La ideología ha sido la gran ausente en las campañas presidenciales, lo que demuestra que los tres candidatos no la tienen, ni les importa. Tal vez quieren desmarcarse de la cartografía política. Como eso de ser de izquierda o de derecha puede resultar peyorativo, según sean de izquierda o de derecha los que votan, los tres candidatos se asumen neutrales ideológicamente. Derecha, izquierda o centro es lo de menos, lo importante es ir de frente, ganar las voluntades electorales. Solamente que el riesgo colectivo de tal pragmatismo es llevar al país a la deriva.

En México las categorías se han trastocado. Ser de izquierda podría significar en una de muchas acepciones mostrarse a favor de un Estado fuerte y autoritario, mientras que los de derecha serían entonces quienes favorecen un alto grado de libertad individual frente al Estado. Si eso fuera verdad tanto Fidel Castro como Hugo Chávez estarían en la derecha y Manuel Gómez Morín, el más admirado conservador mexicano, hubiera sido un hombre de izquierda. Por otra parte, los liberales que presumen su independencia de la autoridad rechazarían, con razón, la ubicación en la derecha política.

Otra diferencia sería la postura económica que distingue a los capitalistas de los socialistas. Otra más se da entre quienes favorecen el status quo (los conservadores) y quienes están a favor del cambio (los liberales). En el siglo XX el capitalismo dio un giro al socialismo y por ello las etiquetas se intercambiaron. Hubo inconsistencias como los regímenes soviético y nazi que, siendo totalmente distintos, compartieron características. El nacionalsocialismo fue un partido de la derecha y el comunismo de la izquierda. No obstante sus notas comunes fueron el autoritarismo de Hitler y la sangrienta dictadura de Stalin, el carácter socialista de ambos y ser nacionalistas, si bien los comunistas se proclamaban internacionalistas. En el siglo pasado Fidel Castro fue ciertamente el paladín de la transformación ideológica de Cuba, tanto que encabezó una revolución violenta, hasta el momento en que ya no aceptó ningún cambio. En este sentido fue un comunista que se refugió en el conservadurismo de la derecha.

En México, el cambio más dramático se dio en el PRI al convertirse de Partido Nacional Revolucionario a Partido Revolucionario Institucional, una contradicción en sus términos. Ello explica que hubieran alternado en la Presidencia figuras emblemáticas de izquierda como el general Lázaro Cárdenas con Miguel Alemán, un modelo de la derecha. Lo que existe ahora en ese partido es una confusión ideológica de tal magnitud, que siendo un partido “revolucionario”, no se atrevió a postular como precandidato presidencial a uno de sus militantes, sino a un miembro de la élite financiera, un ajeno, como José Antonio Meade.

Conforme a estereotipos AMLO sería de izquierda por refrendar a menudo su compromiso con los pobres. Sus enemigos le quitan el atributo de ser de izquierda y lo califican, como si fuera un insulto, pertenecer a la derecha. Meade, aunque no quiera, es de la derecha, pues nadie puede renunciar impunemente a su biografía. Ricardo Anaya, que fue presidente del PAN, que debería creer en la doctrina católica, defender el sistema capitalista, ser de derecha y no proponer como lo hizo que “todo mundo, por el hecho de ser mexicano tenga derecho a un mínimo vital que le permita vivir acorde a su dignidad”.

El asunto de las ideologías no es un galimatías académico o una cuestión bizantina o retórica, se trata del rumbo y destino de México en donde además de los problemas que abruman: corrupción, pobreza, inseguridad y violencia, se padece una confusión de las ideas y una distorsión de la política. Si lo único que interesa es ganar una elección, si la política se trata solamente de derrotar y destruir al enemigo, si la convocatoria popular es para residir en Palacio, para regresar o para permanecer en Los Pinos, todo lo que alguna vez soñaron quienes construyeron nuestro país, habrá sido una hoja al viento.

Donde se esté parado ideológicamente, sea a la derecha, a la izquierda o al centro, significará hacia donde se quiere ir. No tener ideología es como perder el rumbo, estar extraviado, ser un descastado y tan desesperado para tomar cualquier vereda por intransitable que resulte. Esa no es la vía para un gran país como debería ser el nuestro.

Investigador nacional en el SNI.
@ DrMarioMelgarA

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