Qué pasará. Nunca conoceremos —pero lo podemos imaginar— el mensaje de Leticia contenido en la carta entregada bajo los sauces por sus hermanas al hasta entonces idealizado pasajero de la tercera ventanilla del segundo coche del tren. Ellas especulan que acaso aquel mensaje orilló a Ariel a cambiar de ventanilla a partir del día siguiente. Y el lector puede intuir que el mensaje rompió a su vez la fantasía que Ariel se había forjado de Leticia, lo cual lo habría llevado finalmente a determinar el Final del juego, al que ya no se había presentado Leticia, en el cuento de ese título de Julio Cortázar.

Como pasajeros de otro tren a toda marcha, pero de destino incierto, en México avistaremos hoy, el último día reglamentario de campañas, el final del juego de los candidatos: juegos de estatuas y actitudes, como en el relato cortazariano. O de 60% de verdades y 40% de mentiras o medias verdades, de acuerdo a los datos acuciosos de EL UNIVERSAL de ayer sobre los dichos de los aspirantes. También por ley hoy se darán a conocer las últimas mediciones de intención de voto en las encuestas, a tres días de la cita en las casillas, con los cada vez menos precisos cálculos de vencedores y vencidos característicos de esos estudios en el mundo de hoy. Por ello, a diferencia de Ariel, nosotros no podremos decretar el final del juego, que seguramente continuará a partir del día siguiente de la elección.

Estas fallas no siempre ocurren porque los ejercicios estén al servicio de uno u otro candidato, sino porque también los estudios de opinión son presa de la desconfianza y el hartazgo de los votantes y uno de cada dos elegidos estadísticamente para expresar sus preferencias rechaza responder al encuestador, lo que erosiona la representatividad de la muestra. Además hay que ver el alto número de encuestados que en la publicación previa todavía dijo no haber decidido su voto.

Cortinajes del silencio. Enseguida están quienes ocultan su preferencia en función de la ‘espiral del silencio’, el concepto clásico de Elisabeth Noelle-Newmann. El fenómeno suele generarse desde las propias encuestas, que en este caso desencadenaron la idea de una mayoría indiscutible volcada en favor de López Obrador. Ante situaciones como ésta, el votante medio tiende a silenciar sus intenciones por temor a la sanción social que padecen quienes van contra la corriente. Más cuando el voto de rechazo al sistema se erigió esta vez en lo ‘políticamente correcto’ en la conversación mexicana.

Otro efecto de la construcción de percepciones de mayorías irreversibles es el de ‘adhesión’ al que se considera anticipadamente el ganador. Se le conoce en inglés como band-wagon, o ‘cargada’, en buen mexicano. Finalmente está el papel que jugaron esta vez medios y redes en la reproducción de los más negativos humores sociales contra el establishment político. Y esto hace temer que el poder emergente el 1 de julio tendrá todos los estímulos para sofocar los ímpetus críticos que alcanzaron grados corrosivos y fluyeron con libertad en los años que corren, en perjuicio de la opción electoral del gobierno. Para el futuro, hay que anotar que los más claros signos de intolerancia a la crítica han provenido de AMLO y sus aliados, a su vez los más claros beneficiarios del desencadenamiento de la espiral del silencio sobre sus oponentes.

Pérdida de la inocencia. Por ahora, desde el tren aún en marcha de las campañas y entre las brumas del lenguaje de los contendientes, no alcanzamos ni alcanzaremos a distinguir todavía el domingo, en la estación de las urnas, un mensaje inequívoco sobre el gobierno que resultaría del proceso. Tampoco podemos ordenar el final del juego porque no tenemos ese poder, reservado a narradores de cuentos y novelas. Lo que sí podemos es adentrarnos en su lectura y encontrar en Final del juego un relato de pérdida de la inocencia y maduración de personajes que fantasean e idealizan hasta asumir la realidad, con o sin dolor, como podría empezar a ocurrir aquí estos días.

Director general del Fondo
de Cultura Económica

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