La tentación de apropiarse de la historia como proceso legitimador es tan vieja como la humanidad. Lo hicieron los emperadores persas y Ramsés II; también los fundadores de la República Norteamericana y los historiadores marxistas. Querer contar una historia que conecta, de la manera más favorable, el pasado con el presente es algo que todo régimen político ha aspirado a realizar. En México somos expertos en ello. Era un ritual no escrito que cada presidente adoptara a un héroe de la historia y tratara de conectar su sexenio con las proezas del prohombre elegido. Tal vez el más machacón de todos fue Luis Echeverría, quien llegó a saturar al respetable con su celebración del año de Juárez.
En estos días, hemos visto que la disputa por el pasado es también política. Ha sido vergonzoso comprobar cómo personajes que jaleaban a Díaz Ordaz, ahora, escriben laudatorios artículos sobre la lucha de los jóvenes, y también, cómo grupos que han hecho del oscurantismo su divisa fundamental se reclaman herederos del movimiento libertario del 68. Unos legisladores, en el colmo de la impostura, se presentan como grandes artistas del movimiento. Para fortuna nuestra hay voces como la de Campa y Poniatowska que todavía recuerdan lo que hacía cada cual hace 50 años, y abren un espacio para (cuando menos) poner en entredicho esa tentación de ocupar siempre el lugar más cómodo de la historia.
En algunos casos se han redactado ejercicios retóricos más o menos afortunados que intentan conectar, sin escalas, el 1968 con el 2018. La desesperada búsqueda por vincular lo que sucede con el jardín original del pensamiento libertario, puede llevar a excesos tan cómicos como aquellos lechuguinos que se dicen descendientes del conde duque de Olivares, porque llevan tal apellido, ignorando que el hombre que tenía la pasión de mandar (Marañón dixit) se apellidaba Guzmán. El asunto no deja de ser anecdótico y en algunos casos, ridículamente oportunista.
En donde me parece que corremos un riesgo mayor es en la interpretación de lo ocurrido en el 2006 y probablemente en fechas anteriores. Un intento por reescribir la historia, basada no en hechos, sino en posverdades, es un riesgo mayor en estos tiempos en los que la narrativa oficial del gobierno emergente insiste en contar una historia que está más cerca, precisamente, de la posverdad que de la verdad pura y dura. Las revelaciones de Madrazo no aportan nada más que una poco disimulada voluntad de ganar simpatía con el nuevo equipo gobernante, lo cual no sorprende. Buena parte de los actores políticos, verdes, amarillos y tricolores, buscan acomodarse ante la nueva realidad del país. Me parece natural que eso ocurra, el poder reordena el sistema político.
Pero reescribir la historia para complacer al poder establecido puede conducirnos a amargas disputas. Confieso que no entiendo bien por qué un presidente con tanto apoyo popular retoma lo que ocurrió hace doce años, cuando lo más importante ahora es escribir el porvenir y tratar de edificar su legado. Si lo que se quiere es tener una visión imparcial y que ayude a cicatrizar la herida del 2006, valdría la pena, en mi opinión, convocar a alguna comisión plural de historiadores que reconstruyera, en un informe al estilo de las comisiones de la verdad, qué es lo que ocurrió en ese año, cuáles fueron las encuestas y los conteos rápidos y cuál fue la secuencia de acontecimientos de aquella disputada jornada electoral. Si el pasado genera controversia y, según las prácticas mundiales del relativismo, cada uno va a creer lo que se le da la gana, seguiremos con la disputa abierta. Si lo que quiere es imponer una narrativa favorable al presidente, hoy tienen todos los recursos para hacerlo. Pero si lo que se busca es la verdad, una comisión independiente y plural podría ser la solución.
Y en el caso de Roberto Madrazo, opino que sería muy útil que mejor contara la forma en que financió su campaña en 1994 y, con una desproporcionada utilización de recursos, despojó de su muy probable triunfo al candidato López Obrador. Pero bueno, cada quien tiene sus capítulos favoritos de la historia e intenta reconstruirla como mejor convenga a sus intereses.
Analista político. @leonardocurzio