde el comienzo de la operación de la lava-jato, hace poco más de dos años, figuras importantes del partido han sido investigadas e identificadas como responsables mor el mayor esquema de corrupción que se conoce como "Petrolão". En líneas generales, el esquema de corrupción beneficiaba a partidos políticos que hicieron declaraciones políticas para directivos de Petrobras. Los contratos fueron defraudados y rindieron sobornos para los políticos.

Peor aún, el mayor símbolo PT y uno de los mayores iconos de la izquierda brasileña, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, se convirtió en el blanco principal de Lava-Jato. Llegó a ser detenido de manera coercitiva por la Policía Federal para ser interrogado en un aeropuerto central en Sao Paulo. Después de eso, los miembros del PT fueron presos del temor a que Lula fuera arrestado por la Policía Federal. Este temor llevó a la presidenta Dilma Rousseff a nombrarlo Ministro de Gobierno, lo que evitaría un juez de primera instancia pudiera declarar su aprisionamiento.

Toda este enredo, escrito en una velocidad alarmante, ha dejado perplejos a los políticos de todas las tendencias. Pero los partidos más vinculados a la izquierda han sufrido más, debido a que sus principales líderes están bajo investigación y el gobierno de Dilma aún enfrenta dificultades en todas las áreas.

A diferencia de Lula, que también enfrentó un gran escándalo de corrupción cuando era presidente, llamado "mensalão" en 2005, Dilma es criticada por poca capacidad de negociación y su desgaste se ve agravado por el escenario de recesión económica y ajuste fiscal. Pesa sobre ella el cargo de promover la maniobra de pedaleo de impuestos, para aliviar las cuentas públicas a partir del retraso de las transferencias a los bancos públicos y privados que financiaron programas sociales. Esto resultó en el proceso de impugnación que se ha abierto en la Cámara.

La presidente sostiene que esas maniobras no son suficientes para constituir un juicio político y que otros presidentes y gobernadores han utilizado la misma estrategia.

Para el profesor de Ética y Filosofía de Unicamp, Roberto Romano, el PT enfrenta una crisis de falta de credibilidad. Antes comprometido con la moral en la política, ahora, el partido está acusado de prácticas corruptas, justificadas por la gobernabilidad, y de alejarse de la militancia. La asociación con "oligarquías corruptas" de la vieja política desentonan del discurso de renovación que ha estado presente en su trayectoria, en especial la de su oposición al gobierno de Fernando Collor de Melo.

- El PT tomó la bandera de la ética como si se tratara de su propiedad. La consigna que corrió la militancia era "PT es ético y los otros partidos son harina del mismo saco". Resulta que el partido fue conquistando municipios, gobernaciones, asientos en el parlamento. Cuando se convirtió en presidente, Lula enfrentó el eterno problema del presidencialismo, la base aliada. Cómo mantener el apoyo? El mismo problema de los ‘tucanes’ en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso - dice Roberto Romano.

Según él, el desgaste del PT puede tener un impacto directo en las elecciones municipales previstas para el mes de octubre. Desde 2002, cuando Lula fue elegido, el partido ha perdido fuerza entre el electorado. En 2014, los candidatos a diputado federal del PT, por ejemplo, movilizaron 12,8% de los votos en el país, por debajo del número observado en 2002 (17,4%).

- Un partido que una vez tuvo un presidente tan bien valorado como Lula, que tenía la hegemonía, ahora cuenta con una aprobación similar a cuando comenzó en la vida política. La gran suerte es que los primos tucanes no están bien de sus piernas. Hay una gran división en el PSDB, pero el PT se enfrentará al PMDB, de su propia base, que está hambriento de poder y tiene peso en las elecciones municipales - dice.

En este contexto de conflagración política y dificultades económicas, incluso algunos de los logros sociales de los gobiernos del PT se encuentran en riesgo.

Durante la última década, Brasil ha reducido considerablemente las desigualdades. El índice de Gini, que mide la concentración del ingreso, disminuyó en un 10.09%, pasando de 0.545 en 2004, al inicio del gobierno Lula, a 0.489 en 2014, al final del primer mandato de Dilma. Los programas sociales como Bolsa Familia son señalados por los organismos internacionales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), como responsable de los cambios que se han convertido en el principal legado de PT.

Doce años después del ascenso del modelo PT de reducción de la pobreza, al menos diez programas han tenido ya recortes financieros. Una de las vitrinas de la presidente, la Farmacia Popular, que ofrece subsidios para la compra de medicamentos que se venden en la red privada, tuvo una reducción de R $578 millones en su presupuesto de este año. Entre los votantes que eligieron en 2014 a la candidata que prometió mantener estos logros, el clima es de decepción. Ellos se enfrentaron con una presidente que, en la práctica, tomó otro camino. Las encuestas de opinión explican esta decepción y, según la encuesta que publicó ayer el Instituto Datafolha, 61% de la población apoya la impugnación de la presidenta.

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