Europa vive una grave crisis migratoria que no sabe cómo afrontar. La mayoría de los líderes políticos además de ser insensibles ante las miles de personas que cada día intentan llegar al viejo continente huyendo de las guerras y de la miseria y poniendo en peligro sus vidas, son incapaces de poner en marcha medidas conjuntas. Y aunque unos y otros países se pasan el día haciendo declaraciones en los que llaman a la unidad, en el viejo continente no hay una política común para enfrentar este drama humano.

La semana que viene está prevista una reunión de urgencia de los ministros de Justicia e Interior de los 28 ante la situación que se está viviendo en algunos países como en Hungría, en cuya frontera se agolpan miles de refugiados que huyen de la guerra de Siria; en el paso fronterizo de Calais, donde está el eurotúnel que une Francia con el Reino Unido; en Grecia y en las costas italianas. Unos países quieren aprobar cuotas de asilados pero son pocos los que están dispuestos a aceptar el número de solicitudes que les corresponden, otros defienden poner en marcha una policía de fronteras, otros quieren crear un registro de refugiados en el que se distinga a unos refugiados de otros, otros buscan limitar la libre circulación de ciudadanos por la UE, y otros defienden centrarse en la cooperación con los países de origen de la inmigración.

Y mientras tanto miles de personas mueren cada día ahogados en el mar o asfixiados en camiones, o quemados o golpeados intentado llegar al viejo continente. En estos últimos días las discrepancias entre los responsables políticos han provocado incluso encontronozados. El canciller francés, Laurent Fabius, acusaba este fin de semana a los países de Europa del Este, de no respetar los valores de la Unión Europea poniendo alambradas, y de no tratar dignamente a los refugiados hacinándolos en descampados o en centros sin condiciones. Y dándose por aludido el canciller de Hungría, país que ayer terminaba de construir un muro de alambradas de 175 kilómetros en la frontera de Serbia (lugar del que cada día huyen de la guerra miles entre mil y 3 mil personas) y que permite el uso de gases lacrimógenos y pelotas de goma contra los refugiados, ha llamado hoy a un representante de la embajada de Francia para que aclare esas declaraciones.

Fabius hablaba de países de la Europa del Este. Pero poner alambradas en su frontera sur es lo que lleva haciendo desde hace muchos años su vecina España para evitar que crucen inmigrantes procedentes del norte de África. En concreto en la ciudad de Melilla existe una valla de alambrada metálica de 6 metros de alto y 12 kilómetros de largo que separa España de Marruecos, que comenzó a construirse en 1998, que ha ido aumentando de altura y de tamaño con los años (primero fue una valla de 3 metros y ahora son dos de 6), y que están llenas de cuchillas y de cables de acero en las que es imposible colocar escaleras y mantas. Y Fabius de esa no dice nada.

También el asunto del cupo de ciudadanos que solicitan asilo y que cada país debe aceptar es espinoso. Todos hablan de solidaridad pero a la hora de aceptar solicitudes consideran que cuantas menos mejor. En julio los 28 se comprometieron a acoger a 40 mil personas de los que a España, según los criterios económicos y demográficos establecidos por la UE, le correspondían 4 mil 300. Pero el presidente Mariano Rajoy (Partido Popular, PP), alegando que ya recibe inmigrantes y argumentando el “efecto llamada” que provoca en su opinión, esta medida, se negó y aceptó sólo mil 300. Hoy la canciller alemana Angela Merkel recibe en Berlín a Rajoy. Alemania recibe cada año 800 mil peticiones de asilo y es uno de los países que más acepta. Por tanto quiere que el resto de países como España, se comprometa. Veremos si Rajoy acepta a cambio de recibir más fondos. A fin de cuentas todo tiene un precio. Y aceptar inmigrantes también.

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