Atrás quedaron los años en que personalidades como Pedro Infante, Diego Rivera, Leonora Carrington y Marilyn Monroe visitaban Chiconcuac por sus famosos tapetes, cobijas y suéteres de lana hechos en telar o con aguja. Ahora su principal actividad es la fabricación y venta de ropa que va de la deportiva a la de gala, además de ropa en serie, tanto infantil como para adultos.

Ezequiel Delgado forma parte del 0.3% de 25 mil 543 habitantes de este municipio mexiquense que se dedica al tejido en lana; es decir, es uno de los 100 artesanos contabilizados en el primer y único padrón municipal levantado en 2016, por la administración local.

Don Ezequiel tiene 85 años y desde los 15 teje en telar, actividad que aprendió con sólo observar a su padre. Mientras recorre el taller en el que trabaja hace décadas explica que los habitantes modificaron su actividad laboral porque los productos de lana no son redituables, debido al tiempo que se invierte a cada uno y su difícil venta por el precio de comercialización.

Los tapetes puede oscilar entre mil y 7 mil pesos, el costo aumenta de acuerdo con la dificultad del tejido. El precio de los suéteres va de los 700 a los 2 mil 500 pesos.

En el municipio, un total de 96 negocios se dedican a la venta de ropa, de acuerdo con el Sistema de Información Empresarial Mexicano (SIEM), dependiente de la Secretaría de Economía (SE) federal, en comparación con los no más de 10 que todavía comercian con productos hechos totalmente de lana, que reporta la Dirección de Turismo local.

En un recorrido que realizó EL UNIVERSAL por las calles de este poblado se constató que son escasos los comercios donde se venden prendas de lana. Además, los martes, sábados y domingos ambulantes se instalan en un tianguis donde ofrecen blusas de tres por 100 pesos y pantalones de mezclilla en 120.

La antrópologa Amaranta Castillo Gómez destacó la habilidad mercantil de la gente y explicó que los habitantes “se dieron cuenta de los giros que iba teniendo la economía y observaron que los suéteres ya no iban a ser una salida exitosa, tenían que buscar otra manera de producción que les asegurara el sustento. Hacen el viraje a la maquila y compraron éstas para hacer ropa y venderla”.

Originaria de Tamaulipas, Castillo estudió por una década la transformación de la actividad del tejido en Chiconcuac, para obtener el grado de Doctora en Antropología por la UNAM.

Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie
Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie

Trasformación textil

A Don Ezequiel le preocupa el desinterés de las nuevas generaciones por continuar con la tradición y que desaparezca por completo este arte, como él le llama, que les dio reconocimiento a nivel internacional.

“Sólo quedamos dos o tres tejedores de telar, nos vamos a ir con todo nuestro conocimiento, lleva ese camino [de la extinción], no hay personas que les interese. Algunas veces les sugerí [a mis hijos] pero no quisieron [aprender] ni ellos ni los vecinos”, comenta mientras muestra cómo se teje una cobija.

La directora de Turismo de Chiconcuac, Viridiana Salazar, explica que “en la actualidad una artesanía no puede competir al 100 con un comercio, pero va de la mano. El municipio fue conocido por los tejidos y ahora ha realizado una buena evolución, pero la artesanía tiene que continuar con impulso para que no muera”.

Este cambio se observa en que la fabricación de ropa de vestir es la sexta actividad a la que más se dedican los mexiquenses, por detrás de la industria alimentaria, fabricación de trasporte, plástico y hule, industria química y fabricación de productos metálicos, según la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera del Inegi. Así como en las 18 mil 879 personas ocupadas en esta área y con un valor de producción de enero, de un millón 318 mil 909 pesos.

Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie
Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie

Verónica Hernández, encargada del área de producción de la empresa Mary MX, una de las pequeñas y medianas empresas (PyME) que fabrica y vende ropa de mujer en este ayuntamiento, comenta que era una transición que llegaría, pues poca gente compra prendas tejidas y “desgraciadamente son cosas que van cambiando en beneficio del municipio y los pueblos vecinos, porque si quieres trabajo lo puedes encontrar, no es algo de lo que se tenga que lamentar el pueblo, porque igual no ha desaperecido, creo que continuará pero de forma industrializada”.

