Pornnaphat Choochart aún recuerda muy bien sus primeros momentos como mujer.

“Cuando abrí los ojos en la sala de rehabilitación, pensé: ‘Soy una nueva persona’”. Diez años después, esta transexual tailandesa es feliz, pues afirma que siempre se sintió como “una chica en el cuerpo equivocado”. Y cuenta que no le dio miedo pasar por el quirófano, salvo por la anestesia.

Desde hace algún tiempo, Tailandia se ha convertido en país de referencia para este tipo de operaciones. En general, los médicos tienen una buena formación y, pese a los elevados estándares, los costos son relativamente bajos.

Además, este país del sudeste asiático tiene fama de ser relativamente tolerante: ya desde principios del pasado siglo se reconocían tres géneros —masculino, femenino y masculino-femenino—, según presume el portal médico Hindawi. Y los kathoeys, como se conoce a quienes nacieron hombres pero viven como mujeres, son aceptados, al menos superficialmente.

El cirujano plástico Greechart Pornsinsirirak realiza al año unas 180 operaciones de cambio de sexo en la clínica Yanhee de Bangkok. Según los cálculos del sector, en la capital tailandesa hay unos 20 especialistas de renombre para este tipo de intervenciones.

No obstante, no hay cifras oficiales sobre cuántas operaciones de cambio de sexo se practican anualmente en el país, señala Sanguan Kunaporn, de la asociación tailandesa de cirujanos plásticos.

Thipnara Petrapitchanon está entusiasmada con el resultado de su operación. “Me siento mucho más segura de mí misma”, afirma esta joven de 29 años. “Ahora me pongo bikinis y cuando me miro al espejo, veo a una mujer ”.

También Greechart afirma que sus pacientes acaban satisfechas, y cuenta con orgullo cómo una de ellas le relató que tras la operación, ninguno de los hombres con los que mantuvo relaciones sexuales se dio cuenta de que antes era como ellos.

Sin embargo, hay un aspecto ante el que los médicos no pueden hacer nada: pese a la operación de cambio de sexo, la nueva mujer seguirá sin poder tener hijos. Y eso puede suponer un problema para algunas parejas. “Tengo claro que ningún hombre heterosexual querrá pasar toda su vida con un kathoey”, lamenta Pornnaphat. “En algún momento dirá: ‘Quiero una vida normal con una chica. Quiero tener hijos. Adiós’”.

A la operación de cambio de sexo sólo pueden someterse pacientes que demuestren que han vivido al menos un año como mujeres. Para los pacientes extranjeros, se exige además un informe psicológico desde su país de origen, añade el cirujano Greechart. Pero aun así, más del 80% de los que acuden a la clínica Yanhee vienen de fuera de Tailandia, sobre todo de Corea del Sur, Japón y Taiwán, aunque también de Occidente, añade.

En la clínica de Greechart la operación de cambio de sexo cuesta entre 6 mil 500 y 8 mil 900 euros (7 mil y 9 mil 700 dólares). No obstante, en centros más pequeños y menos prestigiosos es posible operarse por unos mil 300 euros.

Gracias al avance de los métodos para el trasplante de piel, la sensibilidad se mantiene tras la operación. Y el resultado también resulta convincente a nivel estético. “Es un arte”, afirma Greechart.

Muchas clínicas ofrecen operaciones secundarias como implantes de mamas, eliminación del vello u operaciones para modificar el timbre de voz.

Pero la intervención del cambio de sexo no está exenta de riesgos: además de problemas en la cicatrización, pueden producirse heridas en los intestinos, la vejiga o la uretra. Y la necesaria terapia hormonal de por vida puede aumentar el riesgo de sufrir cáncer. Otro riesgo es el de una mala cirugía. “Ningún cambio de sexo es igual. Y muchos son muy malos”, dice Greechart.

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