Miles de inmigrantes —hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños— se encuentran varados en Italia y sobreviviendo gracias, sobre todo, a la generosidad de un ejército de voluntarios que les llevan comida, ropa y medicinas, mientras la vieja y “ex solidaria” Europa decide si acogerlos, salvándolos de la guerra, el hambre, las persecuciones y la miseria, fenómenos que creyeron haber dejado atrás cuando atravesaron el Mediterráneo y llegaron a lo que creían la tierra prometida.

La mayoría de estos inmigrantes, provenientes de Siria, Eritrea, Sudán y Etiopía, se encuentran en Sicilia (la isla de Lampedusa), Lazio (Roma), Lombardía (Milán) y Piamonte (Turín), pero sólo de tránsito, toda vez que su pretendido destino final son países del centro y norte de Europa.

“En el centro Baobab de Roma asistimos en estos momentos a casi 700 inmigrantes, la mayoría de los cuales duerme al aire libre, porque no podemos hospedar a más de 200 personas”, explicó al EL UNIVERSAL Solomon, un voluntario eritreo que vive en esta ciudad y que además de ocuparse de la distribución de las ayudas a los inmigrantes se ha convertido, por hablar italiano, en una especie de su portavoz.

Solomon, comprometido con esta causa, recordó el gran riesgo que corrió esta gente en el mar y “ahora, como han cerrado la frontera francesa, austríaca y alemana, no saben qué hacer. Nosotros hacemos lo que podemos, pero si este problema no se resuelve pronto aquí será un desastre”.

En Ventimiglia, una ciudad italiana fronteriza con Francia, la policía italiana desalojó ayer a decenas de migrantes que se encontraban acampados desde hace días allí, después de que las autoridades galas les negasen el paso a su territorio.

Los migrantes, en su mayoría africanos, esperaban una oportunidad para poder cruzar a Francia, que alega que el problema es de Italia y es este país el que debe resolverlo. Según medios italianos, la policía llevó a decenas de ellos en autobús hasta la estación local. En el traslado se produjeron algunos altercados, ya que algunos emigrantes opusieron resistencia.

Italia, sintiéndose abandonada por sus socios europeos, sobre todo por Francia, que hace cuatro años, al bombardear Libia, provocó el actual desastre en ese país, a través de Angelino Alfano, ministro del Interior, anunció que de no cambiar las cosas “otorgaremos visas provisionales a los inmigrantes para que puedan salir del país y llegar a su destino final”.

El gobierno de Roma hace, sin embargo, poco o nada por los inmigrantes presentes en su territorio. “Los voluntarios italianos nos están apoyando enormemente, pero el gobierno no. En teoría estas personas debían ser ubicadas en lugares dignos, pero duermen en la calle, sobre cartones, sólo hasta ayer instalaron baños químicos, porque el gobierno está ausente”, subrayó el portavoz eritreo.

También dijo que los voluntarios italianos “son gente con un gran corazón que trae comida, agua, ropa, medicinas. Ayer, por ejemplo, la comida la ofreció la iglesia ortodoxa eritrea, pero también otras iglesias, parroquias, asociaciones y grupos nos han mostrado gran solidaridad”. Sin embargo, la solución, subrayó Solomon, “no está en Italia, sino en la Unión Europea, porque toda esta gente no quiere quedarse aquí, sino ir a Francia, Alemania, Inglaterra o al norte de Europa, porque ahí hay trabajo o tienen parientes”.

Ninguno de ellos piensa en regresar a su país, porque “para hacer este viaje, que les costó unos 10 mil euros, vendieron sus casas, todos sus bienes o se endeudaron. A pesar de la desilusión nadie tiene el valor de regresar”, comentó el portavoz.

De los entre 500 mil y un millón de personas que al parecer están listas para embarcarse para viajar a Italia desde las costas libias, Solomon dijo que “como lo han dicho organizaciones internacionales serias, debe ser verdad”, como verdad es que toda esta gente “está siendo maltratada por los traficantes de personas y no se sabe qué fin tendrá. Los que están aquí son afortunados”.

En la estrecha vía Cupa, donde se ubica el centro Baobab, paramédicos de la Cruz Roja italiana atienden a los enfermos en una ambulancia. “No tenemos idea de cuántas personas hemos atendido, pero son muchas. Llegan con infecciones adquiridas al viajar con muertos, pero no tenemos enfermos graves o contagiosos, como sostienen los antiinmigrantes”, dice a este diario un paramédico.

Una enfermera nos pide, en tanto, correr la voz de que necesitan medicinas, como taquipirina, shampoo contra los piojos, jabones para el cuerpo y para lavar ropa, papel higiénico, productos para la higiene femenina, sobre todo para las mujeres embarazadas, y leche para niños.

Según Chiara Sarra, quien colabora con la UNHCR, la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, desde el inicio del 2015 han llegado a Italia, provenientes de las costas africanas y a bordo de embarcaciones, 54 mil personas, 7 mil 500 de ellas en la primera semana de junio.

“Si esta tendencia no cambia, es posible que el número de inmigrantes llegados a nuestras costas supere el récord de 2014, cuando se registraron 165 mil 544 arribos”, afirmó el Ministerio italiano del Interior.

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