Todos los sábados por la tarde, miles de guatemaltecos se congregan frente al Palacio Nacional de Guatemala —símbolo del poder político, económico y militar— y en un pacífico clamor popular exigen la renuncia del presidente Otto Pérez Molina por una serie de actos de corrupción en su cuestionada administración de cuatro años que, en maniobras financieras separadas, golpeó a las estructuras aduanales y a la seguridad social.

Estimulada por la alerta convertida en voz popula r y proclama de pancartas de que “los gobiernos mienten en nombre de la verdad”, la rutina callejera comenzó a mediados de abril de 2015. El saldo preliminar es que, acorralada por la onda expansiva de los escándalos de enriquecimiento ilícito, la influyente política Roxana Baldetti dimitió en mayo a la vicepresidencia de Guatemala, agudizó la crisis institucional y precipitó las renuncias de otros aliados de Pérez.

“La corrupción existe hace muchos años. Nos costó responder y esto es un primer despertar de la clase media y media urbana levantada contra el gobierno”, dijo el guatemalteco Samuel Pérez, presidente de la Agrupación de Estudiantes de Economía de la Universidad Jesuita de Guatemala y uno de los organizadores de las marchas sabatinas.

“Es una primavera para ganar espacios de tolerancia y de diálogo. Hemos planeado este movimiento para que sea permanente y sobre todo con el resto del movimiento estudiantil”, dijo Pérez a EL UNIVERSAL.

En paralelo, miles se juntan en las principales ciudades de Honduras y, en una convocatoria gestada desde las redes sociales, marchan con antorchas para exigir la dimisión del presidente Juan Orlando Hernández. Una comisión legislativa confirmó la semana anterior que la campaña de Hernández como candidato del Partido Nacional a las elecciones presidenciales de 2013, fue financiada con fondos de un desfalco de unos 350 millones de dólares a la seguridad social.

“En este escenario de corrupción institucional generalizada en Honduras, hay un elemento menos deprimente y más estimulante: el resurgimiento de la fuerza juvenil, a través de un espíritu de cansancio, hastío social, hartazgo público, sin banderas políticas definidas y que se expresa con gran espontaneidad y autonomía y, por lo mismo, con gran autenticidad ciudadana”, dijo el hondureño Víctor Mesa, director del Centro de Documentación de Honduras, foro de análisis político.

“El movimiento recorre todo el país con marchas diarias a las que acuden niños, mujeres, ancianos, y tienen como símbolo una antorcha que no representa el fuego destructivo, sino inspiración, luz, claridad frente a la opacidad estatal. Es una incipiente primavera local expresada por estos movimientos espontáneos y autónomos”, añadió, en una entrevista con este diario.

¿Promesas? Los presidentes Pérez y Hernández han garantizado que se castigará a los culpables de la corrupción aplicando el imperio de la ley; pero su credibilidad está en entredicho y ese tipo de promesa está devaluada en ambos países.

“Aquí nadie ha comprado impunidad. Corruptos y corruptores deben rendir cuentas ante la ley”, advirtió el hondureño. “Sea quien sea, debe de enfrentar todo el peso de la ley (…) cero tolerancia a los abusos”, prometió el guatemalteco.

“Estamos indignados por el mega—latrocinio en la seguridad social. Ya no hay confianza en las instituciones”, afirmó el hondureño Antonio Varela, un organizador de las marchas hondureñas.

Para naciones en las que, como Honduras y Guatemala, las poderosas clases económicas han gobernado por décadas asidas al control milita la primavera empezó mientras en el calendario es invierno... Parece que ha llegado la hora de los indignados.

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