Un tema recurrente en los discursos públicos, en el análisis que sobre el desarrollo se hace para los distintos países del planeta y en diversos foros de discusión es el de la educación. En todo el mundo el consenso es que la solución de fondo para el desarrollo de un país está enraizada en lograr los mejores esquemas educativos.

Sin embargo, siendo el consenso en lo general en lo que no hay claridad es qué entendemos por educación, de qué estamos hablando. ¿Cuál debería ser el esquema educativo que se construya?

Una respuesta para muchos es la educación como preparación técnica científica que permite generar innovación. Bajo esta perspectiva un país avanza en la medida que la población tenga más conocimientos que le permitan tener mejores herramientas para enfrentar la cada vez mayor complejidad a la que se enfrenta el mundo. Razonamiento matemático, conocimientos de la ciencia y la tecnología son los objetivos a los que deberían orientarse las políticas públicas.

Este es el camino en el que más se ha insistido en los últimos años y es el que suele estar presente en el discurso público. Siendo esto cierto, una población con muchos conocimientos técnicos puede ser incapaz de utilizarlos para resolver problemas concretos. Los conocimientos por sí solos no solucionan los problemas. No generan una visión de país ni fomentan el ánimo de las personas.

Para otros, la educación debe enfocarse en lo que se ha entendido en los últimos años como una herramienta de mayor calado: el desarrollo de habilidades o soft skills como se les suele llamar. El desarrollo de capacidades como trabajo en equipo, emprendimiento, trabajo bajo presión, habilidades de trato social son ejemplos de ello.

Bajo esta mirada la población en la que se logren desarrollar mejores y mayores habilidades tiene más posibilidad de desarrollo. Hoy esta visión está presente en los planes estratégicos de muchas instituciones educativas de la mayor calidad a lo largo del mundo.

Sin embargo, países que cuentan con este desarrollo hoy se enfrentan al problema que más lacera al mundo: la corrupción. Por lo que siendo cierto este nivel de educación es insuficiente para transformar a un país en el largo plazo.

Finalmente una tercera perspectiva, más profunda es la educación en valores. La educación que involucra a la persona en su totalidad y que implica la mayor de las transformaciones internas para la persona. Bajo esta perspectiva una nación avanza en la medida en que su cultura y valores están alineados con una visión realista de la persona humana.

Bajo esta perspectiva un país que logre un mejor nivel de educación moral podrá avanzar más. La historia es muestra de ello: los Estados Unidos, la Europa de la Posguerra o países asiáticos como Japón.

La educación debe avanzar sin duda por los tres niveles de profundidad. De ellos el más relevante es el tercero. El que suele ser mayormente olvidado en la generalidad de los discursos y objetivos de política pública.

Rector de la UP-IPADE

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