Al cierre de esta edición se buscó la opinión de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (Canaive); sin embargo, se negó a hacer declaración alguna bajo el argumento de no tener disponibilidad en su agenda.

Castillo Gómez, autora de Nosotros somos puro trabajo. Capitalismo, trabajo y cambio sociocultural en Chiconcuac de Juárez, Estado de México, detalla que “fue una transición en la línea de su especialización laboral.

“Una evolución en lo textil a partir de la evolución misma de los requerimientos de la gente, lo que hicieron, muy hábilmente, es ser muy sensible a las trasformaciones de las culturas urbanas y plantearles productos al alcance de sus ingresos y de cierta calidad, porque hay de todo”, agregó la especialista.

Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie
Chiconcuac. De los entrañables suéteres de lana a la ropa en serie

Rumbo a la desaparición

La Dirección de Turismo municipal pretende crear un Museo Artesanal donde los tejedores exhiban y vendan sus productos, “no tiene caso que venga mucho turista y la artesanía esté regada, por ello la necesidad de que tenga un lugar preciso”, explica Viridiana Salazar.

Se prevé que la sede sea el Antiguo Palacio de Gobierno, pero aún no hay nada concreto.

Ezequiel Delgado dice que “sólo hablan, cuando estuvieron autoridades les dije que estaba dispuesto a donar todas mis obras para exhibirlas, para que las conozcan y vean cómo se trabaja, pero nada, no se ve el interés”.

Sergio Delgado, propietario de Tejidos Artísticos, local donde teje y vende productos de lana, indica que de los 100 artesanos contabilizados, entre 70 u 80 se dedican a tejer, el resto están inscritos pero sin realizar la actividad. A pesar de ello considera que esto no desaparecerá. “Es un arte en el que las personas que lo realizan ponen un esmero, es una prenda única y al existir gente que valore no se va acabar”.

La titular de Turismo dice que quienes visitan el municipio es por las piezas de lana. “Desafortunadamente tenemos contabilizado no más de 10 locales totalmente de lana , pues no es tan redituable, debido a que no tiene la misma difusión y los artesanos aunque quieran seguir dentro del ramo tienen que innovar y entrar de lleno en un comercio”.

Don Ezequiel recuerda que ha recibido regaños de los extranjeros que le cuestionan la extinción del arte que los dio a conocer a nivel mundial, a lo que responde: “Mire, así como a usted le gusta venir en su coche último modelo a mí también, pero de aquí no salen los dineros para tener un coche como el que tiene”.

Mientras que Sergio Delgado comenta en su establecimiento del centro histórico de Chiconcuac que “realmente no tenemos el apoyo del municipio, lo único que nos han dado es el registro de que estamos reconocidos como artesanos, se agradece, es bien recibido, pero apoyo de otro tipo no hay”.

La antropóloga Amaranta Castillo subraya que un rescate verdadero sería regresar a lo artesanal, pero no con miras al mercado nacional sino extranjero “de alto consumo y presupuesto, y ese no es el mexicano porque no aspira a comprarse un suéter de tres mil pesos, pero un un mercado europeo, americano de cierto tipo, sí. Aquí nadie quiere una prenda que le dure diez años, pero allá esto no se ve así, en ciertas clases sociales este trabajo se valora mucho el diseño original y la calidad del producto”.

El cambio generacional se une al problemática del rescate, ya que los jóvenes no muestran interés por seguir con la tradición; además de que no se cuenta con un lugar para que se les enseñe a tejer. El señor Ezequiel está dispuesto a compartir su conocimientos con los jóvenes sin recibir un peso a cambio “pero sólo una hora al día, porque ya me canso rápido”, dice.

Diana Valencia, de 20 años, aprendió a realizar esta artesanía en un taller de la Casa de Cultura hace tres años y que llegó a su fin cuando el maestro enfermó el año pasado. Recrimina la falta de difusión y material, que tiene que conseguir por su cuenta y llevarlo a su casa porque en el lugar todo se pierde. “Tenemos un tesoro que no podemos olvidar. Los tapetes van impregnados de toda tu esencia, una vez que los ves terminados sientes todo el amor que le diste”, comenta con voz afligida.

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