Como la lluvia y la sopa de lentejas, las hamburguesas del Hollywood son una cosa que sucede en el pasado. 1976, 1986, 1996: todos los años de esas hamburguesas son intercambiables. La memoria es pertinaz. Mamá, papá y hermanitos caminaban de Monterrey y Tepic en la Roma a Insurgentes y Tlaxcala en la orillita de la Hipódromo; iban al cine Las Américas (hoy: auditorio BlackBerry) o a comprar revistas al Sanborns de Aguascalientes; después, por hamburguesas al Hollywood. Aquí, todos los años son exactamente iguales a los otros años. El progreso se ha negado a pasar por Hamburguesas Hollywood o Hamburguesas Hollywood se ha negado a reconocer la existencia del progreso. Pasados los cuarenta años, todos los cambios nos son simbólicos; se diría que cada cambio es siempre el principio de una serie de cambios infinitos. En ese vértigo, si Hamburguesas Hollywood fuera famoso sería famosamente estable. A fuerza de no cambiar, se ha resguardado de la insana codicia de los hombres.
(La memoria es contumaz. Que yo recuerde, sólo ha habido un cambio profundo en la historia de Hamburguesas Hollywood: sucedió la vez que Bimbo decidió descontinuar los bimbollitos. Antes, cuando venían en bimbollitos, comíamos dos e incluso tres hamburguesas por sentada; después, cuando cambiaron a bimbollos, fue imposible pasar de una. ¿Alguien se acuerda de que antes, mucho antes, las donas Bimbo no venían en bolsa sino en una charolita y que uno mismo debía cubrirlas de azúcar? Un mal día la empresa decidió agruparlas en cuatro y venderlas empacadas. La desaparición de los bimbollitos fue tan brutal como la decisión de empacar las donas. Bimbo, asesino de infancias.)

¿Pero cómo es Hamburguesas Hollywood, cómo no ha cambiado? Hay una barra en forma de ele (mayúscula), cubierta de formica amarilla; de un lado, diez bancos; del otro: un refri, un barril de root beer, una plancha, una freidora, un tambito para hervir salchichas. 1986, 1996, 2016: todo exactamente en el mismo lugar. Lo único que ha cambiado son los precios. La hamburguesa también está fija, como un mandamiento. Pasivamente, va así: cebollas son asadas sobre la plancha; una carnita delgadísima (¿60 gramos, tal vez?) es colocada y asada sobre ellas; una rebanada de queso amarillo es semiderretida sobre el conjunto; un bimbollo es tostado; jitomate y lechuga, apenas, colocados en el grupo. Cátsup y mostaza son agregadas como sazón. Luego, un detalle feraz, mordaz, vivaz: encima de todo, una como papilla de pepinillos y una salsa Búfalo aligerada con ¿algún ácido?. Ese detalle es la diferencia kilométrica entre cualquier hamburguesa banquetera y una hamburguesa audaz, eficaz, lenguaraz; una hamburguesa tenaz, una hamburguesa no fugaz: inmóvil en el tiempo. La memoria es falaz, pero, a diferencia de los otros recuerdos, la hamburguesa del Hollywood permanece.

Hollywood (1962)

Dirección: Insurgentes sur 405, Hipódromo Condesa. Tel:  5564 4852
 Precios:  La última vez que estuve ahí pedí una hamburguesa con queso, un hot dog y un vaso de leche; pagué 80 pesos ya con el 18% de propina. Qué nostalgia tan descortés, tan encimosa.

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