Rememoro el programa de un solo hombre, conducido en la televisión de los 60’s por el talentoso Humberto G. Tamayo, presencia única en escena que entretenía a la audiencia, despidiéndose descolgando su gabardina y su sombrero del perchero, con la frase: “Allí les dejo mi reputación para que la hagan pedazos”. Justamente el presidente López Obrador expone su reputación cada mañana en cadena nacional ante cualquier declaración improcedente o mal interpretada. Reflexión mata improvisación.

Inviable utilizar memorándums a modo de ukases. El presidente ofreció guardar la Constitución y tal parece que efectivamente, la guardó. ¿Nada ni nadie por encima de la ley? La reforma educativa de 2013, considerada un alcance relevante del gobierno de Enrique Peña, ha sido abrogada por el pleno de la Cámara de Diputados, en lo que para algunos podría parecer un albazo legislativo, supliéndola por un nuevo texto que restituye canonjías y prebendas al magisterio, específicamente en lo concerniente a la enajenación de plazas. No obstante, a pesar de este aparente triunfo magisterial, la CNTE amaga con realizar movilizaciones e incluso un paro nacional de 48 horas, “Ante la imposición, la revolución”. La siempre inconforme CNTE exige la completa desaparición de la reforma peñista de la Constitución, rectificando de manera contundente el modelo educativo.

Interpretación presidencial: “Si hay que optar entre la ley y la justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia”. Arriesgada expresión presidencial ya que la justicia es subjetiva, lo que para algunos es justo, para otros no lo es. Al respecto, me limito a un solo ejemplo. Legalmente la Doctrina Estrada es enfática en cuanto a la no intervención y autodeterminación de los pueblos, sin embargo, sería de justicia respaldar al pueblo venezolano caído en desgracia por un inepto y corrupto régimen dictatorial. Entonces, ¿por qué México no se inclina por la justicia?

Ningún argumento justifica atentar contra la calidad de la educación, máxime cuando dicho atentado proviene de los mismísimos educadores, cuya supuesta pacífica vocación debiera consistir en transmitir sus conocimientos en aulas escolares y no en tumultuosos mítines callejeros. Posiblemente dichos mentores dañen menos estando lejos de los alumnos. Cómo es posible que nos demos el lujo de que una universidad, en esta ocasión la UAM, haya suspendido labores durante 85 días, con exigencias sindicales fuera del alcance de las autoridades, como es el 20% de aumento salarial. Finalmente el sindicato de marras aceptará un incremento menor, desde luego, cobrando salarios caídos. ¿y los estudiantes, cómo recuperarán el tiempo perdido de una de por sí deficiente educación? Ninguna reforma educativa cumplirá con su cometido en tanto el (los) gremio(s) de maestros, hundidos en el fango de la corrupción, antepongan intereses ajenos a la enseñanza de calidad.

La continua exposición mediática a la cual está sujeto AMLO lo coloca en frecuentes momentos críticos, ya sea por lo que hace o por lo que dice, máxime siendo proclive a confrontarse con quienes podrían ser denominados sus adversarios políticos, reales o ficticios. Dicha situación nos instala en un entorno de encono y rencores: de repente somos susceptibles a formar parte de los neoliberales o de los conservadores —título que ha adquirido una connotación similar a una mentada de madre—, cuya verdadera doctrina es la hipocresía, o somos fifís o al menos lectores de la prensa fifí, o somos mafiosos, hipócritas, alcahuetes, momias o pregoneros. En buena onda, ¿no sería preferible aplicar el tan evocado Amor y Paz?


Analista político

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