El ejercicio de la profesión jurídica en México a partir de perspectivas incluyentes de la mujer se ha traducido en un ejercicio apasionante, que ha costado décadas consolidar. En los últimos años, las mujeres abogadas han dado pasos más fuertes de los que ellas mismas han medido. Ha sido un ejercicio de combate a las simulaciones, a los formalismos y que ha enfrentado y ha dicho “no” a la ejecutoria pública: “una mujer obediente como tú se vería mejor yéndose a su casa”. Este esfuerzo se ve con claridad en el libro “El Derecho desde una perspectiva de género” que presenta la Barra Mexicana, Colegio de Abogados cuyo presidente es José Mario de la Garza Marroquín. El esfuerzo lo encabeza una admirable abogada: Claudia de Buen Unna que se dio a la tarea de coordinar un trabajo colectivo de mujeres abogadas, especialistas en diversas áreas del Derecho.

Todos los artículos parten del innegable avance de las mujeres en las últimas décadas. En mi opinión, la Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en China en 1995 fue el punto de inflexión porque la Plataforma de Acción desarrollaba propuestas sobre 12 temas y dio lugar al desarrollo de políticas públicas en favor de las mujeres. Incluso aparecieron en la política una serie de términos que fueron modificando el vocabulario como “techo de cristal”, “feminización de la pobreza”, “feminicidio”, “cuotas ” y muchas otras más que han permitido visibilizar la realidad de las mujeres.

Con las mujeres, también trajo temas como las personas con discapacidad, la violencia intrafamiliar, la no discriminación, la evaluación de los programas en términos de impacto social y muchos otros.

Es cierto que todavía falta mucho. El libro contribuye a la reflexión. Son 14 mujeres abogadas barristas que escriben sobre temas de derecho civil, familiar, violencia, función jurisdiccional, política, derechos humanos, mercantil, transparencia, finanzas y administración pública.

“El Derecho desde una perspectiva de género” es una manera de recordar el largo camino que las mujeres hemos recorrido para hacer valer los derechos que nos hacen felices a hombres y mujeres. Es una forma de señalar el compromiso que las mujeres tenemos en participar para construir el bien común. He leído todos los artículos, y créanme, también es una manera de aprender derecho y de comprender a las mujeres.

Al presentar el libro me acordé de lo difícil que es para las mujeres ser propuestas para ministras o magistradas; traigo aquí el ejemplo de abogadas que trabajan en institutos de las mujeres, en servicios jurídicos gratuitos, en la función pública como ministras, magistradas, legisladoras, alcaldesas, consejeras de institutos electorales que han facilitado el camino para las mujeres; me referí a las abogadas que fortalecen las organizaciones contra la trata, así como las que actúan contra la violencia y la injusticia que se ocasiona aprovechando la ignorancia de las leyes; recordé a una amiga que renunció a su organización para denunciar un desplegado de 55 penalistas en el que no incluyeron ninguna mujer porque siguen creyendo que el derecho penal es para hombres. Al presentar el libro mencioné el esfuerzo de la asociación de mujeres juzgadoras cuya lucha no ha estado exenta de soledades y de incomprensión; recordé también a la asociación “AbogadasMX”; pensé en quienes han intervenido por la dignidad de las mujeres en el trabajo doméstico y por supuesto traigo el esfuerzo que han dado las mujeres abogadas de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, asociación que espero pronto sea encabezada por una mujer.

Es imprescindible que las mujeres participen en la formación de la voluntad comunitaria, impartan y procuren justicia en todas las instancias y tomen directa y personalmente las decisiones en todos los órdenes, con todos los retos que ello implica para la vida de una sociedad que se quiere moderna y desarrollada para las próximas generaciones en un verdadero Estado Democrático de Derecho.

Abogada

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